Los que habitualmente pasáis por mi cocina sabéis que la mayoría de las recetas que comparto son fruto de la más pura improvisación derivada de la necesidad de aprovechar alimentos que ya tengo en casa.
Los muffins que os traigo hoy son buen ejemplo de ello.
Recuerdo muy bien la mañana que los preparé, probablemente fue la última receta que hice embarazada de Elena.
Tenía una barriga enorme que me complicó bastante tomar las fotos.
En realidad no tenía intención alguna de que esta receta llegara al blog.
En el frutero había unos plátanos abandonados a su suerte por mi marido. Os he contado mil veces que él se los come casi verdes. Sí ya sé que no es ni siquiera saludable, pero a estas alturas es mayorcito para saber lo que se mete entre pecho y espalda y yo estoy cansada de batallar con él.
Los pobres no estaban ni medio maduros cuando los dejó allí plantados, pero los días pasaban y los plátanos estaban cada vez más aburridos.
Y yo me aburría con ellos.
Y sabía que el parto de Elena era cuestión de días.
Así que aquel último sábado que fuimos tres en casa decidí hacer unos muffins tirando de lo que había en los armarios de la cocina y en el frigorífico con la idea de no tener muchas cosas por lo que pudiera pasar y lo que pudiera alargarse.
Y usé estas cápsulas. De las que tengo un arsenal en un cajón.
Monísimas sí, pero que nunca conseguía que los muffins subieran homogéneos y aunque ricos quedaban con un aspecto... digamos mejorable.
Y yo que de paciencia voy corta, al segundo o tercer intento las dejo abandonadas y a otra cosa mariposa.
Pues esta vez, que no daba un duro por que salieran bien subieron parejos, y quedaron unos muffins de lo más resultones.
Y encima olían de maravilla, y cuando se templaron probé uno y estaban muy ricos así que no me quedó más remedio que anotar las cantidades y hacerles las fotos de rigor porque merecían un hueco en mi cocina.
Han tardado en ver la luz, pero porque siempre hay recetas que se cuelan.
Ya sea porque son con productos de temporada, o típicas de alguna fecha o porque las acabo de hacer y nos han gustado tanto que no puedo dejarlas en la reserva...
Pero de vez en cuando abro las recetas que tengo en borradores y rescato una de ellas.
Es curioso cómo antes apenas podía compartir recetas con plátano porque en casa iban cayendo sin dar pie a que se maduraran (salvo que optara por esconderlos) y de un tiempo a esta parte cada vez con más frecuencia se van quedando abandonados en el frutero.
Creo que sé la explicación. Las niñas y yo comemos plátano de Canarias. Mi marido dice que prefiere las bananas (allá él con sus gustos) y compra sin talento habida cuenta de que sólo se las come él.
¿Qué pasa? que a su gusto están poco tiempo, y cuando se ponen amarillas ya no las quiere.
Y ahí las dejo yo que se pongan negras antes de darles una segunda vida.
Sea como fuere vengo publicando muchas recetas de aprovechamiento con los plátanos maduros y tengo un par de ellas en la retaguardia que están para chuparse los dedos.
También os aseguro que después del incidente con los supuestos plátanos podridos (que si os lo perdísteis o si queréis recordarlo y echaros unas risas podéis leer en la receta de esos muffins de plátano con pepitas de chocolate) no ha vuelto a abrir la boca cuando preparo nada con fruta y se guarda para sí mismo sus opiniones acerca del nivel de maduración o la idoneidad del alimento en cuestión.
¿Qué os digo de estos muffins?
Pues que son una receta ideal para esos plátanos abandonados y que nadie quiere.
Que son (casi) una receta saludable, que están muy ricos, que son ideales para el desayuno y cargarnos de buena energía para afrontar la jornada ¡que nunca viene mal! o para la merienda y regalarnos una recarga de pilas para acabar el día.
No son los muffins más ricos del mundo, tampoco lo más golosos ni los más pecaminosos pero ¡oye! que tienen su aquel y estoy segura de que si os animáis os van a gustar.
El interior es jugoso, tierno y esponjoso y se conservan de lujo en un táper bien cerrado ¡en el frigorífico!
Soy una pesada, lo sé, pero las masas siempre en frío, por favor, sobre todo si llevan fruta, que en un abrir y cerrar de ojos están malas y nadie quiere tener que tirar comida y mucho menos enfermar.
Espero que os haya gustado la receta de hoy y que si alguna vez tenéis unos plátanos medio pochos en la cocina os acordéis de estos muffins y les deis una oportunidad ¡seguro que os gustan!
¿Alguien se apunta a compartir uno mientras os cuento la receta?
Ingredientes:
* 4-5 plátanos maduros.
* 200 gramos de harina integral
* 100 gramos de salvado de avena
* 1 sobre de levadura (15 gramos)
* 25 gramos de azúcar moreno
* 50 gramos de miel
* 60 ml de aceite de oliva virgen extra (AOVE)
* 1 cucharadita de canela en polvo
* 2 huevos
* 2 yogures (yo usé desnatados) de 125 gramos cada uno naturales o de plátano o vainilla.
* Copos de avena para espolvorear.
Elaboración
1. En un bol amplio (o en el vaso de la batidora si es lo suficientemente grandes) ponemos los plátanos pelados y en trozos, la miel, los huevos, los yogures, el AOVE, el azúcar y la canela y batimos hasta conseguir una mezcla homogénea y sin grumos.
2. Añadimos el salvado de avena, la harina y la levadura y mezclamos hasta integrar.
3. Con ayuda de una cuchara para helados vertemos en nuestras cápsulas para muffins (si son rígidas no necesitaremos bandeja, si son de papel os aconsejo usar una bandeja para hornear muffins para que suban bien) dejando un poquito hasta llegar al borde sin llenar.
4. Espolvoreamos con unos copos de avena e introducimos en el horno precalentado a 200º C
5. Horneamos durante unos 25-30 minutos (depende del tamaño de las cápsulas) o hasta que al pinchar con un palillo de madera en el centro de un muffin este salga limpio.
6. Dejamos reposar diez minutos en el horno con la puerta entreabierta, sacamos y dejamos enfriar por completo sobre una rejilla.
Como os he comentado se conservan perfectamente en el frigorífico, bien tapados.
Otra opción es congelarlos e irlos sacando un rato antes de consumirlos. En casa no optamos mucho por congelar bollería por falta de espacio en el congelador más que por otra razón y porque además somos de buen diente y casi todo dura un suspiro.
Como es una receta de aprovechamiento y pura improvisación va para el reto 1+/-100 desperdicio cero de mi amiga Marisa en el que como siempre os invito a participar o como mínimo a visitar para coger ideas de aprovechamiento para que ningún alimento acabe en la basura.
Las niñas siguen bien y mi padre con su primera dosis puesta. No ha tenido ninguna reacción, ni siquiera una mínima molestia así que ahora a esperar su segunda dosis y que sea igual de llevadera que la primera y por supuesto a que llamen a mi madre, aunque seguramente para esto falte, no tanto por la edad sino por la carencia de dosis.
Gracias a todos por pasar puntuales a nuestra cita de los jueves aún a pesar de mi prolongada ausencia de la blogosfera en las últimas semanas dado que la AEAT no perdona nuestra cita trimestral. Haceos cargo de que alguien tiene que buscar dinero para las paupérrimas arcas del Estado.
Espero ponerme al día pronto, pero que sepáis que no me olvido de vosotros, es sólo una enorme falta de tiempo.
Nos leemos la semana próxima, aunque antes espero poder hacer acto de presencia en vuestros blogs.
Manos a la masa y ¡bon appétit!