La prueba más antigua que se conoce del uso de la zanahoria por los humanos data de hace más de 5.000 años, aunque no siempre se cultivaba antiguamente por su raíz, zona comestible hoy en dia, sino que era apreciada principalmente por sus hojas y sus semillas aromáticas.
Aquellas zanahorias eran de color púrpura por fuera y amarillas por dentro, por lo que la variedad morada está considerada una de las especies “madre” de la que partieron todas las variedades que hoy en día se consume.
Su origen se sitúa en Oriente medio y según he podido leer, la zanahoria fue introducida en España por los romanos y ya en la Edad Media se cultivaba prácticamente por toda Europa. Fueron los comerciantes árabes quienes extendieron la semilla de zanahoria por Asia, África y Arabia, surgieron variedades con diferentes tonos de púrpura, blanco, amarillo, verdes e incluso negro.
Aunque es la zanahoria naranja la que se consume en nuestro país y la que prácticamente llega a nuestras cocinas.
La primera zanahoria naranja vino mucho más tarde. Se cultivó en la Holanda del siglo XVI, y fue el resultado de un cruce deliberado para que coincidiese el color del vegetal con el de la casa real holandesa de Orange.
Su nombre científico es Daucus Carota y la palabra zanahoria proviene etimológicamente del castellano antiguo çahanoria, préstamo del árabe hispánico safunnārjah.
Pero curiosamente, es en Málaga, donde una vez más aún podemos “comer historia”, aquí llegó y aún hoy en día, como antaño, podemos consumir la zanahoria “morá”.
Éste tubérculo, según algunos relatos históricos, llegó a Al-Andalus con una caravana árabe que atravesó el Sáhara portando semillas de la zanahoria morada desde el lejano Oriente. Fueron esas familias provenientes del Norte de África las que comenzaron a cultivarlas en una zona malagueña conocida hace años como Cuevas de Belda.
Un lugar donde Málaga se asoma al caudaloso Rio Genil, situado en un bello valle, al borde norte de la comarca de Antequera, una villa, un precioso pueblo que aún hoy en día conserva la fisonomía de pueblo blanco, de calles estrechas y cortas, con sus casas bañadas por el Sol, de ventanas y balcones enrejados llenos de flores, su nombre: CUEVAS BAJAS
Desde entonces, la primera vez que se cultivó la zanahoria morada hasta hoy, han pasado más de trece siglos. Pese a ello, los cueveños mantienen la costumbre de sembrar cada año estas zanahorias morás.
En otoño cuando los frondosos árboles de la ribera del Genil se tiñen de colores ocres y los rayos del sol van dando tregua después del caluroso estío cuando en Cuevas Bajas se recolecta, una vez al año, ése ancestral tesoro: las zanahorias “morás” malagueñas.
Su peculiaridad no estriba solamente en su color violáceo, su fascinante piel, su corazón púrpura y amarillo, debido a su genuinidad, es crujiente y un poco amarga cuando se consume cruda y más dulce cuando se consume cocinada o procesada naturalmente.
Investigada por la UMA (Universidad de Málaga) ya que se ha comprobado que sus propiedades nutricionales son seis veces mayores que aquellas presentes en la zanahoria naranja común.
De una calidad excepcional, de un sabor delicioso, con la ventaja de que son cultivos ecológicos (no reconocidos), con una producción limitada, cultivada con mimo por campesinos, agricultores de Cuevas Bajas, que no han permitido que se pierdan las semillas, aquellas semillas que trajeron nuestros antepasados desde Oriente.
¡¡ Yo por fin, la he descubierto….y la estoy disfrutando en Mi Cocina, gracias a mi hijo y a mi nuera que no dudaron en comprarme una buena cantidad para que el genuino Sabor a Málaga tampoco se pierda en mis recetas !! Hoy en una crema...
La he preparado bien espesita….es como a mi me gusta, para tomar caliente, le he incorporado queso de cabra curado (malagueño por supuesto), jamón y cuscurrones de pan frito. Y para recordar los sabores de Andalucia, ése toque de ajonjolí….
¿Cómo la hice?
Ingredientes para dos personas:
Una zanahoria “morá” (en ésta ocasión, viendo el tamaño, sólo puse un trozo como comprenderán),
una patata mediana, medio litro de caldo de pollo (usé del puchero malagueño), una cebolla pequeña blanca (tipo cebolleta), un trozo de puerro (la parte blanca), cuatro cucharadas de aceite de oliva virgen extra (estoy usando actualmente de Periana, malagueño), dos cuñas de queso de cabra curado, jamón serrano (lo compré en taquitos ya cortados, suele encontrarse en cualquier supermercado), dos cucharadas pequeñas de ajonjolí (sésamo), una rebanada de pan y sal.
Los pasos a seguir:
Picar la cebolla y el puerro en trozos pequeños. La zanahoria y la patata pelarlas y cortarlas en gajos no muy grandes.
En una cacerolita echar el aceite y pochar a fuego lento la cebolla y el puerro salando previamente, procurando que no se lleguen a quemar.
Agregar la patata y la zanahoria, añadir el caldo y llevar a ebullición, dejando cocer a fuego lento durante unos 30 minutos aproximadamente o hasta comprobar que al pinchar la verdura esté tierna (si fuese necesario en éste tiempo añadir más caldo, procurar que esté caliente).
Mientras, cortar el pan en trocitos y freírlos en aceite de oliva hasta que esté dorado y crujiente. Al sacarlo de la sartén, dejarlo sobre papel de cocina a fin de que absorba el excedente de aceite. Reservar
Cortar el queso en trocitos pequeños
Una vez tierna y cocida la verdura, retirar del fuego y triturarlo pasándolo por la minipimer.
Personalmente me gusta que esté bien espeso, pero si les gusta más licuado simplemente deben añadir más caldo a la hora de triturar.
Servir con los “cucurrones” de pan frito, un poco de queso, el jamón y espolvorear con el ajonjolí.
Un plato, sencillo, reconfortante, nutritivo, vistoso, delicioso, rico, rico, rico…..