Mucho ha llovido desde 2014, desde aquella primera entrada de presentación y la primera receta que vino pocos días después.
Jamás pensé que lo que empezó como una manera de compartir las recetas que hacía en casa con mis amigos y mi familia durase tanto y acabara por darme una pequeña gran familia virtual con la que reir, llorar y emocionarme a partes iguales semana tras semana.
En estos siete años todo ha cambiado. Todos hemos cambiado también.
Es mucho tiempo y la evolución personal y familiar de cada uno es imparable. Por el camino han quedado muchos blogs amigos ante la falta de tiempo o de motivación.
Ya se sabe, los humanos siempre en continuo cambio.
La blogosfera tampoco es lo que fue. Su época dorada pasó hace mucho y los que aquí seguimos lo hacemos anclados por un sentimiento romántico de mantenerla con vida y porque ganamos, en el terreno de lo personal, mucho más de lo que nadie que no pertenezca a este mundillo pueda imaginar.
Y no solo en lo personal, porque basta con echar un vistazo a las entradas de cualquier blog a lo largo del tiempo y ver el salto abismal entre los albores y la actualidad.
No sólo en calidad de fotos, redacción o presentación. Es increíble la evolución, el aprendizaje, la miscelánea de ingredientes...
Y como ejemplo este humilde rincón y la tarta que he elegido hoy para celebrar este séptimo aniversario, número que para mí siempre ha tenido algo de mágico y de especial.
Muchas veces he contado que hay pocas verduras y hortalizas a las que haga ascos, pero todos tenemos nuestro talón de Aquiles gastronómico y uno de los míos (que son pocos, pero haberlos haylos) es la remolacha.
Me encanta el color, pero el sabor...¡ay! ¡cuánto me cuesta! Decidme lo que queráis pero la remolacha sabe a tierra.
Y punto.
Así que eso de tomarla en ensalada va a ser que no.
Lo de meterla en elaboraciones saladas va a ser que tampoco.
Pero la vena repostera me tira y creo que es la única vía para una posible reconciliación.
Hace un tiempo preparé estos muffins integrales de remolacha y chocolate. El comienzo de la reconciliación fue bueno, lo admito.
Me quedó pendiente preparar alguna masa que no incluyera chocolate para disfrutar de un bonito color rojizo.
Pero se cruzó esta receta en mi camino y volví a caer en la tentación de mezclarla con chocolate.
No hace muchas semanas que la preparé. Más concretamente fue uno de los postres que hice para el día de la madre.
Y aproveché para dar salida a muchas cosas que tenía en el armario.
Usé un cacao en polvo mezclado con especias en un intento de matar al máximo el sabor a tierra de la remolacha (lo sé, me repito, pero sabe a tierra, al menos en mi mente y en mi paladar) y un chocolate con chili que compré hace bastante para otra receta (que aún no he hecho, evidentemente)
Por no hablar del paquete de remolacha cocida que mi señor esposo había comprado y que llevaba un mes en el armario de la cocina abocado a tornar en un color marrón parduzco que haría que el caballero dijera que así ya no le gustaba.
Sí, mi marido es muy particular para los alimentos. Creo que con el tema de los plátanos ya os habéis empezado a hacer una ligera idea.
La mezcla era potente. No puedo evitar hacer mías las recetas y en este caso no sólo era cuestión de dar salida a lo que tenía en casa sino que quería disimular(me) al máximo la remolacha.
Porque una cosa es sentarte delante de un postre, sin saber lo que hay en su interior y otra muy distinta es plantarte delante de un pedazo de esta tarta a sabiendas que lleva una cantidad ingente de remolacha.
Más cuando no te gusta.
Más cuando sabes que hasta tu última neurona viva va a poner a todas tus papilas gustativas en pie de guerra para encontrarla.
Y el resultado fue bueno.
Me gustó mucho el comportamiento del bizcocho en el horno, con su crecimiento homogéneo.
Además me sorprendió que cuando llevaba 35 minutos el interior estuviera más crudo de lo que esperaba y que al llegar a los 45 minutos estaba perfectamente hecho.
Todos sabemos que cada horno es un mundo, pero a la vista está que el interior ha quedado perfecto.
Muy húmedo y jugoso ¡una locura de textura!
Y os estaréis preguntando ¿y el sabor qué?
Sabéis que soy sincera a rabiar y el primer día me supo mucho a las especias del cacao en polvo y al final, muy al final, notaba cierto sabor a remolacha.
El segundo día seguían ahí las especias, pero no notaba la remolacha.
Y a partir del tercer día era una estupenda tarta de chocolate sin más.
Mirad yo no sé si es que mi paladar se fue acostumbrando al sabor de esta tarta o si ha ido ganando en sabor, equilibrando todos los ingredientes, con el paso de los días. Lo que tengo claro es que me gustaba más a medida que pasaban los días.
Porque una cosa os tengo que decir ¡a mi marido no le gustó al primer bocado y ha sido esta servidora la que se la ha zampado de principio a fin!
Él es así. No da segundas oportunidades.
Y es cierto que el primer día la combinación era potente en sabores.
Por no contar que acababa de zamparse un pedazo de un brownie (cuya receta aún no he publicado y estaba para ponerle un piso) que le hizo un craso favor a esta tarta con el contraste de sabores.
Pero como no atiende a razones no quiso darle la oportunidad días después.
Y yo tampoco insistí. A ver, si es un postre casi saludable ¿qué puede pasar si me lo como yo enterito?
Ironías de la vida. A mí que no me gusta la remolacha me flipa esta tarta.
Y mi marido que se la come partida y aliñada con un poco de vinagre no pasa del primer bocado.
Pero una cosa os voy a decir, y guardadme el secreto por favor. Esta tarta la repito yo, pero sin cacao especiado y sin que se entere de que estoy usando remolacha y se la come con todo el gusto del mundo.
¡Estoy segura de que no va a darse cuenta!
Que sí, que no será este mes, ni a lo largo del verano, pero esta tarta volverá a mi horno cuando mi marido se haya olvidado de ella y ya veréis cómo no se da cuenta de lo que se está comiendo.
Bien es cierto que la cantidad de remolacha que lleva es potente. En la receta original eran 50 gramos menos, pero ¿qué hago si el paquete es de medio kilo?
Me negaba a dejar 50 gramos muertos de risa en la nevera, porque no tenía intención alguna de usarlos de manera alguna así que para la tarta sin pensarlo.
Que tampoco es que 50 gramos más o menos supongan mucho cuando de estas cantidades se trata.
Y por supuesto podéis usar el cacao y el chocolate que tengáis en casa. No hace falta, ni mucho menos, que sea cacao con especias, ni el chocolate con chili. Yo he usado lo que tenía en el armario y quería terminar.
Con que sea un buen cacao y un buen chocolate será más que suficiente para tener una receta de diez sobre la mesa.
Quién me iba a decir a mí hace siete años que iba a estar alabando las bondades de una tarta de chocolate cuyo ingrediente principal era la remolacha.
Y que además iba a estar hablando de repetirla en breve.
Porque no me negaréis que la textura del corte no es una locura.
Y si bien se ve ni os digo en boca... pero para eso os tenéis que animar a prepararla.
Ya dice el refrán que el que no arriesga no gana, y no puedo más que darle la razón desde que tengo el blog.
Además ¿quién sabe con qué nuevos ingredientes estaré ensayando en unos años? y quien dice años dice meses ¿no?
Espero que os haya gustado la tarta que he elegido para celebrar con vosotros este séptimo aniversario y que me acompañéis con un pedazo.
Si os animáis me encantará saber qué os ha parecido este postre, que indiferente ya os digo yo que no os va a dejar.
Ingredientes:Para la tarta
* 500 gramos de remolacha cocida
* 100 ml de aceite de oliva virgen extra (AOVE)
* 40 gramos de cacao en polvo especiado
* 100 gramos de chocolate con chili (yo usé el de Lindt)
* 100 gramos de azúcar de caña, moreno, panela...
* 3 huevos
* 8 gramos de levadura química (impulsor)
* 140 gramos de harina integral
Para la ganache de chocolate:
* 100 gramos de chocolate
* 2 cucharadas soperas de sirope de ágave
* 25 ml de leche
* 1 cucharadita de AOVE
Para decorar:
* Fideos de chocolate
Elaboración:
1. En un bol ponemos la remolacha cocida y troceada, el AOVE, el azúcar y los huevos y con ayuda de la batidora trituramos hasta obtener una mezcla cremosa y sin grumos.
2. Derretimos el chocolate al baño maría o en el microondas (en tandas de pocos segundos removiendo cada vez) y lo añadimos a la mezcla anterior. Removemos bien hasta integrar.
3. Incorporamos el cacao en polvo, la levadura y la harina y mezclamos hasta integrar.
4. Pintamos con mantequilla un molde redondo y desmoldable de 20 centímetros de diámetro y vertemos la masa dentro.
5. Introducimos en el horno precalentado a 180º C y horneamos durante 45 minutos.
6. Apagamos, dejamos con la puerta entreabierta diez minutos, sacamos y dejamos enfriar por completo sobre una rejilla. Desmoldamos y reservamos.
7. Para preparar la ganache de chocolate ponemos en un cazo el chocolate troceado, el sirope, la leche y el aceite y llevamos al fuego, removiendo con frecuencia hasta que el chocolate se haya derretido y todos los ingredientes estén perfectamente integrados.
8. Retiramos del fuego y dejamos templar.
9. Bañamos nuestra tarta con la ganache de chocolate y espolvoreamos con fideos de chocolate.
10. Esperamos hasta que la ganache se haya enfriado por completo antes de servir, aunque mejor de un día para otro.
Cuantos más días pasan más rica está.
Se conserva tierna y muy jugosa. Sin lugar a dudas es una receta base brutal para cualquier tarta.
No será la última receta que veáis con remolacha por este rinconcito. Y si tengo que zampármela yo sola, pues que así sea.
Las niñas siguen bien. A ratos con tos, a ratos con mocos, pero con tanto cambio de temperatura es lo que toca.
El próximo sábado vamos a celebrarles una merienda de cumpleaños con sus tíos y primos al aire libre. Minimizando los riesgos de contagio para los adultos y ofreciendo lugar donde correr y jugar para ellos.
No será como la fiesta del pasado año, pero es que ya nada es como antes del Covid. Y eso no quita que las niñas no se merezcan un cumple con otros niños aunque sea cinco meses después de haber cumplido años.
Gracias de nuevo por seguir visitando mi cocina virtual una semana más y por todos los comentarios y las muestras de cariño que recibo.
Nos leemos el jueves próximo.
Manos a la masa y ¡bon appétit!