Este mes el reto Reposteras por Europa organizado por Pili de Tothom a la Cuina, cumple ni más ni menos que un año. Lástima no cumplirlo yo a la vez con ella ya que me subí al tren del reto justo en el segundo mes, así que en cualquier caso estoy feliz de haber acompañado a Pili y a un montón de blogueras y blogueros más, durante estos últimos 11 meses. Durante este tiempo hemos viajado virtualmente por un montón de países de Europa, tratando de descubrir y transmitir parte de la tradición repostera de cada país, cosa que nos ha hecho aprender un montón de datos y recetas que no conocíamos, a la vez que nos hemos divertido todos muchísimo . Y para celebrar este cumpleaños, Pili decidió que no viajaríamos esta vez muy lejos y que nos quedaríamos cada uno en nuestra ciudad y aportaríamos entonces desde allí, la propia cultura repostera autóctona, es decir, hoy cada uno de nosotros os vamos a mostrar algún dulce típico de nuestra ciudad, en mi caso de Madrid.
Y si hay algo que para mi significa mucho en el mundo de la repostería, han sido siempre las típicas rosquillas de anís, que casualmente además coincide en estas fechas que se elaboran para celebrar las fiestas del patrón de Madrid, San Isidro, el próximo día 15 de Mayo. Este dulce tan tradicional y maravilloso, fue uno de los primeros dulces que hacía yo cuando era niña junto a mis abuelos, ambos grandísimos cocineros y de los que aprendí muchas de las cosas que habitualmente os muestro aquí .
De hecho creo que tenía 11 ó 12 años cuando, una vez friendo unas rosquillas de anís y al ir a sacar una de ellas de la sartén, ésta volvió a caer sobre el aceite hirviendo, lo que hizo que me salpicase en la mano y me hice unas quemaduras increíbles. Nunca olvidaré esas ampollas y el dolor de las quemaduras, creo que fue mi primer accidente en la cocina y por desgracia, no el último. Pero claro, el que pasa horas en la cocina rodeado de cuchillos, hornos y aceites hirviendo, se expone a estas cosas :-s .
Las rosquillas de anís las aprendí a hacer con mis abuelos como os decía y la pena que tengo hoy, es que al estar los dos fallecidos no he podido recuperar la receta que hacía por aquel entonces. Nunca conservé aquella la receta ya que en su momento me la sabía de memoria, pero después pasé unos años que no hice más rosquillas y con mi “gran” memoria, esto ha hecho que olvidase por completo las proporciones de los ingredientes. Solo recuerdo que tomaban la medida con la cáscara del huevo pero soy incapaz de recordarlas Así que para hacer estas rosquillas quería la receta de alguien que yo conociera y me contase cómo las hacía. Se me ocurrió entonces preguntarle a Santi, el frutero de mi barrio, con el que hablo muchas veces de recetas e ingredientes porque es un gran amante de la cocina y en particular de la repostería. Y como es un amor de hombre, no dudó en ayudarme con esta receta, que según me dijo es la que emplean en su familia para hacer las típicas rosquillas de San Isidro
INGREDIENTES:
400 gr. de harina
100 gr. de azúcar
1/4 de cucharadita de sal
3 huevos
50 gr. de mantequilla
50 ml. de leche
30 ml. de anís dulce
La ralladura de un limón
La ralladura de una naranja
2 cucharaditas de levadura química tipo Royal
Aceite de girasol para freír las rosquillas
Azúcar para rebozarlas
ELABORACIÓN:
En un bol grande, batimos los huevos con el azúcar hasta que se mezclen. Añadimos entonces la leche, el anís y la mantequilla derretida y continuamos batiendo.
Lavamos bien el limón y la naranja. Rallamos la piel de ambos y la incorporamos a la mezcla anterior.
Tamizamos juntos la harina, la levadura y la sal y se lo vamos añadiendo poco a poco a los ingredientes líquidos. Mezclamos bien, hasta obtener una mezcla ligeramente pegajosa pero que a la vez podamos trabajar bien con las manos.
Dejamos reposar la masa en el mismo bol que hemos hecho la mezcla tapado con un paño durante 30 minutos.
Ahora comenzamos formando las rosquillas y para ello haremos unos cilindros de 6 u 8 cm de largo aproximadamente. Lo doblamos para formar un círculo y haremos coincidir los dos extremos uno encima del otro, presionando para que queden bien sellados y no se nos abran mientras las freímos.
Ponemos a calentar abundante aceite y cuando esté bien caliente, comenzaremos a añadir las rosquillas. Las haremos a fuego medio/fuerte pero evitando siempre que se nos quemen enseguida por fuera y se nos queden crudas por dentro.
Las iremos dejando sobre una bandeja con papel absorbente para que suelten el exceso de aceite que pudieran tener.
Las rebozamos en azúcar y….. ¡ya están listas para comer!
ALGUNAS ACLARACIONES:
A la hora de rebozarlas, puedes añadir al azúcar un poquito de canela. Le da un toque que a mi me encanta
Se conservan perfectamente en una caja metálica durante tres o cuatro días.