No nos hemos atrevido a titular este post como "La receta del auténtico Hornazo" porque resulta que, en cuanto a su elaboración, existe tantísima diversidad a lo largo de toda la geografía española que se convierte en el equivalente culinario a un anuncio de Benetton. Existen salados, dulces, rellenos, con sardinas y en algunos casos hasta embutido.
En nuestro caso, la versión de bollo de aceite dulce con un huevo cocido en su interior, procede de unos orígenes curiosos. Antiguamente se consumían en épocas posteriores a cuaresma, puesto que los huevos se consideraban productos cárnicos y por tanto no consumidos durante este periodo. Sin embargo las gallinas seguían poniendo y estos se cocían para conservarlos y poder consumirlos con posterioridad. Una costumbre común en casi todos los casos en los que el huevo duro fuera el protagonista, y una contradicción absoluta en esta receta que los incluye en su masa, pero tsssss si vosotros no decís nada, nosotros tampoco.
Así que nos ponemos manos a la masa, como prometimos a «Carmina en la Cocina» y vamos a elaborar esta receta extraída de su blog, alterando sus proporciones con nuestras técnicas ninjitsu más avanzadas.
INGREDIENTES (para unas 9-10 unidades de puro placer)
640 gr. de harina de fuerza
100 gr. de azúcar
7 gr. de levadura de panadero deshidratada
260 gr. de aceite de oliva
225 gr. de leche
2 huevos pequeños o 1 y medio si son medianos
1 pizca de sal
Ralladura de un limón
10 huevos cocidos
PREPARACIÓN
Lo primero que hicimos fue apartar calentar un poco el aceite y aromatizarlo con las semillas de matalahúva, o anís verde, son lo mismo. Para eso lo calentamos un poco y sin que nuestras semillas lleguen a quemarse, lo apartamos del fuego y lo colamos.
La matalahúva es la que aporta ese saborcillo especial y tan característico a nuestros bollos, y un argumento a favor de quienes defienden su copichuela de anís a las once de la mañana. Lamentamos no poder reproducir los efectos secundarios en nuestros hornazos, ya somos bastante excitables en condiciones normales.
Lo siguiente es comenzar a amasar todos los ingredientes, excepto los huevos cocidos y el aceite, hasta que consigamos homogeneizar los ingredientes. Recordad: que la sal no toque la levadura, añadid cada una en extremos contrarios del recipiente. No sabemos si su efecto aniquilador sobre el fermento vivo es el mismo en el caso de levadura seca, pero por si las moscas mantened ambas alejadas entre sí.
Añadimos en este momento el aceite y continuamos amasamos hasta obtener bola sin grumos que se despegue del recipiente. Si utilizáis una amasadora eléctrica, el accesorio del gancho a velocidad media-baja hará vuestro trabajo. Si no, preparaos para terminar con unos biceps gordos, fuertes y venosos.
Espolvoreamos con un poco de harina nuestra mesa de trabajo y damos forma esférica a la mezcla, amasándola un poco y propinándole unas palizas breves pero intensas. Como en otras masas similares, y si recordais la receta del «Roscón de Reyes», es necesario levar la masa y rezar para que ésta crezca hasta doblar su volumen. Para ello tapamos el recipiente con film transparente y la dejaremos en un lugar templado para que crezca.
Durante ese tiempo, pudimos ver un par de episodios, de «Helix», una serie rara, cogida con pinzas y de la que jamás volveremos a hablar si no es extrictamente necesario. Sorprendentemente tiene una segunda temporada y aún nos preguntamos el motivo. No os dejéis llevar por una carátula atractiva, dentro puede esconderse un mojón de proporciones épicas.
De nuestra masa bien oronda y crecidita, vamos arrancando porciones de unos 100gr. cada una que amasamos ligeramente con la palma de la mano hasta conseguir una forma semiesférica que luego aplastaremos con una tollina de padre. La estiramos un poquito longitudinalmente y le plantamos un huevo cocido en el centro, presionando sobre él ligeramente para que se hunda. Utilizamos un poco más de masa para hacer dos churrillos con los que cubriremos el huevo para que no huya cuando empiece a arder en el horno. Plantad el dedazo en cada churrillo para que quede bien insertado en nuestro bollito, o se separará al hornearse. Podéis utilizar una palabra de emergencia para que vuestro bollo indique si le estáis haciendo demasiado daño. Nosotros ignoramos sus avisos y sus gritos.
De nuevo volvemos a dejar que nuestros bollitos doblen su tamaño cubiertos con un paño seco en un lugar templado de la casa. Si hace mucho frío, nosotros encendemos el horno apenas unos segundos e introducimos la masa para que fermente con el calor residual. Cuando crezcan de nuevo los pintamos con un poco de huevo batido y añadimos un poquito de azúcar humedecida dejándolos listos para hornear. Con el horno precalentado a 180ºC, hornearemos nuestros hornazos de 15 a 20 minutos, hasta que luzcan bien dorados y entonamos nuestro cántico a las dos resistencias de nuestro gran electrodoméstico favorito.
EPÍLOGO
¿Qué obtenemos? Unos sabrosos, espectaculares y jugosos Hornazos de Pascua con los finísimos matices del aceite de oliva y el anís, listos para cascar el huevo en la frente del ingenuo espectador al grito de - FINISH HIM!!! - para cumplir con la tradición como Dios manda, porque sí, lo del huevo es cierto.
Ahora preparad un vaso fresquito de cacao con leche, encended unas velas y poned algo de Barry White en la minicadena que os tocó en una tómbola de la feria hace 8 años. Tenéis una cita con vuestro hornazo.
Gracias Carmina por contribuir una vez más a nuestra obesidad mórbida.