La inmensa mayoría de calabazas que consumimos actualmente fueron cultivadas en sus orígenes en México, concretamente del género Cucurbita.
Por increíble que parezca, fue la primera planta que se empezó a cultivar en Mesoamérica, hace aproximadamente unos 10.000 años.
Allí forma parte de la dieta habitual de los locales desde entonces, y en Europa su consumo se extendió a raíz de la conquista española.
Las plantas de este género, que producen frutos de un tamaño muy apreciable, están dotados de una pulpa carnosa, sin embargo, en la época prehispánica, no era su pulpa lo que atraía a los indígenas.
Las pepitas que forman en su interior son una fuente inconmensurable de proteínas, y pueden almacenarse durante largos períodos de tiempo sin sufrir una merma en sus cualidades.
Con el paso del tiempo, y ante el potencial que también tenía su carne, se empezaron a cultivar, lo que cambiaría radicalmente su sabor respecto a las silvestres. Se pasó de un pronunciado sabor amargo, a un ligero y embriagador sabor dulce. Al mismo tiempo, tanto las semillas como el fruto crecieron exponencialmente de tamaño.
Curiosamente, la evidencia más antigua que se conserva sobre la domesticación de esta planta, a través de semillas encontradas en algunas cuevas, nos dice que fue Cucurbita pepo la primera especie cultivada por el ser humano, el nombre científico del calabacín, ya que ambas pertenecen a la misma familia botánica.
La calabaza es un fruto nutricionalmente excepcional, de precio económico, y que se presenta muy versátil, permitiéndonos un amplio abanico de elaboraciones; cremas, tortillas, sopa, bizcochos, tempuras, ensaladas, etc. Esto hace que se use indistintamente para platos fríos o calientes.
Pese a que se pueden encontrar infinidad de variedades en el mercado, una de las más consumidas es la calabaza cacahuete, inconfundible debido a su forma que recuerda a la de un cacahuete.
Cómo hacer calabaza frita receta de la abuela
En España no hay demasiada tradición en torno a la calabaza, pero sí que podemos encontrar algunos platillos interesantes en señaladas regiones del país, como en Andújar, donde es muy típico el cuarrécano que no deja de ser calabaza frita especiada como la que vamos a preparar.
La calabaza frita es una elaboración muy sencilla y rica, para la que tan solo necesitaremos una calabaza y algunas especias.
El resultado es un plato nutritivo y cargado de matices, que bien puede servir como entrante, o servirse como si de un paté se tratara.
Vamos con la receta.
Ingredientes:
Calabaza cacahuete 600 g.
Tomate frito 40 g.
Vinagre de vino blanco 30 ml.
AOVE 70 30 ml.
Ajo 3 dientes
Orégano 1 cucharadita
Pimentón dulce de la Vera 1/2 cucharadita - Comprar
Pimienta negra
Sal
Elaboración:
Antes de nada, es conveniente aclarar que los 600 g. que indica la receta corresponden exclusivamente a la pulpa, por lo que si queremos obtener esa cantidad útil de calabaza, tendremos que adquirir una que al menos pese 800 g, ya que se descarta tanto la piel como parte de su interior. Y eso será precisamente lo que empecemos haciendo; la pelaremos y despepitaremos, y posteriormente la cortaremos en trozos de 1 cm.
Pondremos el aceite de oliva en una cazuela de hierro o sartén y sofreiremos la calabaza a fuego medio - bajo. Tendremos que armarnos de paciencia, pues la calabaza tiene una carne en principio dura, que necesita de un tiempo prudencial para ablandarse. Conforme vaya pasando el tiempo, observaremos que va perdiendo agua y empieza a perder su forma, ablandándose.
Trascurridos unos 20 minutos, nos permitirá chafarla con ayuda de un tenedor o una prensa de patatas. Es interesante conseguir un cierto tono dorado en algunos trozos, que darán posteriormente un sabor más prominente a nuestro plato. Entre tanto, iremos preparando el majado, que será el que aporte la pizca de gracia a una calabaza que de otro modo quedaría u poco sosa.
En un mortero o molcajete pondremos los ajos pelados, el orégano y la sal. Siéntete libre de añadir otras especias de tu gusto, siempre en su justo equilibrio. Personalmente, me suele gustar el sabor que deja el comino, pero hay que usarlo en muy pequeña cantidad. Machacaremos bien y lo agregaremos a la cazuela junto a la calabaza chafada.
En este instante, añadiremos también el pimentón. El pimentón de la Vera se caracteriza por un marcado sabor ahumado, lo que sin duda le vendrá genial a nuestra calabaza frita. A continuación, verteremos el vinagre de vino blanco, que podrá ser sustituido por vinagre de manzana, e incluso por limón o lima. Esta última, por muy exótica que nos parezca, liga genial con la calabaza.
Finalmente incorporaremos el tomate frito, que trataremos de hacerlo en casa o de adquirir uno que realmente tenga un sabor natural. En caso de que nos decidamos a hacerlo en casa, no le agregaríamos azúcar para corregir la acidez, pues el mismo dulzor de la calabaza ya equilibraría los sabores. Llegados a este punto, cocinaremos todo conjuntamente durante al menos 5 minutos más.
Lo apartaremos del fuego y dejaremos reposar. Como tantos otros platillos, gana enteros de un día para otro. Se puede consumir tanto frío, como caliente. En el primer caso, por ejemplo, serviría como paté para hacer unas tostadas. Os propongo que le agreguéis algunos toppings, como un poco de queso azul y cebollino para rematar.
Recuerda guardarlo adecuadamente en la nevera, filmándolo al ras para evitar la contaminación de olores y sabores. Estoy convencida de que su sencillez y sabor os harán repetir este plato muy a menudo.
¡A disfrutar!
Puedes ver la receta Calabaza frita Receta de la Abuela así como otras muchas recetas tradicionales caseras en la web de La Receta de la Abuela.