La real. Esa de aulas abiertas y niños llorando en las puertas de los colegios. Y no la vuelta a clase que nos quieren vender desde hace unos años los comercios invitándonos a que reservemos en julio los libros de texto y los uniformes para el nuevo curso cuando en muchas casas las mochilas cargadas con los libros del curso que acaba de terminar están aún tiradas detrás de la puerta.
¡Qué mania con adelantarlo todo! En un pispás tendremos los anuncios navideños y los turrones en el supermercado. Y puestos a transigir trago mejor los turrones en octubre que la vuelta al cole en julio. Cuando escucho eso de "la navidad dura tan poco que intentamos alargar su magia lo máximo posible" puedo "aceptar barco" pero el curso escolar es demasiado largo como para intentar estirarlo un poco más.
Y ahora sí que sí soy una madre de pleno derecho que sufre la "vuelta al cole" en sus propias carnes. Y me voy a quejar de todo lo divino y lo humano. Bien es cierto que Lara ya ha pasado tres cursos en la guardería, los dos últimos con libros de actividades (y no precisamente baratos por cierto) pero no es hasta ahora que entro en el juego de delegados de clase, listas de material escolar, excursiones, grupos de WhatsApp (que por lo visto ahora el Telegram es la última moda para evitar la avalancha de OKs, gracias, emoticonos y mensajes del tipo "qué era lo que dijisteis hace cinco días que lo leí pero borré el chat y no me acuerdo...")
Te lo estás viendo venir. Y no te equivocas. Vuelvo a venir guerrera.
Yo creía que el mundo escolar no era ajeno a mí. Partiendo de la base de que tengo dos carreras universitarias es más que evidente que he pasado buena parte de mi vida en un aula. Sin embargo las cosas han cambiado mucho o al menos esa es mi impresión.
Bien es cierto que mis primeros años (aquella famosa EGB) los cursé en un colegio concertado y además de llevar uniforme el tema del material escolar (excepto los libros de texto y las mochilas) corría a cargo del colegio. Se pagaba una cuota anual y en el centro te proporcionaban lo que necesitabas a lo largo del curso.
No sé cómo se hacía en los colegios públicos entonces, pero de lo que estoy segura es de que no se hacía como se hace ahora.
Ahora te dan una lista de material que has de aportar en las primeras semanas de curso y además se pone un dinero por niño para hacer frente a gastos comunes (tipo toallitas, cartulinas para algún proyecto y fruslerías similares). Vaya por delante que esto del dinero me parece la mar de cómodo. Para los padres y para el centro.
¿Cuántas veces no han pedido en el colegio que llevemos una cartulina o un pliego de papel charol o de seda para tal o cual manualidad y llegado el día en cuestión hay algún niño que no lo lleva? ¿Qué hace el profesor en este caso? ¿Deja al niño sin hacer la actividad? ¿no la hacen el resto porque un niño no ha llevado el material? Lo dicho, genial que los delegados de clase se hagan cargo de este tipo de compras.
Lo que me parece de locura son algunas listas de material escolar. Por si alguien se despista estoy hablando de listas de material escolar para educación infantil. A saber 3, 4 y 5 años.
A Lara le han pedido una cosa muy normalita. Pegamento, un lápiz, una goma, una pastilla de plastilina, una carpeta para sus trabajos, un paquete de folios, un par de pinceles y tres libros. Genial. No han pedido colores ni pinturas porque de lo que han ido aportando cursos anteriores han ido quedando kilos y kilos en el centro que se pueden seguir utilizando perfectamente este y muchos cursos más.
Y me parece una base maravillosa para aprender que las cosas tienen una vida útil muy larga.
Donde veo el problema es en otros centros. He visto una lista de material que da miedo. Ocho cajas de ceras Plastidecor ¿Hola? ¿he leído bien? ¡ocho cajas! ¿pero qué hacen los niños en ese colegio con las ceras? ¿se las comen? porque en mi casa Lara tiene un estuche lleno de lápices y ceras de colores de cuando yo era pequeña y os aseguro que mis hijas serán grandes y probablemente no los hayan gastado.
Una caja de lápices (de los de escribir) y una caja de gomas (de las de Milán de toda la vida) Partiendo de la base de que con tres años no saben escribir y van a hacer cuatro trazos que alguien me cuente cómo van a gastar una caja entera de lápices ni qué van a borrar con una caja entera de gomas.
Cinco sacapuntas. Ya sé, será para hacer serrín los lápices y las ceras porque si no tampoco me lo explico.
Y así un largo despropósito.
Un momento. Igual es que no es para el primer curso, igual es que es el material que van a necesitar todo el ciclo (tres cursos) Pues no, que al año siguiente otra lista igual de disparatada.
Y los padres tragan y la AMPA no se lleva las manos a la cabeza. Y por si fuera poco en ese centro ponen 20 euros de fondo para más material ¡cada curso! lo que multiplicado por 25 alumnos de la clase da la friolera de 500 eurazos por año y 1.500 por ciclo. Que digo yo que da para muchas cartulinas, papel de seda y toneladas de toallitas húmedas.
En nuestro centro se han puesto 5 euros (también son 25 niños) y la tutora nos dijo que con ese dinero ha tenido clases que han echado todo el ciclo ¡ciclo! que son tres años como ya he dicho.
La persona que me ha enseñado esas listas de material escolar terminó el ciclo de infantil el curso pasado y ha alucinado con mi lista. Lo que no me explico es cómo no ha alucinado con las suyas porque no me parece ni medio normal.
Además a finales de junio le devolvieron el material del que no ha hecho uso su hijo y aunque iba cargado de material escolar ni mucho menos es tanto como cabía esperar tras la ingente aportación.
En el centro lo justifican diciendo que los niños son pequeños y pierden las cosas. A ver que yo me entere. Si cada niño tiene una caja de ceras, están coloreando y cuando terminan a Pepito le falta la cera verde no hay más remedio que la cera verde esté en el suelo del aula, se mira, se busca y vuelve a tener todas sus ceras.
Si cuando a un niño le falta una cera, o una goma o un lápiz la solución de la profesora es darle una caja nueva (o una goma o un lápiz) el niño jamás aprenderá a ser responsable ni a cuidar de su material.
Y por si alguien se lo está preguntando hablamos de dos centros públicos y en el mismo pueblo.
Así que visto lo visto, además de jornadas de puertas abiertas los centros se deberían plantear publicar sus listas de material escolar antes de solicitar plaza en uno u otro colegio dado que la cuesta de septiembre no es igual de empinada en función del centro al que vayan los peques de la casa.
Para que la vuelta a las aulas sea menos dura (o al menos un poco más dulce) y dado que el otoño parece que se otea en el horizonte os traigo unos muffins que están para quitarse el sombrero.
Y está feo que lo diga porque los he hecho yo.
Pero es la pura verdad.
Este año las higueras de mi padre están a pleno rendimiento. Y aunque los higos me encantan (y a mi madre también) es imposible comérselos todos antes de que se pongan malos y/o traiga más.
Es lo que tiene esta fruta. Que la estás viendo madurar en el árbol, te mueres de ganas de que uno, sólo uno se madure, porque tienes muchas ganas de comer higos, y de repente ¡zas! todos maduros a la vez ¡y no es que aguanten precisamente!
Y cuando mi padre se pone nervioso y empieza a decir "he traído un cubo lleno de higos y en la cochera hay otro que traje hace dos días a ver qué vais a hacer con ellos" a mí se me enciende la vena repostera.
El cuerpo me pedía muffins (ya os adelanto que tengo en la "reserva" recetas de muffins para aburrir) y mi mente me recordaba que tenía un par de botes de crema Lotus en el armario. ¿Qué podía salir mal?
En todo caso el que no arriesga no gana y aunque tenía ciertas dudas porque ambos ingredientes son bastante dulces el resultado ha sido espectacular.
No sólo en cuanto a sabor. La textura es impresionante. Húmeda, tierna jugosa... y os puedo garantizar que aguantan exactamente igual del primer al último día (que ha sido casi una semana porque estoy limitando muchísimo el consumo de dulce a ver si de una vez por todas recupero el peso pre embarazos)
La semana pasada os comentaba lo malísima que es Lara para comer. Nunca quiere probar nada nuevo. Cuando vio estos muffins le llamaron la atención por el papel rojo. Pidió uno. Yo loca de contenta aunque no las tenía todas conmigo porque no es la primera vez que pide algo y después de tenerlo veinte minutos entre las manos lo deja sin probar siquiera y dice que no quiere o que no le gusta.
Se comió medio. Lo que es todo un logro para mí.
Mi señor esposo que pululaba por ahí se comió el otro medio. A regañadientes. Porque según él no le apetecía comer nada. Menos mal. Se comió dos más sin miramiento alguno.
Suerte que no le apetecían muffins en aquel preciso momento.
Como el tiempo invita, aunque sea a ratos, a encender el horno he decidido publicar cuanto antes esta receta por si sois además de los afortunados que disfrutáis de higos de cosecha propia o ajena para que tengáis una idea deliciosa para darles salida.
Ya os digo yo que si cuando te levantas te espera una de estas maravillas para desayunar el madrugón es menos duro (y habla una madre que hay noches que se las pasa más en vela que durmiendo)
Y además comemos fruta. Que hay a quien le cuesta.
Como no a todo el mundo le gusta encontrar las semillas del higo en las masas he optado por triturarlos y son prácticamente imperceptibles aunque dejan una textura muy interesante en estos muffins. Es más, si a vosotros no os molesta en lugar de triturar podéis chafarlos con un tenedor.
Siempre os digo que no me gustan las cosas muy empalagosas y tenía mis dudas. Le añadí un poquito de azúcar moreno a la masa y creo que he encontrado un equilibrio bastante bueno. Aquí entra en juego muchísimo no solo el gusto de cada uno si no el grado de madurez de la fruta y el dulzor de la misma.
Yo utilicé unos higos maduros pero (entre nosotros) un poco insípidos. De hecho la idea era dar salida a esos que no estaban demasido buenos para comerlos solos y dejar los que más me gustan (que son los de las fotos) para zampármelos alegremente.
Han pasado a mejor vida por la puerta grande. Os lo aseguro.
Con recetas como esta siempre pienso que es una pena que no se pueda percibir el olor a través de la pantalla e incluso tocar, porque os cautivaría la textura. Y de catar ni hablamos que nos perdemos
Mientras escribo la entrada no hago más que pensar en ellos y creo que son un firme candidato a ser repetidos esta misma semana antes de que los higos se acaben. Y os aseguro que son muy pocas veces las que repito receta.
Vosotros sabéis tan bien como yo cómo es la vida de un bloguero, siempre a la caza de una receta nueva, siempre buscando algo nuevo que ofrecer en nuestras cocinas... así que os podéis hacer una idea de lo que nos han gustado.
Sin lugar a dudas han entrado pisando fuerte y se cuelan en mi top 3 ¡y mira que he heho recetas de muffins!
Espero que os animéis porque además se tarda muy poquito en tenerlos listos ¿Quién quiere uno?
Ingredientes:
* 350 gramos de higos (peso de la fruta limpia, sin piel)
* 200 gramos de crema de galletas Lotus
* 2 huevos
* 60 gramos de azúcar moreno
* 1 sobre (15 gramos) de levadura química (impulsor)
* 100 ml de aceite de girasol
* 220 gramos de harina
* 10 galletas Lotus
Elaboración:
1. Pelamos los higos y los ponemos en la jarra de nuestra batidora o en el procesador de alimentos que usemos habitualmente. Añadimos los huevos y batimos hasta obtener una crema.
2. Añadimos la crema Lotus y el azúcar y volvemos a batir hasta integrar.
3. Vertemos en un bol amplio y añadimos la levadura y la harina y mezclamos lo justo para que no queden grumos.
4. Por último troceamos las galletas Lotus y con ayuda de una espátula procuramos que queden bien repartidas en la masa.
5. Ponemos las cápsulas de papel en nuestra bandeja para hornear muffins y con ayuda de una cuchara para helados vamos repartiendo la masa.
6. Introducimos en el horno precalentado a 200º C y horneamos durante 25 minutos o hasta que al pinchar en el centro con un palillo de madera este salga limpio.
7. Dejamos con la puerta del horno entreabierta cinco minutos y a continuación los sacamos, retiramos de la bandeja para muffins y dejamos enfriar por completo sobre una rejilla.
Una vez completamente fríos los ponemos en un táper que cierre bien y los guardamos en el frigorífico. Estarán tiernos y esponjosos hasta el último día.
La receta se puede adaptar. Si no queréis ensuciar el vaso de la batidora chafais los higos con un tenedor y el resto de ingredientes se incorporan batiendo a mano con unas varillas sin problema alguno.
En todo caso si la crema está dura podéis calentarla en el microondas unos segundos para ablandarla.
Y si no tenéis higos, porque sé que no en todos los lados hay, y en algunos sitios si se encuentran en fruterías es a precio de oro, se puede sustituir por otra fruta de vuestro gusto.
Si tenéis la crema Lotus crunchy no hace falta que añadais las galletas troceadas ¡pero en este caso no la paseis por la batidora! Y si no tenéis galletas no pasa nada tampoco por no añadirlas a la masa.
Espero que os animéis ¡estos muffins no os van a defraudar! Y si lo hacéis quiero que me contéis que os ha parecido y me etiquetéis en redes sociales.
Como en esta receta he aprovechado unos higos que ni estaban muy buenos ni tenían mucho aguante va directa al reto de mi amiga Marisa 1+/-100, desperdicio 0 que tanto me gusta y en el que no me canso de invitaros a participar.
Al principio de la entrada os comentaba que Lara había comenzado el colegio el martes.
A pesar de haber elegido un buen colegio, donde sólo hay educación infantil y por tanto están más que pendientes de los niños, que siguen siendo tremendamente pequeños a pesar de que ellos dicen que van al "colegio de mayores", y tener la intuición de que todo va a ir bien, es inevitable plantearte miles de dudas cuando se acerca el momento.
Lo mismo me pasó la semana pasada con Elena a pesar de la experiencia previa con Lara que hasta el 31 de julio estuvo en esa guardería. La niña ni se ha enterado. Los primeros días, que sólo ha ido dos horas (periodo de adaptación que tan de moda está) se los ha pasado durmiendo. Esta semana, que ya come allí pues sigue tan ricamente.
Es tan pequeña que ni tiene noción del tiempo, ni echa de menos a nadie, ni me reconoce a mí siquiera (tengo esa sensación)
Debo reconocer que lo de Lara ha sido toda una sorpresa. Llegó, se encontró con su amiga del alma (aquella con la que se pasaba el día asomada a la ventana cuando comenzaron a ponerse en pie en la guardería) se dieron la mano, entraron en el patio del colegio cuando abrieron la puerta como si no hubiera un mañana, las colocamos en fila y cuando hubo que entrar en el colegio no miraron ni hacia atrás para decirnos adiós.
Ahí nos quedamos la otra madre y yo con cara de acelga pensando que nuestras hijas pasaban de nuestro trasero ja ja ja
Y así ha seguido la tónica el resto de mañanas.
Lo de traca fue el primer día a la salida. Cuando me la da la seño, se suelta de la mano y sale corriendo mientras dice que se va a quedar jugando en el patio un ratillo que no los habían dejado salir y que ella tenía ganas de estar allí más rato. No podía arrastrarla fuera.
Así que lo de plantearse lo que nos iba a costar el cambio ha sido pérdida de tiempo y ganas de preocuparse alegremente (cosa inherente al gen de madre)
En fin, la semana que viene más. Mientras tanto sed felices
Manos a la masa y ¡bon appétit!