Nigella Lawson suele decir que la gente que cocina no es, como se suele pensar, gente de alma cándida que disfruta cebando a sus seres queridos, sino que es más bien gente con severos problemas de control. Yo no digo que esto sea siempre cierto, solo digo que en mi caso sin duda lo es.
Una de las razones por las que tome las riendas de la cocina en mi casa es que, además de disfrutar cocinando, podía imponer a mi voluntad lo que se comía. Es una sensación fantástica, no estar a merced de nadie en lo que respecta a lo que hay de comer, especialmente para alguien que no nació con el don de comer de todo.
Fui una niña extremadamente repelente en el tema de la comida y me siguen quedando secuelas de ello. No solo comía pocas cosas sino que las pocas cosas que comía eran sometidas a operaciones quirúrgicas de alto riesgo en las que cada componente del plato era separado de sus familiares. Mi locura llegaba tan lejos que si por ejemplo había sopa comía primero el caldo y después los fideos. El único arroz con tomate que entendía era el arroz ahogado en tomate. Apilaba el arroz en un volcán en cuyo agujero vertía el tomate. Después sumergía pequeñas porciones de arroz de manera que el único sabor que sobrevivía era el del tomate. Preguntadme cual era mi pizza favorita. Era la margarita, por supuesto. La paella, que ahora tanto adoro, fue en tiempos la prueba terrenal del infierno espiral de Dante. Hasta el punto de que el recuerdo más lejano de la infancia que tengo es la tremenda bronca que me echó el padre de la familia con la que viajamos a Canarias porque no podía sobreponerme al trauma de tener paella para comer. La infinita tristeza que sentí sentada en aquella mesa, es el único recuerdo de Canarias que tengo, y una de las razones más profundas que afirman mi postura en contra de obligar a los niños a comer cosas que superan su madurez. Al final, lo he dicho muchas veces, aprendemos a comer de todo, algunos nacen con el don de un paladar absoluto y otros con un paladar desafinado que tenemos que educar y someter hasta que se rinde.
Si empecé muy tempranamente a preguntarme por el sentido de la vida fue sin duda alguna a causa de la maldita ensalada. Hubo un tiempo en que no podía escuchar la palabra sin sentir que el mundo entero se hundía en un abismo sin fondo. La ensalada ha sido durante mucho tiempo mi enemigo público número uno. Representaba todo lo que en mi opinión manchaba un plato. Para empezar está el tema de que es una mezcla de muchos elementos que dependiendo del paladar casan o no.
Una ensalada es como el el cajón que hay en todas las casas, el cajón para las cosas que no tienen un cajón. En el que te encuentras los tickets, los imperdibles que se pierden, alguna pila que nadie sabe si tiene bateria o no, bolis, llaves, hilos, linternas, un pin, post-its, navajas, un calcetín, un manual, un trozo de plástico que se guarda por si acaso etc. Además es el único plato en que las verduras se presentaban. siempre. en su versión más perversa, crudas. Y por si no fuera pocos modales vienen perfumadas con la colonia que echan a los niños con piojos, el vinagre. Realmente no había nada peor que una ensalada para mi. Era el Grinch, el Joker, Darth Vather, Lord Voldemort y Ramsay Bolton. Digo era porque creo que lo he superado, pero realmente no. Sigo sin poder comer una ensalada normal, tengo un trauma muy grande que superar, lloré el océano atlántico yo sola por la maldita ensalada, dejadme vivir. Pero ya puedo comer algunas ensaladas, las que yo elijo, las que yo hago a mi imagen y semejanza. Esta es una de las que yo más quiero. No involucra ninguna verdura cruda porque el aguacate es un fruta, para los despistados. No apesta a vinagre sino que se envuelve en el suave terciopelo del aceite. Fue la primera receta que hice del libro Simply Nigella de Nigella Lawson y desde entonces no he dejado que pase una semana sin perder la oportunidad de comerla. Cierto que la he cambiado un poco. Nigella utiliza cebolla en roja en vinagre. Por bonita que sea yo nunca he conseguido olvidar que es cebolla cruda pero esto es un tema mío y si toleras bien la cebolla cruda entonces te sugiero que hagas caso a Nigella la cortes en juliana, la introduzcas en un cuenco pequeño, la cubras con vinagre lo tapes con film y lo mantengas así durante al menos 20 minutos o más si es que lo tienes, el tiempo, porque el resultado es mejor. Parece ser que la cebolla pierde parte de la fuerza sobrenatural que tiene en su estado crudo y además, si es roja, se intensifica su color. Aunque he intentado hacer caso a Nigella, en este caso prefiero a mi amiga la cebolla frita que vale que no es tan saludable pero tampoco están los tiempos como para empezar a disculparse por freír cosas.
Como casi todas las ensaladas esta es tremendamente fácil de hacer. Con tener un cuchillo y un mano con movilidad ya es suficiente. Y todo el mundo parece satisfecho al comerla. Un amigo la describió como una ensalada "muy técnica" y por exótica que parezca jamás nadie ha objetado nada en contra de la nigella, ni siquiera aquellas personas que te sacan tarjeta roja en cuanto mencionas a mis amigas las especias. No es fácil encontrar Nigella en el supermercado, yo la compro por Internet, creo que merece tremendamente la pena hacer el esfuerzo pero si no la tienes no pasa nada, el aguacate, el queso feta y la cebolla son un trio con el que disfrutareis seguro.
Espero que la probéis y os guste tanto como a nosotros.
{RECETA DE ENSALADA DE AGUACATE Y QUESO FETA}
INGREDIENTES
1 aguacate maduro
150-200 gr de queso feta
1-2 cucharadas de Cebolla frita*
1/2 cucharadita (tsp) de semillas de nigella**
2 cucharada de granos de granada (opcional)***
Aceite de oliva virgen extra ( Al gusto)
ELABORACIÓN
1. Corta el aguacate en cuadraditos pequeños o en rodajas, lo que prefieras. Colócalo en el fondo de un plato.
2. Echa sobre el aguacate el resto de ingredientes. Rocía con aceite al gusto. Y sirve con pan tostado, pan de pita o algún pan plano similar.
NOTAS
*Cebolla frita: Se puede substituir por media cebolla cortada en juliana o, el truco de Nigella, media cebolla roja cortada en juliana en vinagre. Para ello echa la cebolla en juliana a un bol, no metálico, y cúbrela con 2 cucharadas, 30 ml, de vinagre de vino rojo, asegúrate de que toda la cebolla queda sumergida en el líquido. Cubre con plástico film y deja que repose al menos media hora.
** Nigella: No es imprescindible, si no la tienes no pasa nada. Podrías sustituirla por semillas de mostaza negra si da la casualidad de que las tienes.
*** Granada. Tampoco es imprescindible. Le da a la ensalada un aire muy sofisticado pero yo la hago muchas veces sin ella y tampoco la echo tanto de menos.
FUENTES
1. Nigella Lawson, Simply Nigella (libro)