Había dejado pasar muchas oportunidades. No estaba preparada. No hasta ahora
Ya tenía decidido cómo se vestiría. Con quién iría no era ningún problema. No tenía amigas a las que acudir, así que ese tema se resolvía solo. Además, nadie entendería aquello
Sus padres, que ya no estaban, la habían convertido en una niña estudiosa. Eso unido a su timidez, la habían abocado a ser alguien solitario
Esos mismo factores la habían hecho nula para muchas carreras.
Ellos querían que su hija fuera maestra u oficinista, dos profesiones ideales para una mujer y perfectas para unos padres que apenas sabían leer y escribir y que no tenían más ambición en la vida que trabajar y estar orgullosos de su hija
Pero tenía que ser realista y si no era capaz de levantar la cabeza del suelo cuando le hablaban, difícilmente podría enfrentarse a una clase o a conversaciones más largas que unas simples fórmulas de cortesía
La definición "ratón de biblioteca" estaba hecha para ella. Con doce años ya leía más que todos los niños de su colegio juntos
Leer le proporcionaba todo lo que necesitaba. Los amigos los encontraba en los libros, las emociones, las aventuras. Y más tarde la pasión y el amor
Así que a nadie sorprendió cuando aprobó las oposiciones a bibliotecaria. Sus padres quedaron satisfechos, era un trabajo importante y ganaba un buen sueldo, ya podían estar tranquilos
Y los que conocían y querían a aquella mujer dulce, tranquila, pero de una timidez extrema, supieron que ya había encontrado su lugar. Ya no tendrían que insistir más en intentar hacerla partícipe de una vida social de la que no estaba interesada
Esta vez no podía echarse atrás, no se lo perdonaría nunca. Su máximo deseo era el que cumpliría al día siguiente y no iba a renunciar
Podía estropearlo de mil maneras, pero ni la peor de las calamidades haría que no acudiera a aquel evento
La noche no fue fácil. Repasó una y mil veces la ropa. Se imaginó balbuceando, llegando tarde, rodando por el suelo delante de todo el mundo
Aquella mañana en la biblioteca, no lo pasó mejor. Creyó tener fiebre y las visitas al baño fueron constantes. Su subconsciente se resistía a aquella cita, que ella misma se había marcado como ineludible
Intentó no ser la primera en llegar. Pensaba que hacer cola la tranquilizaría y le infundiría el valor definitivo para permitirle decir más de dos frases seguidas
Lo vio llegar, sonreír, sentarse. Su sueño hecho realidad. Allí lo tenía, a escasos metros y era mucho mejor de cómo se lo había imaginado
Como en sus peores pesadillas, ni la miraría a la cara o sería perfecto. Entablaría conversación con ella que se alargaría hasta después de la firma. Tal vez, un pequeño restaurante, ellos dos solos y todo la noche para conocerse. Aunque ella ya sabía todo de él. Todos sus libros, sus entrevistas, cada artículo donde se hablaba de él
Iba avanzando en la cola, sujetando con fuerza contra su pecho el primer libro de él. El primero para demostrarle que para ella lo era todo, no como otros que se compraban un libro cualquiera a última hora, justo antes de la firma
Ella quería que él supiera. Que ella estaba allí de verdad. Que supiera que cada libro, cada historia, formaba parte de su vida. Que conocía cada personaje y los entendía mejor que nadie. Que no había una lectora que amara tanto sus libros. Porque a ella iban dirigidos aquellos libros. Aquellos libros que la habían hecho feliz. La habían hecho tener una vida imaginaria perfecta
Tenía que hacerle entender tantas cosas, por eso debía elegir las palabras adecuadas para llamar su atención
Él la reconocería
Lo veía levantar la cabeza, sonreír, abrir el libro, escribir, levantar la cabeza de nuevo, cerrar el libro, hacerse la foto de rigor, despedirse
La próxima es ella. Ya está
"¿Quieres que te lo firme o no?"
Se da cuenta que sigue aferrada al libro. Se ha ruborizado y con el ímpetu de dejar el libro encima de la mesa, tira una pila de ejemplares. Ha empezado mal
"¿Es para ti?"
"Si" Logra apenas articular
"¡Si no me dices tu nombre...!" Le oye decir con cierto fastidio, perdonable por el cansancio
Apenas logra sonreír y decírselo
Cuando se da cuenta que aún no ha dicho aquellas palabras que había elegido tan cuidadosamente, él le alarga su libro y ya se dirige al siguiente de la fila
Para ella no ha habido foto
Por un momento se queda sin saber qué hacer, está en medio, estorba, alguien le indica amablemente que se aparte
Sale de la librería aturdida, las primeras lágrimas empiezan a rodas por sus mejillas
Ve una papelera y se acerca. Quisiera tirar aquel estúpido libro pero no puede
Ha sido solo un malentendido, está segura
Si se atreve a ir a la próxima firma, seguro que él se dará cuenta, la reconocerá, le pedirá disculpas y su sonrisa borrará cualquier duda
Está deseando llegar a casa y averiguar cuál será su próxima cita
PD Todas y cada uno de mis relatos son ficción. No soy la protagonista de ninguno de estos relatos. Aclaración para todos aquellos que me envían sus bendiciones, me dan ánimos y fuerza.
Difícilmente podría ser prostituta, sicario, mujer maltratada, enferma mental, barrendero, suicida, abuelo a punto de ir a una residencia, gato observador, jubilado, mujer acosada, amante, madre soltera, casada y un largo etcétera
INGREDIENTES
1 huevo
100 g de coco rallado
100 g de azúcar
ELABORACIÓN
Batir el huevo
Añadir el coco
Mezclar bien
Añadir el azúcar
Integrar
Dejar la masa 30 en la nevera
Poner papel horno en la placa del horno
Dar forma a la masa en pequeñas bolas
Colocarlas encima de la placa separadas prudentemente entre ellas
Precalentar el horno a 180º calor arriba y abajo
Hornear entre 12-15, según el horno de cada uno
Dejar enfriar por completo antes de manipular
Receta de Un blog de recetas