Malena es un nombre de tango.
Almudena Grandes
Los libros son para el verano.
Sé lo que vais a decirme, que los libros son para todo el año, pero en verano tener un libro entre las manos es un placer mayor.
Cada lunes, de cada verano, durante muchos años salía de casa temprano camino de la biblioteca. Llevaba tres libros apretados contra el pecho y la cabeza en plena ebullición pensando qué tres libros me iban a acompañar de vuelta.
Por aquel entonces la biblioteca era una sala pequeña situada en los bajos del edificio donde estaba (y sigue estando) el juzgado y el registro civil.
Era un espacio diáfano, de planta rectangular, con estanterías pegadas a las paredes y el centro poblado con mesas y sillas que en los meses de verano sólo ocupaba algún que otro opositor que buscaba un lugar tranquilo donde labrar su futuro y algún jubilado que ojeaba perezosamente el periódico o algún folleto.
Llegaba y devolvía mis tres libros y después le iba dando la vuelta a toda la biblioteca curioseando entre los libros disponibles. Había semanas que llegaba con las ideas muy claras y sabía lo que quería llevarme a casa. En otras ocasiones prefería dejarme tentar desde las baldas por algún título del que quizá había leído algo en mis libros de texto o en la sección cultural de algún periódico o que quizá simplemente me seducía por el título o la magia de su contraportada.
Así volvía al cabo del rato a casa, con otros tres libros apretados con fuerza (entonces sólo podías sacar tres libros en préstamo a la vez, no sé cómo se hará ahora) y muchísimas ganas de perderme entre sus páginas.
Cuando terminábamos de comer me encerraba en mi habitación y me ponía a leer. Por lo general no llegaba al fin de semana sin haberlos terminado de leer.
Con el paso de los años fui comprando más libros que empezaron a nutrir mi biblioteca personal y entraron en mi vida otras actividades que hicieron que fuera abandonando progresivamente esas visitas a la biblioteca. Lo que no abandoné fue mi pasión por la lectura.
Cuando casi cada rincón fue ocupado por libros, y quizá un poco en contra de mi lado lector más clásico y conservador, llegó a mi vida un lector electrónico (un kindle que me regaló mi hermano) y he de confesar que caí rendida a sus pies por la comodidad que supone sujetarlo a la hora de leer (que se puso de manifiesto en su máximo esplendor cuando Lara llegó a mi vida y pasaba horas y horas sentada con la niña en el pecho y con la mano que tenía libre iba leyendo en el kindle)
Echo de menos no obstante el olor de los libros y el tacto de las páginas. Me consta que no soy la única que cierra los ojos y se pierde en el olor de un libro recién abierto, pero siempre puedo hacerlo con los libros que ya tengo y con los que sigo comprando en papel, que son los menos, pero hay imprescindibles que deben estar en mis estanterías.
Hoy he querido compartir con vosotros esta cita de Almudena Grandes que me enganchó la primera vez que leí Malena es un nombre de tango (fue precisamente un verano) para invitaros a pasar lo que queda del verano con un buen libro entre manos y para dejaros con buen sabor de boca durante mi ausencia.
Lo sé, acabo de llegar y me marcho. Pero el verano es así. Me tomo unas semanas de vacaciones para disfrutar (o pelear) con mis dos princesas. Estando todos en casa no voy a sacar mucho tiempo para conectarme. Bien podía dejar unas entradas programadas pero la blogosfera se está quedando vacía así que he decidido echar el cierre por vacaciones como el resto del país en el mes de agosto y regresar con fuerzas e ideas renovadas.
El punto dulce a esta despedida lo ponen estas natillas de chocolate.
Sé que repito receta con leche de soja pero estoy publicando recetas que tengo en borradores desde hace bastante tiempo y es bastante probable que estas natillas las hiciera en fecha similar al arroz con leche que os enseñaba la semana pasada pero no lo recuerdo ya. Lo que es seguro es que fue para dar salida a leche de soja que había en casa.
Lo tengo clarísimo. Porque después del nacimiento de Lara no he vuelto a comprar bebidas vegetales (mi amiga Patty me comentaba el otro día que no se debe usar el término leche para referirse a bebidas vegetales aunque a mí me cuesta bastante y soy consciente de que ya lo he hecho varias veces a lo largo del poco texto que tengo redactado) y si alguna ha llegado a casa ha sido en la cajita de productos a la que estoy suscrita. Estoy en una de esas fases de "abstinencia" de las que alguna vez os he hablado.
No sé si os pasa pero hay días en los que de repente necesito organizar algo. Igual estoy colocando la ropa, abro un cajón, me parece que está hecho un desastre y acabo sacando y ordenando toda la ropa de una mesita, del sinfonier o de una puerta del armario.
En la cocina o el baño me pasa igual. A veces llega mi marido con la compra (porque por lo general la compra la hace él) me pongo a sacar las cosas y me veo en la necesidad de reorganizar un armario de la cocina o uno del baño para hacer hueco a lo que ha traído. Así hay días que he recolocado casi todos los armarios (los de comida) de la cocina.
Lo que es casi seguro es que en uno de mis arrebatos de todo fuera y todo dentro con mejor orden acaba apareciendo "algo" que llevaba ahí un tiempo y de repente me entran unas ganas locas de darle salida right now.
Puede llevar ahí tres meses o un año y mi conciencia estar tranquila. Pero en esos momentos es como si me estorbara que siguiera ahí y quiero hacer algo a la de ya para no verlo más.
Así que muchas veces tiro de recetas sencillas y que no requieren mucho tiempo para prepararse y hay veces en las que mientras termino de sacar, limpiar y volver a colocar tengo un postrecito hecho.
Si es que soy la mar de apañada (y hoy me he levantado y me he venido arriba y no necesito (ni tengo ya) abuela que me lo diga)
Hacía tiempo que quería hacer unas natillas sin huevo (que no es que yo tenga nada en contra del huevo, pero siempre es divertido probar cositas nuevas) y aprovechando que iba a usar una bebida vegetal era la ocasión perfecta para suprimirlos.
Diría que os traigo un postre apto para veganos y vegetarianos (siempre y cuando el chocolate que utilicéis no tenga ningún ingrediente de origen animal) para alérgicos e intolerantes a la lactosa y la proteína de la vaca y para alérgicos al huevo. Pero no lo afirmo con rotundidad porque aún tengo muchas dudas en estos temas y no quiero que nadie se me ponga purista.
Lo que tengo muy claro es que las natillas de chocolate ¡están para ponerles un piso las hagas como las hagas! Estas sin huevo están muy ricas (y una preocupación menos en verano al suprimirlo) pero no podemos olvidar estas con chocolate y café, estas con chocolate y bebidas de avellanas o estas con chocolate y galletas Oreo tuneadas para Halloween.
Y no os preocupéis que no son difíciles de hacer en casa. Sólo hay que tener paciencia y una temperatura constante. Si seguís el paso a paso y los consejos que os doy os saldrán unas natillas para chuparse los dedos.Y durarán un suspiro.
Yo les puse unas galletitas para decorar, pero podéis servirlas solas o acompañadas o decoradas con lo que tengáis en casa.
Como siempre tengo un bol reservado para compartirlo con vosotros mientras os cuento la receta ¡las buenas costumbres no se pierden!
Ingredientes:
* 1 litro de leche de soja
* 60 gramos de azúcar
* 60 gramos de harina de maíz (maicena)
* 200 gramos de chocolate negro (o el que a vosotros os guste)
* Galletas para adornar
Elaboración:
1. En una cazuela ponemos la leche de soja (menos 150 ml que reservamos) y el chocolate troceado y la ponemos a fuego medio (5 en mi placa de inducción que llega hasta el nueve) y vamos removiendo de vez en cuando con ayuda de unas varillas manuales (o una espátula, lo que tengáis en casa, aunque os aconsejo las varillas para este postre) para ayudar a deshacer el chocolate y para evitar que se quede en el fondo y se pueda quemar.
2. Mientras en un bol ponemos la harina de maíz, el azúcar y la leche que habíamos reservado y removemos hasta que quede una masa homogénea y sin grumos (especialmente de la harina de maiz). Puede parecer que es imposible pero os aseguro que antes de que os déis cuenta lo tendréis integrado.
El fundamental que le leche esté fría o al menos a temperatura ambiente para que la harina de maíz se disuelva bien sin formar grumos.
3. Cuando el chocolate esté derretido y la leche esté a punto de romper a hervir retiramos la cazuela del fuego y vamos añadiendo la mezcla de leche , azúcar y harina poco a poco, en un hilo continuo, a la vez que vamos removiendo.
4. Cuando lo hayamos vertido todo ponemos de nuevo la cazuela en el fuego y le ponemos un fuego medio tirando a bajo ¡y constante! Es fundamental no someter las natillas a cambios de temperatura para cuajarlas porque acabarán cortadas. Yo le pongo también el 5 en mi placa que llega a 9 y nunca he tenido ningún problema.
5. Una vez en el fuego vamos removiendo continuamente (así evitamos que puedan romper a hervir porque se acabarían cortando y también que se puedan quemar) hasta que veamos que las natillas comienzan a espesar. El tiempo dependerá de cada placa y de cada cazuela (`porque distribuyen de diferente manera el calor) pero oscilará entre 5 y 15 minutos como mucho.
6. Vertemos en los vasitos o boles en los que vayamos a presentar, dejamos que se templen, tapamos y guardamos en la nevera.
7. Antes de servir adornamos con unas galletas ¡y listo!
Como os había prometido una receta sencilla, con pocos ingredientes y muy resultona. Y si además da salida a productos que tenemos en casa ¡mejor que mejor!
En verano no apetece estar pasando demasiado calor y postres así se agradecen. Además hago mía la reivindicación que hacía el otro día mi amiga Elisa. Todos nos quejamos del calor del horno (o la vitrocerámica) y nadie se queja del calor que desprende nuestra amiga la plancha y lo tiesa que se queda la ropa tendida a la mínima que te descuidas y por ende más rato de plancha que se necesita.
Encima este verano el aire acondicionado en mi casa está restringido al ser Elena tan pequeña y sólo lo ponemos cuando ella no está para ir bajando la temperatura de las habitaciones, así que lo de planchar bajo el chorro fresquito ¡nada de nada! Aunque jamás he sido muy amiga de estar bajo el aire acondicionado que mi garganta es muy delicada y de momento está afectada.
El fin de semana pasado fue bastante intenso. Creo que aún no me he recuperado y es que eso de estar fuera de casa dos días por uno u otro motivo es agotador ¡más con dos niñas! ¡y tanto calor!
Lara se portó fatal en la iglesia. No es que se portara fatal, es que se portó como una niña. Lo de hablar bajito no es algo que ella entienda y lo de estarse quieta tampoco. Y yo la entiendo porque estaban sus primos y ella quería jugar.
Además se pasó todo el rato preguntando ¿y a Elena también le van a echar agua? ¿y a Elena también le van a echar aceite? y yo siempre "a Elena no le van a hacer nada"
Como ella veía a Elena tan pequeña como el resto de los bebés a los que el sacerdote sí que les "hacía cosas" Lara suponía que a su hermana le harían lo mismo. Yo pasaba de darle explicaciones más allá de decirle que a Elena nadie le iba a echar ni agua ni aceite.
Al final, cuando los padres y la familia comienzan a hacerse las fotos en el altar mayor, Lara ya estaba corriendo y jugando con sus primos. Llegó un momento en el que estaba tan cansada de repetir que allí no se corría, ni se hablaba alto, ni se jugaba que me senté en un banco y le dije a mi marido "creo que nos van a echar, pero como sólo venimos una vez cada cuatro o cinco años déjala que cuando volvamos no se acuerdan de nosotros"
Y he tomado la firme decisión de que llevar a la iglesia a unos niños tan pequeños no es buena idea porque un ratito está tranquila pero si hay más niños acabamos perdiendo toda la autoridad moral que tenemos como padres en beneficio al juego, las risas y la curiosidad.
Elena se portó mejor. Con unos buenos brazos y un abanico que morder a su aire está más que feliz.
El domingo lo pasó peor porque estuvimos comiendo en el Club y hacía muchísimo calor. Así que mis padres en cuanto acabamos de comer se fueron y se la llevaron y los demás nos quedamos en la piscina. Lara lo pasó mejor porque el agua la pierde y aunque llora si alguien le coge sus juguetes agradece tener a mamá sólo pendiente de ella.
Y ahora sí ha llegado el momento de echar el cierre por calor, digo por vacaciones, y darle un respiro a mi cocina virtual (la real no para nunca) aunque sea por poquitos días. En septiembre volveré a encender los fogones regresando con ideas y fuerzas renovadas (esto último con dos niñas en casa no lo tengo tan claro), con más historias para compartir en las Crónicas de Lara (y Elena) y espero encontraros a todos de regreso después de vuestros parones estivales.
Mientras tanto sed felices, no paséis mucho calor y pensad que una vez finiquitado Agosto hemos pasado al menos la mitad del verano y estamos a un paso de empezar la campaña de navidad en los supermercados (si es que este no es el año que empieza en septiembre con la vuelta al cole). ¡Hasta pronto!
Manos a la masa y ¡bon appétit!