La empresa en la que trabajé más de la mitad de mi vida, comenzó a encomendarme representarla por todo el territorio nacional, el primer paso para convertirme en su imagen, su voz, a tomar decisiones y con el tiempo a dirigirla, fue en el verano de 1978 .
En esos calurosos meses fue la primera vez que viajé a Barcelona y mi primer viaje en avión. Era de noche, viajaba en primera y pude pedir ventanilla; en aquellos momentos no sentí miedo a volar, la novedosa experiencia junto a la responsabilidad que tenía profesionalmente al realizar mi trabajo, siendo tan joven, contribuía a encontrarme sencillamente nerviosa.
Despegamos hacia el mar, levantando el vuelo pude leer las luces de neón de la fábrica de cervezas justo al lado del aeropuerto, que con un color rojo intenso anunciaba su marca: San Miguel. El avión continuaba subiendo y yo seguía mirando hacia atrás, una y otra vez, y el cartel empequeñecía hasta convertirse en un punto rojo lejano.
Desde arriba, Málaga de noche, parecía con sus luces una isla en medio de la oscuridad, al cabo de un tiempo continuaba mirando por la ventanilla, me fijaba en el punto rojo, pensaba aún sigo viendo la fábrica, quizás dimos la vuelta, no avanzamos mucho, pero no eran las letras de neón, era la luz roja del ala del avión.
Después de ésta singular experiencia, vinieron muchos, muchísimos vuelos (aún sigo intentado ver la luz roja), viajes y larguísimas estancias en Barcelona, a nuestra oficina de La Diagonal, ciudad cosmopolita por antonomasia, la cuna de la arquitectura modernista, una ciudad cálida y amable, la ciudad de Gaudí y de Mirò, a ella están unidas mis vivencias profesionales y personales.
Cataluña y concretamente Barcelona me cautivó al igual que su gastronomía.
Uno de sus dulces más tipicos son los panellets, que tradicionalmente se prepara en ésta época, concretamene para la diada de Todos los Santos, 1 de Noviembre,
Seguramene los panellets proceden de la repostería árabe, aunque es en el siglo XVIII cuando con carácter sacramental se empezó a consumir como comida bendecida para compartir las celebraciones religiosas.
El panellet por excelencia es el de piñones, de forma redonda y cubierto totalmente de piñones, tiene un sabor exquisito, un dulce difícilmente superables.
En ésta ocasión he preparado también de almendra, por lo que indico a continuación la receta de estas dos delicias.
¿Cómo los hice?
Panellets de piñones:
Cocer patata con la piel, una vez cocida dejarla enfriar.
Quitarles la piel y machacar con un tenedor (aproximadamente unos 150 gramos).
Agregar 250 gramos de azúcar, 250 gramos de almendra cruda (sin piel) molida, la ralladura de la piel de un limón y la yema de un huevo (reservar la clara).
Mezclar bien hasta conseguir que quede homogénea y compacta (si es necesario agregar más almendra molida).
Batir la clara en un plato hondo.
Poner los piñones (aconsejo que no sean piñones “chinos”) en un recipiente.
Hacer bolitas con la masa, pasarlas por la clara de huevo y posteriormente por los piñones.
Colocarlos en la bandeja del horno, sobre papel de hornear con un poco de harina.
Hornear con el grill a 170º C durante unos 15 minutos aproximadamente, controlando siempre para retirarlos en cuanto estén dorados.
Panellets de almendra:
El proceso es exactamente igual, la misma masa.
Hacer los panellets con forma de croquetas y cololar una o varias almendras.
Pasarlos por la clara de huevo y hornear.
Dejar de enfriar antes de servirlos.
¡ Bon profit !!
Si me permiten el consejo: Si aún no han estado en Barcelona…visiténla y no dejen de probar los panellets, un placer tipico de Cataluña.