Alguien me dijo una vez que a las plantas hay que hablarles de vez en cuando para que se sientan queridas y crezcan sanas y esplendorosas. Desde luego, científicamente no está probado que eso sea cierto. Como tampoco está probado que los árboles y las plantas tengan oídos. Aunque igual tienen un, digamos, "sentido" que les previene de posibles peligros. A estas alturas igual estáis pensando que he perdido la chaveta, que estoy para encerrar. Pues, mirad. Tengo en mi jardín un árbol de ciruelas rojas. Durante años, el árbol en cuestión sólo daba sombra. Ni un fruto. Mi marido, harto de esperar que el árbol diese ciruelas, me comentó que estaba dispuesto a cortarlo al año siguiente. Y lo dijo delante del condenado a ser "carne" de chimenea. Os lo creáis o no, al verano siguiente el ciruelo no paró de dar frutos y así ha seguido desde hace un montón de temporadas. Da tantas ciruelas que no damos abasto a comerlas, regalarlas y, ahora también, a hacer mermelada. Raro, ¿no? ¿Será que el ciruelo se olió la tostada y pensó: si sólo doy sombra, ese tío malasombra me degüella? A partir de aquel momento yo, por si acaso, les hablo a las plantas y a los árboles no vaya a ser que, de verdad, tengan el oído muy fino.
RECETA
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INGREDIENTES
1 kg de ciruelas rojas.
600 g de azúcar.
Una manzana pequeña con piel.
El zumo de ½ limón.
Las semillas de 3 vainas de cardamomo.
Una cucharada de postre rasa de pectina.
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PREPARACIÓN
Lavar las ciruelas y cortarlas a trozos sin retirar la piel. Añadir el azúcar y dejar macerar toda la noche.
Añadir la manzana, el interior de las semillas de cardamomo y el zumo del medio limón y poner a hervir durante 30 minutos.
Añadir la pectina y dejar hervir unos minutos más.
Pasar por el pasapurés con el tamiz de grano grueso.
Rellenar los tarros de cristal y esterilizar.
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CONSEJO
El limón es imprescindible porque ayuda a la pectina a gelificar.