Aunque a simple vista parece que tiene que ser complicado, pelar avellanas es la cosa más fácil del mundo, mucho más incluso que pelar almendras y no digo que castañas.
Primero, cascamos las avellanas y les quitamos la cáscara exterior.
Luego las extendemos sobre una bandeja de horno. Las que os muestro en la foto eran las que me quedaban viejas de la temporada anterior por eso algunas se me han roto al cascarlas. Si son frescas de la temporada, quedan enteras, preciosas.
Después, metemos la bandeja con las avellanas al horno y lo encendemos a 200º.
La mantenemos dentro unos minutos, alrededor de 5, de forma que la piel se reseque sin que lleguen a tostarse.
Por último, las sacamos del horno y las volcamos sobre un trapo de cocina limpio, un poco áspero.
Cerramos el trapo haciendo una muñequilla y frotamos con energía.
Siempre habrá alguna avellana pudorosa que se resista pero en general quedan muy bien.
Ya las tenemos listas. Si las necesitamos tostadas, volvemos a meterlas al horno unos minutos más hasta que las veamos doradas.