Definivamente soy una croquetófila. Me vuelven loca en todas sus versiones y rellenos. Todos decimos que las croquetas de nuestra madre son las más ricas del mundo y en mi caso, no voy a ser una excepción: las croquetas de mi madre, Concha, son las mejores del mundo.
Esta receta es suya y también las croquetas que hizo, envolvió y yo freí y me comí. No es fácil hacer una croqueta en su punto, con la bechamel unida, cremosa pero no líquida y que a la vez no sea un mazacote de harina.
La clave está en añadir la misma cantidad de grasa (mantequilla o aceite) y de harina. Se ligan haciendo una masa (roule) y se va agregando la leche, poco a poco y sin parar de remover hasta conseguir ligar y dejarla en la textura deseada.
Para 6 personas:
1 morcilla de Burgos
80 g de harina
80 g de mantequilla (o de aceite de oliva)
600 mL de leche
harina para el rebozado
huevo batido
pan rallado
salSe quita la tripa a la morcilla y se saltea el relleno en una sartén sin aceite, para que suelte un poco la grasa.
Se pone en una cazuela o sartén grande la mantequilla a derretir (se agrega una pizca de aceite) y se añade la harina. Se tuesta, a la vez que se remueve con una cuchara de madera. Se agrega la leche, poco a poco, sin parar de remover hasta que la bechamel está lisa y brillante.
Se incorpora la morcilla y se deja que cueza unos instantes. Se pasa a una bandeja o plato sopero para que enfríe la masa.
Con la masa fría se moldean las croquetas, en este caso en forma de bolitas, se pasan por harina, huevo batido y, por último, por pan rallado.
Se fríen en abundante aceite caliente y se escurren sobre papel absorbente.