Desde hace años se ha convertido en un mes que para mí es visto y no visto. Hace un tiempo (mejor no voy a echar la cuenta de cuánto hace que estudiaba en la universidad) porque me tiraba los días (y sobre todo las noches, que siempre he sido yo muy nocturna) encerrada estudiando para los exámenes del primer cuatrimestre. Y un poco después (me sigo negando a echar números) porque mi trabajo me ancla a la silla frente a la pantalla del ordenador y me faltan horas y días para ultimar contabilidades y tener a punto liquidaciones de impuestos.
Si a esto le unís una casa con dos niñas, con sus cumpleaños a la vista además y el carnaval asomando por la esquina tenéis servida en bandeja mi falta de horas para la mayoría de las cosas, incluidas obligaciones y devociones.
Pero por muchas horas que falten hay cosas que no se negocian. En mi caso es el desayuno. De un tiempo a esta parte es uno de mis momentos favoritos del día y por eso me gusta preparar algo el fin de semana para darme un capricho de buena mañana y cargar energías antes de salir de casa ¡y estos muffins que os traigo hoy son ideales para empezar la jornada!
Hasta los embarazos el desayuno era un mero trámite antes de salir de casa. Un vaso de leche con una cucharada de Nesquik (me daba bastante asco la leche sola y caliente así que necesitaba (y sigo necesitando) matar el sabor y el olor con algo) y corriendo a otra cosa.
Y así la mayoría de los días hasta volver a casa a la hora de la comida. Cuando estaba en el instituto algunos días en el recreo comíamos alguna bolsa de guarrerías (no tienen otro calificativo) y ya en la universidad alguna mañana, si tenía horas libres, desayunaba en la cafetería con algún compañero, aunque siendo sinceros la mayor parte de las veces invertíamos ese tiempo en hablar (y yo en fumar como una carretera ¡lo que han cambiado las cosas!)
Parecía como si comer a media mañana me fuera a hacer engordar hasta límites insospechados.
Bien es cierto que alguna vez, de manera tremendamente esporádica, desayunaba como llevan intentando toda la vida convencernos que hay que desayunar pero no fue hasta el embarazo de Lara que comencé a ir completando esta comida muy poco a poco. Primero fue la fruta y después llegaron los hidratos hasta hacer de mi rutina casi una religión y a no concebir salir de casa sin haberme cargado de energía.
No entiendo cómo hay quien sale cada día con el estómago vacío y no es hasta media mañana que desayuna en el bar, en el trabajo o incluso quien no toma nada hasta la hora de la comida (o de la cerveza o el aperitivo previos)
Aparte de notarme con más fuerzas para afrontar el día (que es bastante largo en mi caso) me he dado cuenta de que me ayuda a llevar una dieta más equilibrada, a llegar con menos hambre a casa a mediodía y a controlar con más facilidad mi peso.
Así que ya sabéis, si os estáis peleando con la báscula después de las navidades probad a comenzar el día desayunando de manera equilibrada que igual os lleváis una sorpresa.
Y que nadie me venga con la excusa de que para desayunar bien hay que madrugar ¡que menuda costumbre la de estar en la cama hasta último minuto! Que sí, que dormir nos gusta a todos y es necesario, pero tampoco hay que estar durmiendo hasta 30 minutos antes de entrar al trabajo, de llevar a los niños al colegio o de lo que sea que tenemos que hacer.
Vivimos en una sociedad un poco al revés. Por las noches no vemos el momento de meternos en la cama y por la mañana no vemos la ocasión de salir de entre las sábanas.
Lo que tengo claro es que si me espera algo rico para desayunar me cuesta menos comenzar el día y estoy deseando acabar todo lo que hago por la mañana para meterme en la cocina y atacar mi desayuno. Que por cierto ¡tampoco se necesita tanto tiempo para desayunar bien! Que con quince minutos tenemos más que de sobra y mientras vamos preparando las cosas da tiempo a hacer mucho: descargar el lavavajillas, preparar el desayuno de la niña para el recreo, el biberón de la peque, tender o recoger la ropa... pero qué os voy a contar a vosotros que seguro también hacéis malabarismos con el tiempo en casa.
Estos muffins son ideales para el desayuno. En un bollito tenemos verdura, frutos secos, leche... ¡no le falta nada! Y si sustituís el azúcar por edulcorante, miel, o cualquier otro endulzante es hasta una receta saludable que tan de moda están últimamente en las redes sociales.
Yo los preparé a finales de verano, cuando los calabacines habían conquistado mi cocina y no sabia muy bien qué hacer con ellos, así que no me quedó más remedio que meterlos hasta en el desayuno.
El resultado es un muffin muy jugoso, sencillo de preparar y que se conserva bastante bien. Ideal para el desayuno, la merienda e incluso para que los peques lo lleven al colegio (siempre y cuando permitan bollería para los recreos porque en el caso del cole de Lara está totalmente prohibida incluso aunque sea casera)
Los frutos secos se los podéis variar a vuestro gusto. Yo usé una bolsita que tenía en casa que había recibido en una caja a la que estoy suscrita, pero vamos, que esto es un aprovechamiento total y cualquier cosa que tengáis en los armarios de la cocina le va a ir de lujo.
Os invito a que toméis buena nota y os animéis a prepararlos en casa, como llevan verdura parecen menos pecaminosos, os lo puedo asegurar.
Y ahora os propongo a que compartamos uno mientras os cuento la receta ¿me acompañáis?
Ingredientes:
* 300 gramos de calabacín
* 150 mililitros de leche
* 100 mililitros de aceite de girasol
* 100 gramos de azúcar
* 2 huevos
* 250 gramos de harina
* Un sobre de levadura química
* Una cucharadita de canela en polvo
* 120 gramos de frutos secos y fruta deshidratada (la que yo usé tenía nueces pecanas, cacahuetes, anacardos, arándanos y cerezas)
* Una cucharada de harina
Elaboración:
1. En el vaso de la batidora ponemos el calabacín limpio y troceado junto con la leche y batimos hasta obtener una crema.
2. Añadimos el aceite, los huevos y el azúcar y batimos.
3. Vertemos en un bol y añadimos la canela, la levadura y la harina. Mezclamos lo justo para integrar.
4. En un bol ponemos la mezcla de frutos secos y fruta deshidratada y una cucharada de harina y mezclamos bien.
5. Los añadimos a la mezcla de los muffins y repartimos bien por la masa con ayuda de una espátula.
6. Ponemos las cápsulas en nuestra bandeja para muffins y con ayuda de una cuchara para helados repartimos la mezcla.
7. Introducimos en el horno precalentado a 210 y horneamos durante 25 minutos o hasta que al pinchar en el centro con una brocheta de madera esta sale limpia.
8. Dejamos con la puerta del horno entreabierta cinco minutos y sacamos. Dejamos enfriar por completo sobre una rejilla.
Para conservarlos yo los guardé en un táper y ¡al frigorífico! Más que nada porque aún hacía calor y no me fiaba de dejarlos fuera y encontrarme con una desagradable sorpresa.
Aguantaron perfectamente hasta el último día, pero también admiten que los congeléis y los vayáis sacando un rato antes de consumirlos ¡estarán como recién horneados!
Ya veis que es una receta súper fácil de preparar y que es ideal para conseguir comer más verdura o que aquellos que no la toman lo hagan sin saberlo siquiera ¡nadie notará que lleva calabacín!
Como vuelve a ser una receta de aprovechamiento va de nuevo para el reto 1+/-100, desperdicio cero de mi gran amiga Marisa que me incita (aún más) a que nada vaya a la basura.
Me encanta leer vuestros comentarios y consejos sobre la mamitis de Lara (y sobre cualquier tema en general) Lo cierto es que hay cosas que ayudan a comprender el comportamiento de la niña y me ayudan a enfocarlo de otro modo y también a contemplar los "problemas" con perspectivas diferentes.
Me cuesta asimilar que tenga celos de Elena porque crea que le presto más atención. De hecho yo tengo la sensación de que paso bastante de la pequeña porque Lara demanda bastante más de mi que ella y estoy segura de que paso más tiempo con Lara que con Elena. Eso no quita que los cuatro ratos que le dedico a la bebé le parezcan a Lara un mundo y que no sea complicado para ella compartir a su mamá que hasta hace menos de un año era suya y de más nadie.
Lo que tengo claro es que Elena demanda mucho menos de mí de lo que demandó Lara en su día y que le tiene bastante más apego a su padre (y sobre todo al mío) de lo que me tiene a mí. Así se equilibra la balanza del cariño entre retoños y progenitores.
En fin, no me extiendo más y sigo con mis tareas que no son pocas. Prometo irme poniendo al día con vuestras recetas ¡paciencia! que antes o después asomo la patita.
Nos leemos la semana próxima, os prometo una entrada muy dulce ¡y hasta aquí puedo leer! (y os invito a que vayáis haciendo cábalas y cuentas a ver si alguno adivina...)
Manos a la masa y ¡bon appétit!