Existen dos plazas de toros, con mucha historia y solera, la de Ronda y la de nuestra capital malagueña.
La Plaza de toros de Ronda, , por su historia y su arquitectura, por su carácter y su belleza está reconocida como una de las más antiguas y una de las más monumentales que existen. No es por casualidad. Ronda se considera una de las cunas de la tauromaquia moderna surgida en el siglo XVIII, El auge del toreo llevó a la Real Maestranza de Caballería de Ronda a erigir su famosa plaza, obra que se atribuye a Martín de Aldehuela, el mismo arquitecto del grandioso Puente Nuevo sobre el Tajo de Ronda, que despierta la admiración general por la espectacularidad de su emplazamiento.
Concebida en piedra arenisca con un esquema monumental, la nobleza de su traza arquitectónica, con su doble galería de arcadas y la ausencia de tendidos al descubierto, tiene más espíritu de claustro que de recinto para espectáculos, y recuerda al patio circular del famoso palacio de Carlos V en la Alhambra de Granada.
La Malagueta, la Plaza de toros de la capital malagueña es de estilo neomudéjar que en 1976 fue declarada Conjunto Histórico-Artístico, coincidiendo con el centenario de su inauguración.
Una vez finalizadas las corridas de toros, había carnicerias especializadas en vender al lidiado animal, haciendo disfrutar de tan noble astado no solo a los aficionados de la fiesta nacional por excelencia, sino a los privilegiados que después de hacer cola podian llegar a comprar parte del animal, siendo por lo tanto pocas personas las que pueden optar a degustar el rabo de los toros lidiados.
Generalmente los que se compran en la carniceria, será rabo de ternera o de vaca.
El origen del plato nos remite al siglo I d.c.. Marcus Gavius Apicius, contemporáneo de Plinio el Viejo y supuesto autor del tratado de cocina De re coquinaria, nos habla de ello. Se guisa mucho en Granada, Córdoba, prácticamente en toda Andalucía, como también en Salamanca, Madrid, y el Sur de Francia, con una larga tradición taurina .
El rabo de toro se consideraba despojo que se vendía antaño en las casquerías, aunque nunca ha dejado de ser un manjar de devotos de las corridas taurinas y a las comidas.
El rabo de toro a la Rondeña se le suele añadir el fruto de su sierra: las castañas.
¿Cómo lo preparo?
En una olla con un buen chorreón de aceite de oliva virgen dorar los trozos de rabo, previamente salpimentados. Sacar y reservar.
En el mismo aceite hacer un sofrito con una cebolla, dos dientes de ajo, un pimiento verde y un tomate hermoso y maduro (sin piel, ni pepitas), cortado en trozos pequeños.
Una vez hecho, triturarlo y echar nuevamente los trozos de rabo de toro.
Añadir dos vasos de vino tinto y cuatro de agua, hasta que la carne quede cubierta, probar de sal y dejar cocer lentamente durante una hora y media aproximadamente.
Incorporar una ramita de romero, otra de tomillo y una cucharadita de orégano.
Si es necesario añadir más agua.
Pasado éste tiempo agregar zanahoria, dos hojas de laurel y un buen puñado de chicharos (guisantes), dejando cocer hasta que estén en su punto y haya reducido el caldo.
En ésta ocasión le he añadido champiñones fileteados previamente dorados en una sartén con un poco de aceite.
Acompañar con patatas fritas. ¡¡ Buen provecho !!