Ya estamos en plena época navideña. Supongo que casi todos habréis aprovechado el puente de diciembre para adornar el abeto de Navidad, colocar el Nacimiento con los niños y también visitar muchos de los mercadillos navideños que tenemos en nuestras ciudades y pueblos e incluso visitar algunos de los más famosos mercados navideños centroeuropeos.
El avión de #ReposterasPorEuropa, nos lleva con destino a Roma y más concretamente a un enclave localizado en el corazón de esta preciosa ciudad, un microestado de 44 hectáreas y menos de 1.000 habitantes, el país más pequeño del mundo. Este mes hacemos las maletas con destino a Ciudad del Vaticano.
Sede de la Iglesia Católica y residencia del Sumo Pontífice, el Estado de la Ciudad del Vaticano fue constituido por el Tratado de Letrán entre la Santa Sede y el estado italiano en 1.929.
Pero todo lo que tiene de pequeño este país en extensión, lo tiene de maravilloso en el conjunto arquitectónico e histórico artístico que lo conforma y que fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1984. Hay tres lugares de obligada visita cuando vamos a Ciudad del Vaticano: La Plaza de San Pedro, La Basílica de San Pedro y los Museos Vaticanos.
La Plaza de San Pedro es una de las plazas más famosas y bonitas del mundo, una auténtica maravilla de la arquitectura barroca que tardó 11 años en construirse. Es una plaza impresionante, no sólo por su tamaño sino también por el número de columnas que la bordean formando 4 filas. En el centro de la plaza hay un obelisco, traído a Roma desde Egipto y dos fuentes. Es el lugar donde se llevan a cabo las celebraciones más importantes (misas en Navidad y Semana Santa, audiencia general de los miércoles con el Papa, las canonizaciones, etc.) y el lugar de encuentro con los peregrionos.
La Basílica de San Pedro está considerada como el edificio más sagrado del catolicismo. Su construcción duró 120 años y en ella participaron varios arquitectos, entre ellos Miguel Ángel. En ella está enterrado el primer Papa de la historia, San Pedro y a él le debe su nombre. Está considerada la basílica cristiana más grande del mundo con 193 metros de longitud y 45 metros de altura. Su cúpula, iniciada por Miguel Ángel, domina el horizonte de Roma, alcanzando una altura de 136 metros. Se accede a ella a través de 5 puertas.
Cabe destacar la escultura de La Piedad de Miguel Ángel que tras la agresión que sufrió, se encuentra protegida por un cristal antibalas y el Altar Papal, situado en el crucero bajo la cúpula y presidido por el monumental baldaquino de columnas salomónicas. Recuerdo que cuando visité la basílica, tuve la suerte de asistir a una misa oficiada por Juan Pablo II. Impresionaba ver la proporción microscópica del Papa con relación al resto de la construcción. La Basílica de San Pedro es una joya arquitectónica que no deja indiferente a nadie.
Y por último, los Museos Vaticanos que son las galerías que contienen todas las obras de arte recogidas por la Iglesia Católica y familias particulares, a partir de que el Papa Julio II donara su colección de arte privada. Entre otras estancias y museos, se pueden visitar, El Apartamento de Pío V, La Galería de los Candelabros, El Pabellón de Carrozas, La Galería de Tapices, El Museo Egipcio, El Museo Etrusco, etc. Y por supuesto, no podemos olvidarnos de La Capilla Sixtina, construida entre 1.471 y 1.484 es una joya pictórica por sus frescos, realizados por Miguel Ángel. La Creación de Adán es la escena más conocida aunque la obra maestra de Miguel Ángel es la escena del Juicio Final que está sobre el Altar Mayor.
Pero todos sabemos que en estos viajes, aunque hagamos turismo en el país de destino, en lo que nos debemos centrar es en la gastronomía. Durante siglos, en el Vaticano se ha comido lo mejor de lo mejor. De ahí la expresión "boccato di cardinali" que hace referencia a un bocado delicioso, si lo come el cardenal se entiende que debe ser exquisito.
Las influencias gastronómicas, lógicamente son italianas dada la localización y destacan los embutidos, las ensaladas, los pescados, los arroces, y como no, la pasta, en definitiva, la dieta mediterránea. La gastronomía papal ha evolucionado a lo largo de los tiempos ya que los papas hoy en día no comen de la manera copiosa que lo hacían siglos atrás.
Los helados, los postres como el tiramisú o la panna cotta, los dulces como el pandoro o el panettone que tan bien conocemos y las diferentes preparaciones con fruta, son característicos de esta cocina. Y como estamos en Navidad, echando un vistazo a los postres italianos más típicos, he dado con esta tarta de aromas navideños a naranja y canela que yo creo, es de lo más adecuada para estas fechas en las que estamos. A continuación os cuento cómo prepararla.
TARTA DE NAVIDAD O "CROSTATA DI NATALE"
INGREDIENTES
Para la masa
150 gr. de mantequilla a temperatura ambiente
120 gr. de azúcar glacé
1 huevo tamaño L
1 yema de huevo
1 cucharadita de extracto de vainilla
Ralladura de 1 naranja
310 gr. de harina
1/2 cucharadita de canela
1 pizca de sal
Para el relleno de chocolate
200 gr. de chocolate negro 70% VALOR
100 gr. de azúcar glacé
45 gr. de harina
1 cucharadita de canela en polvo
250 ml. de leche semidesnatada
30 gr. de mantequilla
Para la decoración
Azúcar granulado (*)
Miel
(*) Para preparar el azúcar granulado
5 cucharadas de azúcar glacé
1 cucharada de Maizena
1 cucharada de agua
ELABORACIÓN
Primero vamos a preparar la masa de la tarta y de las galletas. Para ello en el vaso de la batidora de pie ponemos la mantequilla con el azúcar y batimos unos 15 minutos hasta que la mezcla sea cremosa, clara y espumosa.
Añadimos la ralladura, la sal y el extracto de vainilla y seguimos batiendo.
Incorporamos el huevo entero y cuando esté perfectamente integrado y sin dejar de batir añadimos la yema. Cuando la mezcla sea homogénea dejamos de batir y añadimos la harina y la canela tamizadas y mezclamos con ayuda de una espátula.
Terminamos de amasar a mano y cuando la masa esté suave y lisa, formamos una bola con ella y la envolvemos en papel film.
Refrigeramos unas 3 horas más o menos.
Mientras preparamos el relleno de chocolate y canela. En un cazo ponemos a fuego suave el chocolate troceado y revolvemos con una espátula para que poco a poco se vaya derritiendo.
Añadimos la harina y la canela y mezclamos bien hasta que se forme una bola. A continuación vamos añadiendo la leche con el azúcar poco a poco y revolviendo bien la mezcla hasta que se vaya formando una crema sin grumos.
Retiramos del fuego, agregamos la mantequilla y mezclamos bien hasta que se integre. Cubrimos "a piel" con papel film (el papel film tiene que tocar la crema) e introducimos el cazo en el frigorífico durante una hora aproximadamente para que la crema se enfríe.
Sobre una superficie enharinada, extendemos la masa dejando un grosor de unos 4 mm. Engrasamos con mantequilla un molde rectangular rizado desmontable de 11 x 25 cm. y lo forramos con la masa.
Pinchamos el fondo y volvemos a introducirlo en el frigorífico hasta el momento de hornearlo.
Precalentamos el horno a 180º C.
Cuando el relleno está frío lo vertemos sobre el molde forrado con la masa y horneamos 10 minutos a 180º C y transcurrido este tiempo, bajamos la temperatura del horno a 150º C y horneamos 30 minutos más.
La tarta estará lista cuando se haya formado una costra en la superficie. Sacamos del horno y la dejamos enfriar a temperatura ambiente sobre una rejilla, antes de decorarla.
Mientras tanto vamos preparando los árboles de Navidad para la decoración.
Estiramos la masa que nos ha sobrado después de forrar el molde de la tarta y dejamos un grosor de unos 4-5 mm.
Con ayuda de unos cortadores cortamos dos tipos de árboles y los vamos colocando sobre una bandeja de horno forrada de papel vegetal. Introducimos la bandeja 30 minutos el frigorífico y cuando los árbolitos están fríos insertamos los palillos y volvemos a meter la bandeja en el frigorífico otros 15 minutos más.
Horneamos las galletas a 180º C de 10 a 12 minutos (se van dorando los bordes). Pasamos las galletas a una rejilla y dejamos que se enfríen por completo antes de decorarlas.
Mientras se enfrían, podemos ir preparando el azúcar granulado. Mezclamos el azúcar glacé con la Maizena y añadimos el agua poco a poco, mezclando con las manos hasta se forma una pasta. Si está demasiado blanda, añadimos más azúcar.
Luego cogemos trozos de esa pasta y los pasamos por un rallador y nos queda una textura parecida al coco rallado.
Cuando las galletas están completamente frías las pincelamos con un poco de miel y espolvoreamos el azúcar granulado por encima.
Una vez la tarta se haya enfriado por completo, colocamos los árboles en ella pinchándolos en el relleno y espolvoreamos más azúcar granulado para que parezca nieve.
Aún no la hemos probado ya que aprovechando la coyuntura la vamos a tomar esta noche en una cena que hago en casa para mis amigas del máster. Pero únicamente por el aroma que desprende tanto la masa como el relleno y la cucharadita de chocolate a la canela que he probado antes de verterlo en la tarta, puedo deciros de manera categórica que el sabor es espectacular.
Y qué me decís de la decoración, ¿no os parece una monada? Súper navideña ¿verdad? Si queréis preparar esta tarta en otro momento, podéis hacer un enrejado típico de pie a base de tiras que se cruzan o con vuestro cortador preferido cortar formas y ponerlas encima antes de meterla en el horno.
Ya sólo me queda felicitar un año más a Isabel de Gotas de Azúcar y Vainilla por continuar con la organización de este reto que tanto me gusta y a mis compis reposteras desearlas unas Felices Fiestas. Todavía nos quedan muchos aviones por coger en el 2018.
Fuente: Tavolartegusto