Sé que algunos de vosotros estábais ansiosos de que publicara una nueva entrada, pero lo cierto es que ésta semana ha sido un poco extraña en horarios para mi, y siento el retraso….pero ya la tenéis aquí.
Quiero compartir con vosotros una receta que hacía tantos años que no la preparaba que he tenido que buscar y rebuscar en los papeles escritos a mano que tengo por casa. Y lo bueno es que la receta, ni siquiera estaba escrita por mí, sino por una de mis amigas (reconocí su letra de inmediato). Y me he acordado de las veces que, estando en su casa, pasábamos la tarde del sábado haciendo éstas galletitas. Digamos que ella fue una de las primeras personas que cocinó conmigo y me transmitió el gusto por éste mundillo, aunque con el paso de los años a ella ya no le agrada tanto meterse entre fogones.
Recuerdo la primera vez que mi amiga las hizo, le pregunté que qué estaba haciendo, y me dijo “lenguas de gato”. Pensaba que se estaba quedando conmigo por el nombre, pero más tarde me di cuenta que no. Y, curiosa y preguntona que soy de naturaleza, me puse a mirar su origen (tuve que ir incluso a la biblioteca para encontrar información, para entonces aún no estábamos en la era digital). Como hace tantos años de eso, he tenido que volver a mirarlo pero ésta vez lo tenía más a mano con Internet. Y me he enterado que reciben éste nombre por la similitud con las lenguas de las adorables mascotas. Pero que su origen no está muy claro: por un lado se dice que son un dulce egipcio (que era como un tributo a los felinos tan venerados por ellos y crearon éstas galletas en su honor), y por otro lado se dicen que son un dulce germano de mediados del s. XIX. La única diferencia que encontré es que las lenguas “germanas” se hacían con chocolate, mientras que las lenguas “egipcias” no. Venga de donde venga la receta original, la verdad es que están riquísimas.
Y son fáciles de preparar. Solo hay que tener en casa los siguientes ingredientes:
125 gr de mantequilla
125 gr de azúcar
125 gr de harina
3 claras de huevo
100 gr de chocolate negro de cobertura
Me acuerdo que para hacer unas pocas, mi amiga y yo nos estábamos mucho rato. Pero era porqué lo mezclábamos a mano todo, su horno era de los de llama….a parte que no parábamos de charlar en todo momento. Era nuestro momento de terapia, jejeje. Hoy en día, con las varillas eléctricas y la potencia que tienen los hornos, que distribuyen mucho mejor el calor y se pueden programar….todo son facilidades! Pero bueno, basta ya de echar la vista atrás. Mejor os explico como se hacen, no?
Lo primero de todo, en un bol grandecito se pone el azúcar y la mantequilla. Ésta debe estar pomada (con la textura de pasta de dientes, ya lo sabéis). Y batimos hasta que esté bien mezclado. Poco a poco, se le añaden las claras sin dejar de batir. En cuanto esté todo homogéneo, vamos añadiendo poco a poco la harina tamizada. Es fácil, verdad? Porqué una vez esté todo bien integrado, ya está lista la masa de nuestras lenguas.
Es buen momento para ir precalentando el horno. Lo ponemos a 200ºC, con calor arriba y abajo, y mientras no esté a la temperatura, nos da tiempo de sobras de ir preparando la bandeja. Ponemos papel vegetal de horno en una bandeja, o si disponéis de la lámina de silicona especial para horno… perfecto, pero yo no tengo. En una manga pastelera, con una boquilla ancha y redonda (o sin boquilla directamente), vertemos la masa de las lenguas. Es hora de tener un poco de pulso; hay que hacer tiras alargadas de unos 4 dedos de largura. Contad que con el calor del horno, se van a aplastar, así que hay que dejar espacio suficiente entre cada una de las tiras. Y pondremos la bandeja al horno durante unos 12 minutos. Es importante que las vayáis controlando, ya que al ser casi planas se hacen muy rápido y si se pasan de tiempo, se queman fácilmente. El truco está en que en cuando las veáis tostaditas, las saquéis del horno. Una vez frías van a endurecer un poco.
Al ver que hay un par de formas distintas de prepararlas, he optado por hacer mi propia versión: una fusión de ambas. Las lenguas de gato tal como las tenemos ahora mismo serían las egipcias. Las germanas llevan chocolate mezclado en la masa. Así que yo he decidido hacer lo siguiente: he derretido el chocolate en el microondas (acordaros que en tandas de 30 segundos y mezclando, que también es muy delicado) y he mojado uno de los extremos de cada galleta. De ésta manera, por una esquina vais a notar el sabor de la lengua en sí, y por la otra, un fuerte sabor a chocolate. Todo son ventajas!!!
Tengo que deciros que en la foto están solamente las que me han quedado de un tamaño normalito, porqué me han salido unos lengüetones…. No le he puesto ninguna boquilla a la manga pastelera, y ésta tiene una boca bastante ancha. Así que no os preocupéis si os salen de distintos tamaños o unas son más rectas que otras. En cuanto las probéis, vais a pensar que están muy buenas. Ya me lo diréis!! Porqué….no se os habrá comido la lengua el gato, verdad?
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