Recuerdo cuando mi abuelo llegaba con un saco repleto que por las mañanas extendían sobre cartones al sol en la terraza y que recogían al caer la tarde.
Era la tarea de asolear, que se hacía también con las almendras.
Los frutos de cáscara se tendían al sol del otoño para que perdieran la humedad y se conservaran en buen estado durante meses. Se recogían por las tardes para evitar que el rocío de la noche los humedeciera entrando en un círculo del que no se saldría jamás.
Después las nueces se guardaban en la parte baja de la alacena que había en el salón de su casa y se iba dando buena cuenta de ellas durante las cenas de otoño como acompañantes del gazpacho de patatas que tantísimo me gustaba y que acabo de caer en la cuenta de que hace años y años que no como.
Imposible que las nueces no formen parte de mi repostería de otoño, aunque desde que sabemos que Lara es alérgica intento no usar en repostería aquello que la niña no puede comer.
Traigo un bizcocho sencillo, sin pretensiones, cuyo éxito depende de la calidad de las nueces que se utilicen.
No hay nada como el sabor y el olor de una nuez recién recolectada y recién partida. A mí nunca me ha importado que estuvieran húmedas, ni entendía por qué era "malo" comerlas sin asolear.
Supongo que eran esas cosas que nos decían nuestras abuelas, procedentes del saber popular, que recordamos de por vida, pero que a veces nunca llegamos a entender el por qué.
Aún mantenemos la noguera que daba aquellas nueces pero últimamente la cosecha es más pobre (y quien dice pobre dice prácticamente inexistente) o bien se olvidan de mi existencia y nadie me dice que hay nueces del campo.
No como con las manzanas que aún sueño con ellas y eso que ya les di fin y tengo en borradores recetas de manzana para cinco temporadas más del blog.
Las nueces que utilicé no son de cosecha propia. Me tocó un sorteo en Instagram (hace bastante que no participo en estas cosas por falta de tiempo) y había que darles salida porque los frutos secos no duran buenos demasiado tiempo y tienden a ponerse rancios.
Eso ocurre con los comerciales y con los de cultivo propio, que por muy bien que los quieras conservar tienes que consumirlos con cierta celeridad para evitar sorpresas desagradables.
La bebida vegetal era también del sorteo. Pero si no tenéis en casa podéis sustituirla tranquilamente por leche, nata (crema de leche), o buttermilk y obtendréis igualmente un bizcocho para chuparse los dedos.
En ocasiones nos complicamos la vida buscando recetas elaboradas, con pasos interminables o con ingredientes que no se encuentran en todos los lados olvidando que son las recetas de toda la vida, las que se tienen en un abrir y cerrar de ojos en el horno las que suelen gustar más.
Bien es cierto que los que tenemos un blog vamos siempre a la zaga de cosas nuevas con las que nutrir nuestras cocinas virtuales pero no podemos olvidar esas recetas al alcance de las habilidades de cualquiera y que no necesitan de muchos utensilios que no siempre hay en todas las cocinas.
La receta de esta semana no está recién salida de los fogones como venía ocurriendo últimamente. Esta está en borradores desde mi baja maternal de Elena y dando un vistazo a cositas que tenía en pendientes me pareció ideal para compartir hoy, con el frío que nos acompaña, porque me ha parecido una idea fantástica para preparar este fin de semana.
Si bien es cierto que el precio de la luz está por las nubes y que poco hablamos para lo mucho que da el tema en casa se sigue usando el horno.
A ver, yo no sé vosotros pero en mi casa funcionan con electricidad hasta los cepillos de dientes, así que si no uso el horno tengo que tirar de placa de inducción para cocinar o de robot de cocina... Elija lo que elija la compañía eléctrica factura.
Lo que suelo hacer es organizar todas las recetas de la semana que requieren horno y una vez lo enciendo las preparo todas.
No a la vez, porque no veo claro hornear una lasaña y un bizcocho juntos, aunque si alguien lo ha hecho y da buen resultado soy toda ojos en los comentarios, pero sí una detrás de otra o compartiendo horno si son cosas similares.
Espero que estos gestos se noten en la factura, porque lo que es seguro es que la subida se nota mes a mes.
Volviendo a la receta, que no quiero encenderme, os diré que queda un bizcocho tierno, jugoso, húmedo...¡tremendamente irresistible con esos pedacitos de nueces!
Y dura un suspiro. Es complicado no sucumbir a la tentación de cortar un pedacito cuando lo ves, porque es tan "apañado" que lo mismo te vale para el desayuno, la merienda o para ir acallando el hambre que nos acecha cada vez que nos da por entrar en la cocina ¿o soy la única?
Menos mal que paso la mayoría del día fuera de casa o estaría redonda.
Espero que os animéis con esta receta ¡a buen seguro os va a gustar? ¿Alguien se apunta a un trocito para ir abriendo boca?
Ingredientes
* 100 ml de aceite de oliva virgen extra (AOVE)
* 150 ml de bebida de nuez (se puede cambiar por leche o cualquier otro tipo de bebida vegetal)
* 2 yogures griegos
* 50 gramos de azúcar blanca
* 75 gramos de azúcar moreno
* 2 huevos
* 300 gramos de harina
* 1 sobre de levadura quiímica o impulsor (16 gramos)
* 100 gramos de nueces peladas
* Azúcar para espolvorear
Elaboración:
1. En un bol ponemos el azúcar y el AOVE y batimos hasta integrar.
2. Añadimos los huevos y los yogures junto con la bebida de nuez y volvemos a batir.
3. Incorporamos la harina junto con la levadura y mezclamos hasta que no queden grumos. Reservamos.
4. En un bol ponemos las nueces peladas y añadimos una cucharada de harina. Mezclamos bien para que se queden impregnadas.
5. Vertemos las nueces en la masa del bizcocho y repartimos por toda la masa con ayuda de una espátula.
6. Forramos un molde con papel de hornear o pintamos con mantequilla. Vertemos la mezcla y espolvoreamos con azúcar la superficie.
7. Introducimos en el horno precalentado a 200º C y horneamos a 180º durante 50 minutos o hasta que al pinchar con una brocheta de madera en el centro esta salga limpia.
8. Dejamos con el horno apagado y la puerta entreabierta diez minutos, sacamos, desmoldamos con ayuda del papel y dejamos enfriar por completo sobre una rejilla.
9. Una vez frío envolvemos en film transparente y guardamos en el frigorífico.
Es una receta sin complicaciones, con productos de andar por casa (o fácilmente sustituibles) y que además da mucho juego.
Las nueces se pueden sustituir por cualquier otro fruto seco (almendras, avellanas...) fruta desecada (pasas, ciruelas, arándanos...) o incluso trozos de chocolate para los más golosos.
Incluso se pueden omitir y tampoco pasa nada, tendríamos un bizcocho básico, pero muy rico igualmente.
Elena está casi recuperada del virus. Los granitos han ido secándose y las ampollas de la garganta están casi curadas.
Sigue con poco apetito y bastante caprichosa. Últimamente se enfada por todo. Espero que sea una mala racha porque para malhumorada en casa ya estoy yo y llegué antes que ella.
Esta semana la que está enferma es Lara, que ha pillado un resfriado de los que hacen historia. A mi hija le encanta quitarse capas de ropa. A mí me sabe fatal mandarla a colegio con un jersey pelado porque se pasa la mañana con la espalda en la calle.
Si le coloco una camiseta debajo quitarse el jersey es inmediato una vez está en el colegio.
Además sale con el abrigo en la mano o a lo sumo puesto pero abierto. Un caso de niña calurosa y nada nuevo en invierno, pero me fastidia porque es una enferma malísima y muy quejica.
Por lo demás todo bien. Una semana más os doy las gracias por seguir visitando mi cocina y os cito de nuevo el próximo jueves.
Mientras tanto disfrutad y sed felices.
Manos a la masa y ¡bon appétit!