Mis mejores recuerdos de verano son de la infancia. Aún recuerdo la sensación que me embargaba el último día de colegio. La promesa de unas vacaciones, aún por estrenar, ponían mil mariposas en mi estómago.
Aquellos veranos se antojaban eternos. Eran días de cantos de chicharras y noches de cantos de grillos, de rodillas peladas y pies polvorientos, de atardeceres de puertas regadas y de noches de vecinos sentados al fresco.
Mis veranos siempre tenían el sabor y el olor de la fruta recién cogida y aunque se hayan perdido muchas cosas por el camino afortunadamente siguen estando llenos de sabores, colores y aromas de temporada.
Si hay una fruta que anuncie la llegada del verano para mí son las cerezas.
Me fascinan.
Me siento a comerlas y no tengo fin.
De hecho hay noches que sólo ceno cerezas. Para evitar los remordimientos de los atracones que me doy con ellas.
Y es que mi tío tiene las mejores cerezas del mundo. Adelanto que las de las fotos de hoy no les hacen justicia, pero son las que quedaban.
Tiene cerezas gordas como pelotas de ping-pong. Tersas, brillantes, de un atractivo color rojo.
Siempre quiero hacer muchas recetas con ellas y acabo devorando todas las que llegan a casa (que se cuentan por varios kilos por semana durante dos o tres semanas)
También me da cierta pereza deshuesarlas. No sólo el tiempo que requiere sino lo que mancha las manos. Y hacerlo con guantes me agobia, nunca nos hemos llevado bien.
Pero el verano pasado me hice con un cacharrito en Aliexpress por un euro o así que tardó lo suyo en llegar. No daba un duro por él, pero me ha sorprendido gratamente ya que cumple perfectamente su función, sin manchar mucho y sin destrozar la cereza.
Así que hoy nos desayunamos unos ricos muffins para despedir el mes de junio y para festejar la primera semana de verano.
Y con esta receta cumplo la cuarta semana consecutiva publicando lo que reposteo el fin de semana previo, pero si de aprovechar las cerezas se trata no puedo dejarlo para más adelante y si hablamos de encender el horno... ¡uf!... con la que está cayendo desde el fin de semana pasado comienza a dar pereza ¿verdad? Así que mejor cuanto antes o acabaremos acomodándonos a los postres fresquitos y no saldremos de ahí hasta el otoño.
Hace mucho que no preparaba muffins y he abierto mi caja de los truenos porque me ha entrado el gusanillo.
No tengo remedio.
Tengo épocas, en pleno invierno, que me engancho a los postres fríos y no salgo de ahí. Para verme meses después, en plena canícula, encendiendo el horno y preparando muffins y bizcochos como si no hubiera mañana.
Mis contradicciones y yo.
En estos días le estoy dando muchas vueltas a lo que el estado de alarma nos ha quitado en casa. Partiendo de la base de que somos afortunados puesto que nadie de nuestro entorno más cercano se ha contagiado ni ha muerto, que mi trabajo no se ha visto afectado y el de mi marido muy poco, lo único que a nosotros nos ha afectado (a grosso modo) son las medidas de distanciamiento social, el uso de mascarillas y el cierre de los colegios y las guarderías.
Yo no voy a hacer un drama porque las niñas no tengan clase. Pudimos organizar nuestros horarios hasta que el confinamiento fue menos restrictivo y pudieron quedarse de nuevo al cargo de mis padres que es mucho más de lo que han tenido muchas familias.
Lo que me da pena es todo lo que han dejado de vivir.
Lara se ha perdido la mitad de su primer año de colegio. Hemos ido trabajando en casa, siguiendo las tareas que la profesora nos ha hecho llegar pero ni es el entorno más adecuado ni ha tenido en mí la mejor formadora posible.
Mi tiempo es muy escaso y mi paciencia inexistente. Es complicado sentarse con ella cuando regreso del trabajo porque no tiene ganas y además está cansada de todo el día.
El pasado viernes tenía que haberse celebrado su fiesta de fin de curso y este martes habría sido su último día de colegio. Son cosas que ha perdido y que no va a recuperar.
Elena también se ha perdido su primer año de guardería. Está muy espabilada, sabe muchas cosas, pero en un entorno más estimulante es posible que se hubiera desarrollado más (por no hablar de relacionarse con otros bebés). Esta semana habría sido la fiesta de su guardería. Y yo me moría por verla bailar, porque tiene mucho desparpajo y muy poca vergüenza, pero ha sido otra cosa que hemos perdido.
Y ya os digo que somos afortunados, que echo de menos cosas que con el tiempo no tendrán trascendencia alguna y que ellas habrían olvidado igualmente, pero yo no.
Sin duda va a ser un verano atípico y cruzo los dedos para que más pronto que tarde podamos retomar cierta normalidad que personalmente veo muy lejana a tenor de las noticias que llegan en los últimos días de rebrotes en todo el mundo.
Lo que no ha cambiado es mi pasión por los muffins. Y por la fruta de temporada.
Y los que os traigo hoy están para ponerles un piso, o dos.
Tiernos, jugosos, con un copete envidiable y un interior lleno de color y sabor gracias a las cerezas.
No se puede pedir más.
¿O sí?
Pues sí. Porque se preparan en un pispás con ingredientes de andar por casa. Con deciros que la mayor dificultad es sacarle el hueso a las cerezas ya os lo he dicho todo.
Es además una receta todoterreno porque cambiando la fruta tenemos mil variantes posibles así que no hay excusas para no desayunar o merendar rico ¡y casero!
Y por si todo lo desmás fuera poco aguantan como campeones. Yo los tengo en un táper en el frigorífico y están igual que el primer día. Quedan poquitos, pero es que o los raciono o hubieran volado en el fin de semana.
Este año parece que la operación biquini no está de moda, pero nosotros deberíamos hacer la operación pre-comunión. Nuestra sobrina mayor hacía la comunión en mayo. Evidentemente se canceló y ahora tiene fecha para julio. No estaría mal poder llevar alguno de los trapitos que tenemos con cierta dignidad.
Y la piscina de nuestro club abre sus puertas mañana, así que igual habría que pensar en sacar el traje de baño (y tal vez en algún caso un bote de vaselina a ver si uno que yo me sé es capaz de embutirse en los del verano pasado ja ja ja)
Pero las tentaciones son tantas, y nos hemos dejado llevar durante tantas semanas que es imposible que no nos pase factura.
Espero que si tenéis cerezas os animéis con estos muffins porque estoy segura de que os van a encantar y hasta repetireis con ellos.
Como cada semana os invito a compartir uno mientras os cuento cómo prepararlos en casa ¿me acompañais?
Ingredientes:
* 85 gramos de mantequilla
* 2 huevos
* 250 gramos de yogur griego
* 130 gramos de azúcar
* 50 ml de leche
* 15 gramos de levadura química (impulsor)
* 325 gramos de harina
* 1 cucharadita de vainilla
* 1 gramo de sal
* 200 gramos de cerezas (peso ya deshuesadas) + 1 cucharadita de harina
* Azúcar aromatizada al ron (opcional)
Elaboración:
1. Derretimos la mantequilla en el microondas o al baño maría y la ponemos en un bol.
2. Añadimos los huevos, batiendo en cada adicción, el yogur, la leche y la esencia de vainilla y batimos hasta obtener una masa homogénea.
3. Incorporamos la levadura química, la sal y la harina y mezclamos lo justo para integrar y que no queden grumos.
4. Tapamos y dejamos reposar en el frigorífico de un día para otro. Si no podéis esperar obviamos este paso.
5. Lavamos y deshuesamos las cerezas, las partimos en mitades si son muy grandes y añadimos una cucharadita de harina. Removemos bien para que queden bien impregnadas de harina.
6. Vertemos en el bol de la masa y repartimos bien con ayuda de una espátula.
7. Ponemos nuestras cápsulas de papel en la bandeja para hornear muffins (si son rígidas no hace falta bandeja) y con ayuda de una cuchara para helados vertemos la mezcla en cada cápsula.
8. Espolvoreamos con un poco de azúcar aromatizada (este paso se puede omitir) e introducimos en el horno precalentado a 200 º C
9. Horneamos durante 20 minutos, bajamos la temperatura a 180º C y horneamos 10 minutos más o hasta que al pinchar con una brocheta en el centro de un muffin esta salga limpia.
10. Dejamos cinco minutos dentro del horno con la puerta entreabierta, sacamos, retiramos de la bandeja y dejamos enfriar por completo sobre una rejilla.
Una vez fríos los metemos en un táper que cierre bien y los guardamos en el frigorífico. Cuando los postres tienen fruta fresca no es buena idea dejarlos a temperatura ambiente, menos cuando está haciendo tanto calor.
Como todos los muffins podemos meterlos en una bolsa, cerrarlos bien y congelarlos. O envolverlos individualmente en film transparente y congelarlos, opción muy práctica para sacarlos de uno en uno.
Si os ponéis con esta receta ya veréis cómo triunfáis en casa.
Sigo liadísima, pero estoy intentando sacar hueco para visitar vuestras cocinas y dejar alguna muestra de mi supervivencia. Gracias por seguir pasando por mi rincón cada jueves.
Nos leemos la semana próxima ¡sed felices!
Manos a la masa y ¡bon appétit!