Hoy cogemos de nuevo el avión del que será el último viaje antes de las esperadas vacaciones de verano. Hoy partimos hacia el corazón de Europa, hoy viajamos a Luxemburgo. Yo repito destino porque ya conocía su capital, pero viajar siempre es estupendo, además de que cada vez que haces un viaje, aunque sea volviendo a un mismo sitio en el que ya hayamos estado, se aprenden cosas nuevas y vemos el país con ojos diferentes.
Miembro fundador de la Unión Europea, este pequeño país (el séptimo más pequeño de Europa) en el que prácticamente la mitad de sus habitantes son extranjeros, está rodeado por Alemania, Francia y Bélgica, de ahí que sus idiomas oficiales sean el alemán, el francés y el luxemburgués.
El casco antiguo de Luxemburgo fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1994 y está formado por calles empedradas y edificios históricos. Su pequeño tamaño hace que sea el lugar perfecto para pasear y disfrutar del arte.
La Plaza de Armas, considerada como el salón de la ciudad de Luxemburgo, con gran bullicio sobre todo en verano, y situada también en el centro de la ciudad vieja, atrae un gran número de visitantes y casi siempre está llena de gente. En ella hay muchos cafés y un templete de música antiguo, además de ser un lugar muy agradable para hacer un alto en el camino y sentarse en una de las terrazas de su plaza empedrada, rodeada de limoneros.
Recuerdo perfectamente como si lo estuviera viendo ahora mismo, el Viaducto de Luxemburgo o The Passerelle que se extiende llevando el tráfico desde el sur hacia el centro de la ciudad y que también se conoce como el Puente Viejo, así como el otro gran puente de piedra, el Puente Adolfo, formado por un arco muy grande y que transcurre sobre el valle del río Petrusse uniendo la parte alta de la ciudad con la otra orilla del río. Este puente también es conocido como el Puente Nuevo porque se construyó después que el anterior.
Y como lo que nos ocupa es la gastronomía, y más concretamente la repostería, voy a pasar directamente a hablaros de ella. La cocina luxemburguesa, es una cocina con mucha personalidad y que está influenciada por sus países vecinos.
En la carta de cualquier restaurante luxemburgués, encontraremos platos como el kuddelfleck guiso de callos acompañados de pan frito, el kachkéis que es un tipo de queso local aunque se dice que tiene origen español, el cordon bleu, plato típicamente francés y que han adoptado, los patés, los pastaschutta o espaguetis boloñesa, el carpaccio, el tierteg o puré de patata con chucrut acompañado con huevos y el plato típico luxemburgués que es un plato combinado con entradas de fiambre típicos de la zona, foies y rodajas de carne rellena.
En cuanto a las recetas dulces, aunque no he podido encontrar mucha variedad, os dejo lo que he ido descubriendo, como por ejemplo los bratzels que son una de las especialidades dulces de Luxemburgo, y que al contrario que los bretzels salados alsacianos, los luxemburgueses son dulces y se elaboran con una masa parecida a la de los croissants, y los decoran con azúcar y almendras fileteadas, el kéiskuch que es un pastel de queso preparado con queso fresco suave sobre una base de galletas o bizcocho, los verwurrelt gedanken que son unos dulces típicos hechos con harina, huevo, mantequilla y sabor a limón que se preparan en carnaval y se cortan en tiras y se fríen. Y por último, la quetschentaart o tarta agria de ciruelas que es por el postre que yo me he decidido.
Ingredientes
125 gr. de mantequilla (pomada)
50 gr. de azúcar
250 gr. de harina
1 huevo tamaño L
Pizca de sal
8 ciruelas
Azúcar glacé (para decorar)
Elaboración
Tamizamos la harina y la sal. Reservamos.
Batimos la mantequilla con el azúcar hasta que la mezcla blanquee. A continuación añadimos el huevo y seguimos batiendo hasta que quede esponjoso.
Añadimos la harina tamizada y amasamos. Hacemos una bola con la masa y la envolvemos con papel film. Refrigeramos 30 minutos aproximadamente.
Precalentamos el horno a 200 º C y engrasamos un molde con un poco de mantequilla.
Estiramos la masa con un rodillo y la colocamos forrando el molde de tarta. Eliminamos la masa sobrante cortándola ayudándonos con el rodillo.
Lavamos las ciruelas y sin pelarlas las cortamos por la mitad, retiramos el hueso y las cortamos en gajos.
Colocamos los gajos de ciruela en círculo sobre la base de la tarta. Horneamos de 30 a 40 minutos.
Dejamos que se enfríe a temperatura ambiente y espolvoreamos con azúcar glacé.
Es una tarta que resulta muy fresquita y nada pesada, ideal para el tiempo que nos acompaña, si no fuera porque hay que encender el horno para prepararla. Sí, habéis oído bien, casi me da algo, porque con el calor que estamos teniendo estos días, el pasado fin de semana, que fue cuando la preparé, mi cocina alcanzó temperaturas propias del infierno.
Pero no quería dejar de enseñaros esta delicia y siendo la ciruela una fruta propia del verano, no podía ser en otro momento, así que armaos de valor y si queréis disfrutar de una deliciosa tarta de ciruelas, os invito a que a pesar de las temperaturas, encendáis el horno, eso sí, a las once de la noche como hice yo.
Bueno, y antes de despedirme, aprovecho para desear a mis compis de viaje unas muy felices vacaciones de verano. Vamos a ver si disfrutamos un poco que nos lo merecemos y aunque durante este año hemos viajado un montón, espero que a la vuelta lo sigamos haciendo.
Nos vemos muy pronto en el #retoalfabetodulce, que aunque a mi me pillara viajando por Europa con mis niñas (para no perder las buenas costumbres), dejaré todo listo antes de daros vacaciones hasta el mes de septiembre.