Un septiembre más abro de par en par las ventanas de mi rinconcito virtual.
Toca ventilar la estancia (este año más que nunca), quitar las malas vibraciones que puedan quedar de la temporada pasada, hacer borrón y cuenta nueva, retomar con nuevos y buenos propósitos y hacer limpieza para ofrecer la mejor cara posible.
Y quizá se me ha ido la mano con la limpieza pero hace tiempo que quería (más que querer necesitaba) darle un nuevo giro a mi cocina.
Desde que comencé mi andadura el blog ha tenido tres imágenes diferentes que han sido muestra de la evolución como repostera, como bloguera y también como la personita que hay detrás de la pantalla.
Y dado que el caos reina en mi casa, donde juguetes y niñas se han atrincherado en el poder, he decidido hacer de esta cocina virtual mi paraíso personal y dejarlo todo limpio y diáfano como en un futuro estará mi casa.
He de confesar que no me veía con ganas para regresar. La recta final antes del verano fue dura, mucho trabajo contrareloj, cero tiempo libre para visitar mis blogs amigos... así que me opté por una huída hacia delante y di cerrojazo antes de lo habitual en este rincón.
Agosto acababa y aunque seguía haciendo postres en casa y sus fotos de rigor no me veía animada a iniciar una nueva temporada hasta que retomé la idea que había dejado en suspenso en el mes de marzo de darle un cambio al blog, y de repente me vi de reformas informáticas (menos sucias que las reformas en casa, dónde va a parar) y con ganas renovadas de regresar a mi cocina virtual.
Y retomo las recetas allá donde las dejé. En mis amados postres con fruta de temporada y proximidad que tanto sabor nos regalan con muy poco esfuerzo.
Y le toca el turno a los duraznos que se estrenan por vez primera en el blog.
Mi tío me regaló una maravillosa caja de ellos. No una caja pequeña. Una caja enorme, como las que hay en las fruterías. Y yo feliz, pero abrumada porque no sabía qué hacer con ellos (además de dárselos a Elena que se come todo aquello que le brindes)
Y pocos días después surgió esta receta, a medio caballo entre el flaugnarde y la crema pastelera horneada, que acompaña elegantemente a los duraznos, complementándolos a la perfección, sin restarles protagonismo.
Es un postre de esos que tanto me gustan a mí: de aprovechamiento, aptos para los más novatos en la cocina y que tardas en preparar poco más que lo que tardas en tener la fruta pelada y partida.
¿Acaso se le puede pedir más?
No sabía muy bien qué esperar. Fue todo bastante improvisado y tirando de cosas que tenía en casa como ese resto de almendras laminadas que rodaban de balda en balda desde el roscón de reyes y que quería gastar sí o sí (por no hablar de las otras tres bolsas que me quedan y que ya veremos qué hago con ellas porque ahí siguen. No se puede tener un marido tan espléndido)
Y al final todo encajó a la perfección y queda un postre de lo más aparente. Y aunque no deja de ser un postre no se puede obviar que está cargadito de fruta y eso ya es un plus ¿o no?
Sé que igual aún tenéis los hornos de vacaciones. El mío no ha parado este verano.
Soy de lo que no hay. En pleno invierno me da por hacer postres fríos y en plena ola de calor no apago el horno. Mis caprichos reposteros y yo.
Pero no tiene ningún sentido publicar esta receta cuando no haya duraznos aunque no hay problema en sustituirlos por melocotones o incluso por albaricoques. Siempre os lo digo, las recetas hay que adaptarlas a lo que tenemos en casa y hacerlas nuestras.
La canela se puede o no poner. Yo se la pongo a casi todo. La podéis sustituir por vainilla por ejemplo.
Me gustaría contaros muchas cosas más de este postre, pero sobran las palabras ante la sencillez de los ingredientes y la elaboración y creo que las fotos hablan por sí solas más que cualquier cosa que os pudiera contar.
La clave del éxito de esta tarta está en la materia prima utilizada. Cualquier fruta de temporada, en su punto óptimo de maduración hará que triunféis en la mesa. Con eso ya lo tenéis todo hecho (bueno, con eso y con no quemar la tarta en el horno, pero eso no hace falta decirlo)
También sé que suelo ser más prolija en palabras en mis entradas, pero los regresos no son sencillos, así que para ser la primera receta de la temporada creo que es aceptable.
Y como las buenas costumbres no se pierden os invito una vez más a un buen trozo de la tarta de hoy antes de contaros cómo elaborarla. ¿Quién se apunta?
Ingredientes:
* 12-14 duraznos
* Mantequilla para pintar el molde
* 600 ml de leche
* 100 gramos de azúcar
* 3 huevos
* Canela en polvo
* 80 gramos de harina
* Almendra laminada
Elaboración:
1. Pintamos con mantequilla el fondo y las paredes del molde que vayamos a utilizar y reservamos.
2. Pelamos y partimos en cuartos los duraznos y los repartimos por la base de la fuente.
3. En un bol amplio ponemos la leche, los huevos, el azúcar, la harina y la canela y batimos hasta mezclar.
4. Vertemos la mezcla por encima de la fruta y espolvoreamos con almendra laminada.
5. Introducimos en el horno precalentado a 180º C y horneamos durante 45 minutos o hasta que veamos que ha cuajado.
6. Sacamos del horno y dejamos enfriar por completo. Tapamos con film transparente y guardamos en el frigorífico hasta consumir.
Si hay una palabra que defina este postre es la sencillez.
He tardado diez veces más en preparar la entrada que en hacer la tarta.
Espero que os animéis y aprovechéis las frutas de verano que tan buen precio tienen y están en su mejor momento ahora.
Para estrenar bien la nueva temporada mi receta va directa al reto de mi amiga Marisa 1+/-100, desperdicio cero al que espero regalar muchos postres este año.
Me hubiera encantado que esta entrada fuera tan despreocupada como la de años anteriores. Hacer un breve resúmen de nuestras vacaciones piscineras, de los avances de las peques y pasar a comentar que tenemos un nuevo curso en ciernes, lo rápido que pasa el tiempo y lo mayores que se me hacen.
Esperaba, confiaba, que el verano supusiera un punto de inflexión en la situación que vivimos desde marzo. Tenía muchas ganas de que la situación fuera mejor y que el comienzo del curso supusiera un pequeño logro, un nuevo pasito en el establecimiento de nuevas rutinas y de recuperar en la medida de lo posible parte de la normalidad que teníamos hasta marzo.
Sin embargo estamos peor. O cuanto menos estancados. Y nos va a costar salir de este bache. No sé qué va a pasar con mis hijas, con su colegio ni qué vamos a decidir nosotros hacer con ellas.
Por lo pronto Elena no está yendo a la guardería. Vamos a esperar unas semanas, a ver cómo se desarrollan los acontecimientos y entonces decidiremos qué hacer.
Me cuesta ubicarme después de tanto tiempo, así que por hoy me despido.
Encantada de regresar, de reencontrarme con vosotros y de afrontar una temporada más en vuestra compañía.
Manos a la masa y ¡bon appétit!