Madre del Amor Hermoso, menudo recetón que nos sacamos de la manga con los restos de una torta del Casar. Esto sí que es una receta de aprovechamiento lo veas por donde los veas; encima no es más complicado que cocer pasta. De verdad, tenéis que probar esto como sea.
La idea es coger los restos de una torta del Casar o algún queso por el estilo, meter pasta dentro, ponerle 2-3 cosillas y que se fundan todos los bordes de la torta con la pasta. Os dejo este enlace para que veáis cómo queda de chorreante y de buenísimo. Se me hace la boca agua sólo de recordarlo:
DIFICULTAD:
Cocer pasta. Quien no domine esto, mejor que no se acerque mucho a los fuegos.
INGREDIENTES:
Los restos de una Torta del Casar o similares.
La pasta que prefieras, la que más rabia te dé. En este caso yo usé un macarrón normal y corriente
Un poquito de mantequilla.
Pimienta negra
Orégano
Sal y aceite de olivaPREPARACIÓN:
El primer paso es fácil. Ponerse como el Kiko con una torta de queso y guardar las paredes y la tapa. Hombre, cuanto más queso quede, más ricos estarán los macarrones, peeeero...
Ahora vas a cocer la pasta que prefieras. Pones agua abundante en una olla alta, con un puñado de sal y añades la pasta cuando hierva a borbotones. Remueves, esperas el tiempo que ponga en el paquete y escurres.
Mete la pasta en el cadáver del queso y ponle, un poquito de mantequilla por encima, el orégano, pimienta negra y un chorrito de aceite de oliva.
Ponle la tapa al queso, y mételo en el horno a 170ºC unos 6-8 minutos. Los restos de queso se fundirán sobre los macarrones y se formarán esos hilos de queso que tanto nos gustan.
¡¡Comer, mientras esté caliente!!
Ya veis que no puede ser más simple. Si tienes una torta para esto, pero no la quieres usar ahora, puedes meterla en una bolsa de congelación o en un táper, y congelarla hasta que la uses. Te aguantará unos cuantos meses tranquilamente.
En serio, que el queso chorreante y fundido sobre la pasta con el orégano y la pimienta es algo que podría resucitar a los muertos. ¡¡Tenéis que probarlo!!. Y a cocinar, filibusteros, que el mundo se va a acabar