INGREDIENTES (Unas 12-14 cookies)
(@TheHitchcook)
40 grs de azúcar blanco
40 grs de azúcar moreno
1 huevo
180 grs de harina
60 grs de mantequilla (en punto de pomada)
1 sobre de levadura Royal (levadura química)
Azúcar vainillado
1 cucharadita de sal
100 grs de pepitas de chocolate (o perlas de chocolate)
Duración: 30 minutos + 1 hora de nevera
Soy un novato pizpireto en los confines de la repostería. Lo reconozco. Pero poco a poco me voy dejando llevar por los dulces placeres y, aunque yo no sea un ávido consumidor, veo que el mundo sí, y siempre es una satisfacción complacer los paladares ajenos. Esta receta es un clásico y el resultado siempre es triunfal. Os animo a que probéis a hacerlas porque es fácil, recurrente y el desayuno sabe mejor si lo hace uno mismo. Ataos el mandil que vamos.
Cogemos la mantequilla, que estará en punto de pomada (vamos, que la hemos dejado un rato a temperatura ambiente para que se reblandezca y podamos manipularla) y la mezclamos en un bol con los dos tipos de azúcar. Se puede hacer sólo con uno, ahí ya a gustos.
Batimos ligeramente un huevo con un puntito de sal y lo añadimos al bol. Removemos o ligamos bien todos los ingredientes.
Con la ayuda de un tamizador (o un colador pequeño si no tenéis) vamos echando la harina tamizada, que no tenga grumos. Por último echamos las perlas de chocolate y mezclamos una vez más. Ya huele a pastelería, ¿eh? Dejamos refrigerar la masa una hora en la nevera.
Calentamos el horno a unos 200º (calor arriba y abajo) y vamos formando pequeñas bolitas (a modo de albóndigas) con las manos. Si se os queda algo pegada la masa, cosa que no debería suceder, os las podéis enharinar un pelín.
Vamos disponiendo las bolitas en una bandeja de horno con papel sulfurizado y ligeramente pintado de mantequilla líquida. Las aplastamos un poco. Dejamos algo de espacio entre ellas porque se expanden con el calor y las horneamos unos 12 minutos. Este tiempo puede variar, dependerá del tipo de horno y del tamaño de la galleta.
El truco está en que queden levemente tostadas por la superficie pero todavía blandas al tacto, puesto que luego al sacarlas se endurecerán. Y listo. Unas auténticas cookies americanas para decorar un buen bote de cristal de la cocina y, por supuesto, para devorar sin compasión. ¡Qué aproveche!
Película ideal para degustar este plato
STAND BY ME
("Cuenta conmigo" de Rob Reiner - 1986)
Estaba claro, una receta de este calibre y significado, me tenía que teletransportar de manera obligada de vuelta a la niñez. A una época donde reinaba el compañerismo, la unión, la aventura, el desparpajo, la inocencia, la ignorancia y las ansias por descubrir nuevos mundos y tensar tus habilidades hasta límites desconocidos. Con todo esto mi mente rebuscó en el baúl de los recuerdos para atrapar un referente ejemplar, y entonces se topó con "Cuenta conmigo". Una odisea adolescente, que marca el fin de una época (la de ser niños) a través de las andanzas de una panda de amigos. La obra corre de la cuenta de Rob Reiner, un artesano que se ha sabido manejar en todo tipo de géneros, desde el terror de "Misery", la comedia romántica de "Cuando Harry encontró a Sally" o el drama militar-judicial de "Algunos hombres buenos". La película que hoy nos ocupa es un clásico de los 80, una de esas piezas del movimiento teen-movies pero que, al contrario que otras de menos calado, ahonda un poco más en los conflictos de los personajes y se transforma en una mirada agridulce, pues según avanza la historia la inocencia de la niñez, como el verano (época dorada), van muriendo con ella. Nos encontramos ante una aventura pura y dura en la que cuatro amigos deciden invertir los resquicios de las vacaciones en busca de un cadáver. Su periplo les lleva por todo tipo de situaciones, obstáculos, peligros e, inevitablemente, la convivencia va aflorando sus grandes dramas y conflictos emocionales. Hay humor, por supuesto, hay exaltación de la amistad, pero también hay enormes dosis (y esto engrandece la obra) de sueños rotos, de fracasos, de frustraciones familiares... Nuestra receta goza de muchos de estos elementos. Por un lado las cookies o chocolate chips me llevan de una manera u otra a la década de los 50, donde los coffee shops adornaban sus vitrinas con tarteras llenas de ellas. También surge el elemento "pandilla". Las galletas conforman una banda inseparable. Cada uno puede ser distinto en la apariencia (el obseso militar, el gordito, el rebelde, el intelectual...) pero en su interior están hechos con los mismos ingredientes (compañerismo, amistad, lealtad... o dicho de otro modo culinario, de mantequilla, azúcar, harina, huevo...) La empresa que ellos se marcan, esa búsqueda del cuerpo, que en realidad simboliza ese huir hacia delante de su hogar o de una niñez que no quieren abandonar, se me antoja un poco mi batalla con la repostería: un elemento extraordinario que quiero ver, tocar, y que necesito demostrarme a mí mismo que puedo alcanzar... La pandilla, como yo, se enfrentará a infinidad de trabas pero sólo con el deseo y las ganas por evolucionar y sobreponerse, darán con su gran objetivo final. Ellos, un cadáver. Yo, unas cookies... Y lo mejor de todo es que un bocado a ellas, y tu también volverás a ese momento de tu vida en el que soñar despierto era la mejor realidad.