De este verano que pasará a la historia sin fiestas de barrio, sin bailes de verbena, sin amaneceres con tufo a la fritanga del puesto de churros, sin luz de farolillos rompiendo la madrugada, sin señoras sentadas al fresco en la plaza o en corrillos en las puertas de las casas al caer la tarde, sin grupos de niños con piernas polvorientas y rodillas peladas jugando en las calles, sin mañanas de abuelos en los parques entreteniendo a los nietos mientras sus padres trabajan...
El de 2020 será el verano del miedo, de la desconfianza, del mirar con recelo al que tenemos al lado, de la incertidumbre, pero también será el verano de la rebeldía, de la inconsciencia, de la incredulidad, de la negación...
2020 nos ha privado de nuestras rutinas y costumbres. O debería de haberlo hecho. Ha llegado dándole la vuelta a la vida de todo el mundo como si de un calcetín se tratase y nos ha abofeteado en la cara para que miremos la realidad a los ojos y tomemos conciencia de que lo que hoy tenemos en cuestión de segundos puede hacerse añicos.
El mundo sigue girando. A saber cómo estaremos en unos meses. Yo que soy animal de rutinas y horarios, de tenerlo todo planificado no acabo de encontrarme en medio de este mar de incertidumbres e intento arañar el máximo de normalidad para nuestras vidas.
Lo que es seguro es que en cinco días despediremos el verano y para decirle adiós he elegido estos muffins de calabacín y limón.
La vuelta a las aulas está siendo una realidad. No entraré en debatir si está siendo algo improvisado (pero a ver qué planificación hacemos cuando dependemos de algo incierto y voluble) ni apostaré cuánto vamos a durar (que confío sea mucho pero presiento lo efímero de la situación)
Y las vacaciones laborales (extrañas allá donde las haya en comparación con las de años anteriores) también tocan a su fin.
Tengamos la situación que tengamos al otro lado de la ventana la rutina del desayuno no deberíamos perderla. Os he contado muchas veces que a raíz de mis embarazos yo la cambié por completo y ahora es quizá mi mejor momento del día.
Así que aquí llego yo con un desayuno de campeones, cargado de vitaminas y energía para afrontar la jornada con muchas ganas y con el estómago bien lleno, lo que siempre contribuye al estado de bienestar ¿o acaso no estáis de acuerdo conmigo?
Porque yo desayuno y cambio la cara. Me cambia hasta el humor. Más si tengo algo tan bueno esperándome. Así es que ni me cuesta madrugar.
El verano pasado la huerta de mi padre fue muy fructífera en lo que a calabacines se refiere. Todos los días venía cargado con dos o tres (como mínimo) de tamaño más que considerable.
Y a mí se me agotaban las ideas para cocinar con ellos. Y a mi marido se le agotaba la paciencia con tanto calabacín servido en la mesa día sí y día también.
Un día me ví diciéndole a mi padre que sólo me faltaba comerlos en el desayuno. Y se me encendió la luz.
Y me puse a repostear.
Como una loca.
Surgió este brownie, estos muffins y un montón de recetas más que tengo en borradores, para no volverve monotemática, como es el caso de la que publico hoy.
Aunque tenemos calabacín todo el año, a mí es una verdura que me recuerda siempre al verano, sobre todo a la etapa final, a las puertas del otoño. De ese otoño que es más verano que otoño en realidad.
Y el limón siempre tiene un punto veraniego y refrescante para mí. Por eso esta receta me ha parecido perfecta para representar estos días de transición, de vuelta a las rutinas aún con el calor en ciernes, de volver a preocuparnos por comidas y meriendas sanas y equilibradas...
Que adoro los muffins no es un secreto para nadie que se pasee por esta cocina.
Que me gusta meterme en harinas, sacar restos de cuatro cosas y hacer mi propia receta lo sabéis todos.
Y que os voy a decir que estos muffins están para ponerles un piso era lo que estábais esperando escuchar.
Lo sé.
Pero es que están realmente para ponerles un piso y en un ratín en la cocina llevas a la mesa unos muffins que alegrarán desayunos, meriendas, recreos...¿acaso se puede pedir más? porque además camuflan verdura de lo lindo ¡no les podemos pedir nada!
El interior es muy jugoso. El limón les da un toque adictivo. Y el crujiente de las semillas de amapola les pone un punto interesante.
Estáis tardando en prepararlos. Os lo aseguro.
Veréis cómo se van las penas con ellos.
Si os animáis espero que me contéis. Por si aún os quedan dudas os invito a uno ¿os apuntáis?
Ingredientes:
* 375 gramos de calabacín (peso en limpio)
* 2 limones pequeños
* 2 huevos
* 200 ml de leche (a poder ser entera)
* 100 ml de aceite de girasol
* 135 gramos de azúcar
* 1 sobre (15 gramos) de levadura química (impulsor)
* 375 gramos de harina
* 1 cucharadita de canela
* 100 gramos de limón deshidratado
* 25 gramos de semillas de amapola
* 1 cucharada de harina para los trocitos de limón.
Elaboración.
1. Rallamos la piel de un limón y la reservamos. Exprimimos el zumo.
2. En un vaso ponemos la leche y un chorrito del zumo del limón y dejamos reposar.
3. Mientras tanto pelamos y troceamos el calabacín. Como los que yo he usado son muy grandes tenían la piel gruesa y es necesario pelarlos. Si los vuestros son pequeños se la podéis dejar. También retiramos las semillas si son muy grandes.
4. Ponemos el calabacín troceado y el resto del zumo de limón en el vaso de la batidora y batimos hasta obtener una masa lisa.
5. Añadimos el azúcar, los huevos, la canela y el aceite y volvemos a batir un par de minutos.
6. Con una cucharilla removemos la leche con el zumo del limón y la vertemos en un bol amplio. Añadimos la ralladura de limón y la mezcla que tenemos en la batidora. Mezclamos bien.
7. Añadimos la levadura y mezclamos y a continuación la harina y batimos lo justo para integrar.
8. En un bol ponemos los trozos de limón escarchado y añadimos una cucharadita de harina. Mezclamos bien y añadimos a la masa junto con lase semillas de amapola. Removemos con ayuda de una espátula para que queden bien esparcidos.
9. En nuestra bandeja para muffins ponemos cápsulas de papel y las rellenamos con la masa con ayuda de una cuchara para helados.
10. Introducimos en el horno precalentado a 200º C y horneamos durante unos 30 minutos o hasta que al pinchar en el centro de los muffins con una brocheta de madera esta salga limpia.
11. Dejamos con la puerta del horno entreabierta de 5 a 10 minutos, sacamos, retiramos de la bandeja y dejamos enfriar por completo sobre una rejilla.
Conservamos en el frigorífico dentro de un recipiente que tape bien.
Receta sencilla donde las haya ¡y muy rica!
Además se conservan perfectamente varios días dentro de la nevera. Igual de tiernos y jugosos que recién horneados.
Con el plus de incluir verduras en el desayuno. Imposible ponerles pegas.
Esta receta también va para el reto 1+/-100, desperdicio cero de Marisa, para alegrar el mes de septiembre con muchas recetas de aprovechamiento.
Lara comenzó el colegio el jueves pasado. Yo tenía todas las dudas del mundo. Y todos los miedos. Y los sigo teniendo. ¿Cómo no tenerlos con la situación que vivimos y que empeora día a día?
Pero salió tan feliz el primer día. Con tantísimas ganas de volver al siguiente que sentí que el riesgo que corremos se justifica, en parte, por verla tan contenta.
Elena aún no ha ido a la guardería. Me da más miedo que el colegio, y probablemente debería ser al contrario. Estoy pendiente de ver cómo evolucionan las primeras semanas en general para animarme a cerrar los ojos y lanzarla a ella también al mundo escolar.
Gracias por vuestras visitas, como siempre. Espero que estéis teniendo un bonito mes de septiembre
¡Nos leemos la semana próxima!
Manos a la masa y ¡bon appétit!