Esta basta tradición, como otras tantas presentes en nuestros recetarios, representa un legado histórico donde predomina la mezcolanza cultural, un catalizador ideal para el desarrollo de los usos y costumbres en la mesa.
Concretamente, las tradicionales rosquillas de anís son un regalo árabe del siglo X. Según rezan los escritos, este dulce tradicional conquistó España de la mano de los árabes, pueblo que llevaba ya varios siglos haciendo este y otros dulces.
La impronta que dejaron en los árabes trasluce actualmente sobre todo en la gastronomía, donde destacan productos como el anís, hasta entonces desconocido. Estas rosquillas fritas no mostraban su forma actual, sino que eran más bien parecidas al clásico buñuelo, legado que también rescatamos.
Con el paso del tiempo, la técnica se fue refinando, ejemplo de ello el agujero interior que permitía una fritura más homogénea, además de incluir elementos como el huevo, confiriéndole así más firmeza.
A modo de curiosidad, es importante señalar que estas rosquillas son las precursoras de los churros tradicionales, por lo que tenemos mucho que agradecerles.
Suelen estar presentes en la festividad de San Blas, muchas veces cubiertas con un glaseado de azúcar irresistible.
Cómo hacer rosquillas fritas de anís de la abuela
Si bien la ejecución de estas rosquillas de anís caseras no es una tarea excesivamente complicada, debemos prestar atención a la calidad de la materia prima, especialmente del aceite de fritura.
En cuanto a los huevos, emplearemos preferiblemente ecológicos, así como leche entera y licor de anís, en vez de ese sucedáneo que suele venderse como aroma alimentario de anís.
Pese a que en repostería muchos se inclinan por el aceite de girasol, suelo preferir aceite de oliva virgen con baja acidez.
Ingredientes:
Huevos M 3 ud
Azúcar 125 g
Leche entera 70 g
Licor de anís 25 ml.
Ralladura de limón 1 unidad
Ralladura de naranja 1 unidad
Mantequilla 50 g.
Levadura química 16 g.
Harina floja de repostería 500 g.
Aceite suave (cantidad suficiente)
Corteza de naranja 1 unidad
Elaboración:
En un bol batiremos los huevos junto al azúcar, sin necesidad de blanquearlos, simplemente integrándolo tratando de que se disuelva. A continuación, añadiremos la leche, seguida del anís y las ralladuras de limón y naranja, para lo que usaremos un microplane. No dejo nunca pasar la oportunidad para hablar de las bondades de este rallador que en vez de triturar o machacar la corteza como otros, la corta manteniendo intacto el perfume y sabor del cítrico.
Continuaremos batiendo, al mismo tiempo que agregamos la mantequilla en pomada porcionada en pequeños trozos para facilitar su integración. Le seguirá la harina y la levadura tamizada, mientras que vamos removiendo, facilitando la homogeneización de la masa con cuidado de que no quede ningún grumo. Como resultado, obtendremos una masa ligeramente húmeda y homogénea, la cual bolearemos y filmaremos al ras, manteniéndola refrigerada por dos horas.
Llega el momento más peliagudo de la elaboración, o sea, la fritura. En una parisién, conocida también como gran fritura, o en una sartén honda en su defecto, verteremos abundante aceite de oliva virgen extra suave. Ten en cuenta que, cuanta más cantidad de aceite, menos absorberán las rosquillas, tanto más uniforme será la fritura y menos probabilidades de que el aceite cambie de temperatura bruscamente. Incorporemos la corteza de una naranja y dejaremos que se infusione a fuego bajo.
Entre tanto, formaremos las rosquillas. Sacaremos la masa del frigorífico y la dividiremos en 30 porciones, realizando rollitos que estiraremos con una mano sobre la mesa previamente enharinada. Uniremos ambos extremos, dibujando de este modo el formato de la rosquilla. Procura que quede un agujero grande en el centro, pues luego de que comience a freírse, se hincharán notablemente y este verá reducido su tamaño. ¡Anota este truco!
Sacaremos la corteza de naranja y subiremos el fuego a la mitad, llevándolo a unos 180ºC. Introduciremos las rosquillas en el aceite por tandas, sin apresurarnos, ya que no deben amontonarse para evitar que el aceite baje de temperatura bruscamente. Las doraremos por ambos lados, dándoles la vuelta cuando sea necesario. Siempre recomiendo para este menester una araña y no la típica espumadera, dado que nos ayudará a escurrir mejor el aceite.
Las iremos sacando a un plato grande provisto de papel de cocina absorbente en el fondo. Aguardaremos a que se enfríen por completo para espolvorear con un colador abundante azúcar glas por encima. Recomiendo que aproveches para preparar cantidad abundante, siendo una masa que aguanta bastante bien el paso de los días, sin enranciarse ni ponerse dura. Como sugerencia de prestación, te propongo acompañarlas de una buena taza de té, café o chocolate caliente.
¡Qué aproveche!
Puedes ver la receta así como otras muchas recetas tradicionales caseras en la web de La Receta de la Abuela.