La Navidad es un tiempo de reencuentros, de familia, de abrazos, de chocolate caliente.
Ja.
Mi Navidad, si pienso en qué hice desde que comenzó fue:
Correr como loca a primera hora a todos los comercios [uno tras otro] buscando ESA muñeca que mi hermana pequeña tanto desea y que está AGOTADA hasta en fábrica, no digamos ya en tiendas. Sí, en eBay existe y las subastas comienzan a 2,5 veces su precio.
Y no me habléis de anuncios tiernos de niños que escriben cartas alternativas. A mi hermana le regalas tiempo y te lo estampa en la cara, porque ella con cuatro años quiere una barbyfrozen o lo-que-sea-la-muñeca-esa.
Entrar comiéndome todos mis principios a uno de esos sitios donde yo jamás compro y sí, comprar una tarjeta regalo a mi hermana de 15 años porque… no sé que regalarle. Para que compre ropa hecha por niños en otro rincón del planeta. Ajs. Y financiarlo.
Comprarle [porque una tarjeta regalo es la cosa más triste del mundo] un poco de maquillaje [todo rosa, suave y con purpurinas] contra el consentimiento expreso de nuestro padre porque yo también he tenido 15 años, y al mismo padre. Y como ahora tengo unos pocos más, tendrá que vérselas conmigo, que estoy mayorcita y autoafirmada, para quitarle el regalo a la niña.
Correr como loca en mitad de una crisis de ansiedad porque el autobús que me acerca a mi padre y su familia [nuestra familia] sale a y media y yo he salido tarde de casa, son las seis de la mañana y llego al autobús por los pelos mientras el conductor cierra el maletero y me meto como una exhalación tras quince interminables estaciones de metro controlando el reloj como si mi vida pendiera de él.
Correr como loca por los pasillos de metro a las seis de la mañana, meterme por los pelos en el autobús para descubrir que… me meooooooooooo! y el autobús no tiene baño y solo para al cabo de dos horas y media de interminable sufrimiento y sed.
Sí, las navidades son una época entrañable, feliz, descansada. Sin duda. Alguien seguro las vive así. Pero esa no soy yo!!!
A mí el año que viene, que me esperen los cocoteros del Caribe, las piñas coladas y los pareos para el sol. Voy a empezar a ahorrar ya.
INGREDIENTES
[2 PERSONAS]
Salmón fresco en lomos, 500 g
Arroz sin cocer, 2 puñados
Azúcar moreno, 2 puñados
Hojas de té verde, 1 puñado
Sal
MODUS OPERANDI
Precalentamos el horno a 250º.
En una fuente apta para horno, y que no sea mucho más grande que el espacio que ocupará nuestro salmón, ponemos el arroz sin cocer, el azúcar y las hojas de té verde. Lo removemos un poco y lo metemos al horno a 200º hasta que las hojas empiecen a humear, unos 10 minutos.
En este tiempo, preparamos un papel de aluminio que ocupe más o menos lo mismo que la fuente de horno, y le hacemos muchos agujeritos con un palillo o un pincho de aperitivos [por eso los míos van de dos en dos]. Si tenemos una rejilla del tamaño de la fuente sería lo idóneo, pero podemos apañarnos con una solución casera que también sirve.
Cuando el té haya comenzado a humear, ponemos sobre la fuente de horno el papel de aluminio con los agujeritos, y sobre todo ello el salmón, ligeramente salado. De esta forma el humo circulará por los agujeros y cocerá el salmón dando un aroma muy rico.
Envolvemos toda la fuente en más papel de aluminio, creando un papillote, y lo devolvemos al horno hasta que el salmón esté cocinado. Para este tamaño de lomos tarda unos 12-15 minutos, hay que revisarlo de vez en cuando.
El salmón se sirve tal cual, y no podremos aprovechar la base de azúcar, arroz y té verde, esto ya ha cumplido con su función en esta receta.
El sabor del salmón cocinado así, es sutil y muy agradable. No necesitarás añadir aceite en ningún momento ya que es un pescado de por sí graso, y cocinado solo con vapor resulta ligero al paladar y muy digestivo.