Aunque la receta tradicional se hace con manzanas, la versión con ciruelas está igual de buena, y concretamente con la variedad que me han mandado (Black Splendor) tiene un ligero regusto ácido que hace de esta receta un postre perfecto tanto para los más golosos como para quienes prefieren algo menos dulce.
Los ingredientes que necesitaremos son pocos:
1 kg de ciruelas
100 g de azúcar
50 g de mantequilla o margarina
1 lámina de hojaldre o de masa quebrada Cortamos la base según el molde que vayamos a utilizar. Lavamos las ciruelas, les retiramos los huevos y las cortamos en gajos grandes, intentando que pierdan el menor jugo posible.
Ponemos una sartén que podamos meter en el horno a fuego medio bajo y fundimos la mantequilla con el azúcar hasta conseguir un almíbar espeso. Es importante que el fuego no esté demasiado alto para que no se queme el azúcar porque amargaría.
Cuando el almíbar esté preparado colocamos las ciruelas con la parte de la piel boca abajo procurando que se empapen bien. Dejamos que las ciruelas se cocinen unos veinte minutos. Si pasado ese tiempo queda mucho líquido subimos el fuego y lo dejamos cinco minutos más.
Encendemos el horno a 180º C con calor arriba. Colocamos la base sobre las ciruelas procurando hacer un pequeños borde hacia dentro para recoger todo el relleno.
Horneamos durante unos 10 minutos hasta que la base esté ligeramente tostada, pero no quemada.
Cogemos un plato y con mucho cuidado le damos la vuelta a la tarta para desmoldarla. Dejamos enfriar y ya está lista para servir. El broche de oro perfecto para una buena comida.