Al níscalo se le conoce con otros nombres como mízcalo o robellón. Es una seta muy fácil de reconocer para los no expertos. Hay varios tipos de níscalos y los más comunes son “lactarius”. En el caso del “lactarius deliciosus” cuando lo cortamos destila un líquido de color naranja, de ahí el nombre de “rovelló”, que en valenciano significa “oxidado”.
Para limpiarlos es suficiente pasarles un trapo húmedo y con la ayuda de un cepillo, o el filo de un cuchillo mojado, eliminar los restos de hierbas o tierra. Examinadlos con cuidado para detectar posibles parásitos.
Si los queremos conservar naturales durante un par de días los guardaremos en el frigorífico en la zona de las verduras. Para congelarlos debéis cocinarlos antes y envasarlos al vacío.
Aunque podéis cocinarlos de diversas maneras, a la plancha es una buenísima opción para disfrutar de unos níscalos riquísimos.
Ingredientes:
500 gramos de níscalos
Aceite de oliva virgen extra
3 o 4 dientes de ajo
1 manojo de perejil
Sal
Preparación:
El primer paso para disfrutar de los níscalos a la plancha es limpiar bien los hongos. Quitamos la parte más dura del tallo y limpiamos los níscalos con un paño húmero y con el filo del cuchillo humedecido en agua. Algunas personas prefieren lavarlos. Si ese es vuestro caso, lavad los níscalos pasándolos apenas por el chorro del agua, ya que el agua les hace perder sabor.
Una vez caliente la plancha, id colocando los níscalos con la parte inferior hacia arriba, ponedles a cada uno de ellos un poquito de sal, ajo y perejil picados y unas gotas de aceite. Lo conveniente es hacerlos muy rápido y a fuego vivo para que no pierdan demasiada humedad y queden bien crujientes.
Sin darles la vuelta, una vez que veáis que están en su punto los ponéis en un plato y ya están listos para servir.