La leche humana satisface las necesidades inmunológicas y nutricionales del bebé. Se adapta a las características del tubo digestivo del niño, y se segrega en tres periodos bien diferenciados: el calostro, la leche de transición y la leche madura.
Calostro: Compuesto complejo y de pequeño volumen, con alta densidad y está presente en el último trimestre de gestación. Un contenido elevado de proteínas, minerales, inmunoglobulinas, lactoferrina y leucocitos facilita el crecimiento de lactobacillus bifidus en el aparato intestinal, lo que favorece la eliminación de meconio. El calostro tiene un bajo contenido en grasas y lactosa, por lo que se adapta a las necesidades calóricas del bebé en su primera semana de vida.
Leche de transición: Suele durar desde el sexto día hasta el final de la segunda semana posparto. Este compuesto también es cambiante, pues disminuye la concentración de inmonoglobulinas, proteínas e incrementa la lactosa y las grasas, para pasar, al final de este período, a ser similar a la leche madura. A partir de la tercera semana posparto, la leche de mujer se puede considerar como leche materna.
Leche materna: A partir de la tercera semana, la leche también experimenta variaciones en función de la etapa de la lactancia, la hora del día, la nutrición de la madre, la edad gestacional del bebé. En la composición bioquímica de la leche, un 87% es agua, y su osmolaridad es similar a la del plasma; por ello, el bebé con lactancia exclusiva no necesita complementos de agua.
FUENTE: Lactancia materna: Mª José Aguilar Cordero