"Día a día, lo que eliges, lo que piensas y lo que haces, es en quién te conviertes" (Heráclito).
Ella cocinaba siempre con su impoluto y blanco delantal con volantes que tanto la hermoseaba, se lo colocaba sobre su bambito estampado que tan primorosamente, como buena costurera, se confeccionaba con cualquier trozo de retal. Así se protegía del calor, incluso en invierno, de los fogones de aquella pequeña cocina abierta al comedor y sala de estar, de azulejos blancos donde había ido pegando en algunos de ellos, siguiendo la moda sesentera, calcamonías de frutas y verduras.
Era una casa humilde, sin grandes lujos, sencilla pero a la vez coqueta y acogedora a la que llegó en aquellos años 60 el papel pintado en sus paredes; el sofá de polipiel de color verde con cojines estampados imitando terciopelo frente al mueble-bar de madera maciza a juego con una enorme mesa donde no faltaba el pasa camino de mesa de crochet que en sus pocos ratos libres tejía. La mesita de ruedas soportaba el peso de la televisión cuyas imágenes proyectaban las imágenes en blanco y negro.
Y en la cocina unida al lavadero la escueta y sencilla nevera junto al mueble de cocina que hacía juego con la mesa y las cuatro sillas de formíca color verde claro.
Para mi madre, también fue la "época prodigiosa" aquellos años 60, claudicando en su gusto por la moda y por todo lo que significaba algo novedoso....dentro de sus posibilidades, ella, aunque sin estridencias, también era moderna, una mujer de su tiempo pero sin dejar atrás sus costumbres, su cultura y su forma de vivir, dedicada en cuerpo y alma a sus quehaceres diarios, a su familia, a su trabajo, al día a día de de aquellas mujeres acostumbradas a las penurias de una post-guerra, grandes luchadoras y precursoras que marcaron el camino para una sociedad más justa e igualitaria desde el seno de su propio hogar incluso.
Así fue mi madre....y allí, en aquel pequeño piso, sus potajes, sus frituras, sus deliciosos guisos aderezados con su eterna sonrisa, con su cantarina voz, con su amor y pasión, también con sus lágrimas y sufrimiento, inundaban en todo momento no sólo la estancia, también los aledaños y escaleras del edificio. Sobre todo a la hora de las comidas.
En contadas ocasiones sacaba su mejor vajilla, la de "Toddy" de fina porcelana que consiguió a fuerza de consumir mi hermano cacao en polvo de aquella marca que anunciaba "o Toddy o nada"; de su vajilla de bodas quedaban pocas piezas que las guardaba como si de un tesoro se tratara, como huella de un pasado ya lejano. Las estrellas de su mesa, eran aquellos platos y vasos transparentes y multicolores, blancos al principio, más tarde los de color ámbar e incluso si mal no recuerdo tuvieron su espacio los de color verde; eran de cristal y se llamaban "Duralex" e incorporaban en su decoración el estampado o los cuadritos del mantel que cubría la mesa donde solíamos comer.
He podido leer que la empresa se fundó en el año 1934 y en un principio la utilización de éste tipo de material vítreo estaba destinado su utilización en las lunas de los incipientes automóviles. Pero llegaron a nuestras cocinas. La marca "Duralex", mejor dicho el nombre proviene de la cita latina "Dura lex, sed lex" (La ley es dura, pero es la ley).
Un plato Duralex era lo más moderno en cuestión de vajillas y cristalerías, llegando por su precio casi al alcance de cualquiera estar presente en todos los hogares; independientemente de que eran duraderos, tardaba en romperse y cuando ésto sucedía estallaba en mil pedazos, no llegando a suponer peligro alguno, ya que no cortaba como el cristal.
Y conforme va pasando el tiempo, a lo largo de la vida, los gustos y las modas cambian; éstos en gran medida no son innatos, sino que realmente son producto de la sociedad y del consumismo.
También llegó la vajilla "Duralex", en color verde por cierto, a mi cocina en aquellos años de mediados de los 70 a ser los platos y vasos de diario, al unisono con la clásica y elegante de la Cartuja de Sevilla (que por cierto me fue sustraida) reservaba para ocasiones más especiales. fueron ocupando su lugar las más simples y sencillas que se pueden encontrar en cualquier gran superficie, añadiendo hoy por hoy alguna pieza suelta con cierto diseño, siguiendo la línea de presentación gastronómica. Pero todos, absolutamente todos en colores blancos o crudos.
Craso error para alguien que publica un blog de cocina. Así lo comento en ocasiones y soy consciente que "Mi Cocina" virtual necesita cambios de "look" en cuanto a decoración y emplatado.
Sin ir más lejos, comenté en las redes sociales al subir una de las fotos de la receta de hoy, que al ser el contenido gastronómico de colores claros, me era necesario tener algún plato que otro de color oscuro para así tener contrastes. Y así lo corroboró uno de los comentarios de un@ de mis seguidores: Se ve estupendo, las albóndigas de buen tamaño, cubiertas (napadas) con ésa salsa que se ve super cremosa y rica, de por sí adoro las papas fritas tambien...¡¡ un éxito !! Ahora, con lo del plato tienes razón, necesitabas un plato negro, para que ésa comida que está estupenda de por sí, sobresalga y entre por los ojos.
Leo, pienso, recapacito y llego a la conclusión: he de comprar algún plato oscuro, lo necesita mi blog ¡¡ Igual uno de Duralex !!
Mientras ésto ocurre, seguiré presentando mis recetas en mis platos de diario, en los que disfrutan en mi cocina, donde comen mi familia, mis amigos, mis invitados y con los que hago las fotos para "Mi Cocina"; como en ésta ocasión, aunque no sobresalgan éstas deliciosas y suaves albóndigas en salsa con ése toque de Cardhú.
¿COMO LAS HICE?
INGREDIENTES PARA LAS ALBÓNDIGAS:
300 grms. de carne picada (mitad de ternera, mitad de cerdo), 1/2 cebolla pequeña, un diente de ajo, dos rebanadas de pan, un vaso de leche entera, un huevo, una ramita de perejil (sólo las hojas), sal, pan rallado, harina de trigo, seis granos de pimienta negra (recién molida) y aceite de oliva virgen extra para freirlas.
INGREDIENTES PARA LA SALSA:
Una cebolla grande (blanca, dulce, tipo cebolleta), dos puerros (la parte blanca), un bote pequeño de nata (crema de leche) especial para cocinar, sal, pimienta negra recién molida, medio vaso de agua y medio vaso de whisky de malta (usé Cardhú 12 años).
LOS PASOS A SEGUIR:
Preparar las albóndigas, para ello pelar y picar la cebolla y el ajo en trozos lo más pequeños posible. Picar igualmente las hojas de perejil.
En un cuenco echar la carne picada, las rebanadas de pan, la leche de forma que empape los trozos de pan, el huevo, la cebolla, el ajo y el perejil picados y salpimentar al gusto.
Remover bien de forma que la masa sea uniforme y queden todos los ingredientes bien integrados.
Si queda la masa demasiado liquida, engordarla con un poco de pan rallado, cuidando de que no quede demasiado espesa que las albóndigas quedarían duras (personalmente me gustan esponjosas)
Hacer bolas de la masa resultante e ir pasándolas por harina.
Cuando estén todas enharinadas, en una sartén echar aceite y cuando éste esté bien caliente ir friendo las albóndigas de forma que queden uniformemente doradas.
Retirarlas de la sartén y dejarlas sobre papel de cocina.
Una vez que las albóndigas estén fritas preparar la salsa.
Picar la cebolla y los puerros en trozos pequeños.
En una cacerola echar un buen chorreón de aceite de oliva virgen extra y pochar a fuego lento la cebolla y los puerros, con cuidado de que no se lleguen a quemar. Una vez que esté la verdura transparente, añadir el whisky y llevar a ebullición a fin de que se evapore todo el alcohol. Agregar el agua y llevar nuevamente a ebullición durante unos minutos hasta que se reduzca un poco la salsa.
Pasar por la batidora, en la misma cacerola, de forma que quede una crema lo más fina posible, añadiendo a continuación la nata (crema de leche) y removiendo a fin de que se integre bien con el resto de los ingredientes. Salar al gusto.
Incorporar las albóndigas y dejar cocer a fuego lento durante unos dos o tres minutos.
Retirar del fuego, dejar reposar y espolvorear con pimienta negra recién molida.
A la hora de servir, aconsejo salsear con generosidad, napando bien las albóndigas y acompañar con patatas fritas (en ésta ocasión unas patatas pajas bien crujientes, fritas en aceite de oliva virgen extra)
¡¡ Buen provecho !!