Por más que tratemos de escarbar en la bibliografía gastronómica, no hallaremos vestigio alguno del origen de la tarta de galletas de la abuela.
Como ha apuntado muy certeramente el maestro repostero Jordi Roca Fontané, el chocolate está asociado con recuerdos felices de la infancia; esas interminables sobremesas alrededor de la familia, entretejiendo una unión entre nuestro yo del pasado y del presente.
En ella confluyen una serie de elementos que son naturalmente infantiles, como son el chocolate, la leche y las galletas, que han nacido para estar juntos.
Apelando al componente emocional, la más básica y elemental cocina, es capaz de despertar una sonrisa pueril y meliflua.
No parece que sea una invención española, ya que aparece en otros países, como Irlanda, Reino Unido, Bulgaria o Israel. Más que, probablemente, sea otra oda a la cocina de aprovechamiento, por lo que se trataría de un patrimonio internacional.
Tampoco podemos incurrir en el error de pensar que existe una única tarta de la abuela, sino que hay tantas maneras de hacerla como sensibilidades en el mundo.
Así, encontramos la clásica de toda la vida sin ninguna clase de topping, pero también otras versiones más atrevidas y sofisticadas, que incluyen rellenos con crema o mermelada, incluso frutos secos, destacando el pistacho.
En cualquier caso, ya sabéis que en La Receta de la Abuela, me gusta rescatar siempre la esencia más pura, tradicional y fiel de todos los platos, y obviamente no podía ser menos en la tarta más famosa de todos los tiempos y mucho menos, apellidándose "de la abuela", así que vamos a ver cómo hacer una tarta de galletas de la abuela de toda la vida.
Cómo hacer una tarta de galletas de la abuela casera
La cuidada selección de ingredientes determinará, en buena medida, el resultado final del postre, pues su ejecución, no podría ser más sencilla.En la sección de repostería de los supermercados, seremos testigos de una amplísima gama de chocolates, aunque como siempre, por su extraordinaria relación sabor/calidad/precio, me gusta recomendar el chocolate Callebaut.
Asimismo, tengo que confesar la pecaminosa devoción que siento por las galletas Lotus, que darán una nota dulcemente acaramelada.
Ingredientes:
Galletas Lotus rectangulares (o cualquier otra que se os antoje) 500 g.
Chocolate negro para fundir 300 g.
Leche entera 300 ml.
Mantequilla 150 g.
Azúcar glas 150 g.
Huevos M 2 unidades
Brandy 2 cucharadas
Pizca de sal
Elaboración:
Lo maravillo de esta receta, es que no requiere de horno, tratándose de una tarta fría perfecta para esos momentos en los que no disponemos de demasiado tiempo. Antes de ponernos manos a la masa, aclarar que es una tarta para consumirse en un lapso de 48 horas desde su elaboración, dado que los huevos, como podéis suponer, se añaden en crudo. En el supuesto de que tuvierais intención de conservarla por más tiempo, se debería sustituir por yemas y claras pasteurizadas, de venta en cualquier supermercado.
Arrancaremos haciendo una ganache, que aproximadamente combina la misma cantidad de chocolate que de leche o nata (crema de leche). Verteremos la leche en un cazo pequeño, y la llevaremos a ebullición. Cuando comience a borbotear, la retiraremos del fuego, e introduciremos el chocolate seguido de las dos cucharadas de brandy, u otro licor de vuestra elección, por ejemplo, Cointreau, que le dará un toque a naranja delicioso al chocolate. Derretiremos el mismo ayudándonos de una varilla mientras se integran ambos ingredientes.
Posteriormente, llevaremos a cabo una especie de buttercream, para la que mezclaremos la misma cantidad de mantequilla que de azúcar, proporción que viene indicada en los libros de repostería como TPT (o tanto por tanto). Batiremos la mantequilla en pomada con el azúcar glas, a lo que particularmente me gusta añadir una cucharada de leche, con el objetivo de que se ablande un poco. Preferiblemente, si tenemos por casa, usaremos unas varillas eléctricas, hasta conseguir una textura cremosa.
Cascaremos los huevos, y separaremos la clara de las yemas, mezclando estas últimas en la ganache, con el fin de no desperdiciarlas. Montaremos las claras a punto de nieve con una pizca de sal, como siempre, en un bol inmaculado. La técnica de montado no tiene demasiado intríngulis, realizando movimientos envolventes, de abajo a arriba, como tratando de insuflar aire a las claras. Con unas varillas eléctricas, resulta aún más sencillo, bastando unos pocos minutos a velocidad variable, de menos a más.
Si le damos la vuelta al bol y las claras no se escurren, significa que están bien montadas, o también si somos capaces de dibujar un pico con la punta de las varillas y este no se desinfla. A continuación, agregaremos las claras montadas en el bol de la ganache, con una lengua y efectuando nuevamente movimientos envolventes muy suaves, mezclando de manera uniforme. Lista la cobertura, tan solo queda montar la tarta, valiéndonos la típica fuente refractaria de horno o similar.
Dispondremos primeramente una capa de galletas, acomodadas una junta a la otra, formando una capa geométricamente impecable que cubra toda la superficie. Para untar la cobertura, emplearemos una espátula de repostería, una pieza de menaje imprescindible en la cocina. La capa no debe tener más de 1 o 2 mm de espesor, o rápidamente nos quedaremos sin mezcla. Acomodaremos sobre esa capa de cobertura, otra de galletas, colocadas de la misma manera, y presionándolas levemente nivelando su altura.
Repetiremos el proceso hasta que se vea acabada la cobertura o las galletas, lo que ocurra antes. Remataremos, por supuesto, con la cobertura sobre la superficie, la cual decoraremos con unas virutas de chocolate u otra cosa que tengamos por la despensa. Se siente bien acompañada con frutos secos, fresas naturales o el típico helado de vainilla. Una vez terminada, la refrigeraremos filmada al ras, lo que evitará que se reseque. Es preferible que asiente un par de horas, a fin de que le dé tiempo a empaparse un poco.
¡Qué aproveche!
Puedes ver la receta así como otras muchas recetas tradicionales caseras en la web de La Receta de la Abuela.