Una torrija, para muchos, es lo que generalmente uno lleva encima después de una larga noche de parranda. Esta definición de argot urbano da muestra de lo integrado que está en la cultura ibérica este entrañable producto de pastelería. Porque la torrija es, ante todo, un jugoso dulce típico de Semana Santa. De hecho, aunque está riquísimo, solo se toma en estas fechas. La cuestión es: ¿qué tiene que ver la Semana Santa, lúgubre y festiva a un tiempo, con unos modestos panecillos fritos?
Se dice que la torrija fue un invento de los romanos, unos tipos que sabían lo que se hacían (no en vano también pergeñaron los acueductos, las carreteras o la pizza con anchoas). El gastrónomo Marcus Gavius Apicius (un chef de la época, podría decirse), ya incluyó en su célebre recetario De re coquinaria un plato denominado Pultes tractogalate (gachas guisadas con harina y leche) cuya elaboración lo sitúa como tatatarabuelo de la torrija: “Echar en una cacerola medio litro de leche con un poco de agua, y hervir a fuego lento. Romper tres galletas de harina [panecillos] dentro de la cacerola. Remover (). Cuando esté cocido, echar miel (), Se podrá hacer lo mismo con pan de mosto y leche”.
La Semana Santa era una de las pocas cosas que se celebraban en la posguerra. Como no había dinero para exquisiteces, se recurrió a esta receta. ¿Qué puede haber más económico que pan duro del día anterior remojaíto en leche?
La primera vez que un término parecido a "torrija" aparece por escrito fue en un texto del poeta y autor teatral salmantino Juan de la Encina , ilustre antecesor de Lope de Vega y Calderón de la Barca. En su villancico número IV incluye los siguientes versos: "En cantares nuevos / gocen sus orejas, / miel e muchos huevos / para hacer torrejas, / aunque sin dolor / parió al Redemptor". Primera mención y primera asociación con imágenes bíblicas.
Combustible contra el ayuno:Durante siglos, las torrijas fueron alimento de pobres: una manera barata de recargar energía empleando dos alimentos básicos como el pan y la leche (o el vino). Su sobriedad las convirtió en combustible perfecto para algunos días de Cuaresma, durante los cuales la Iglesia católica desaconsejaba a sus fieles el consumo de carne. Cumple una función similar a la de la pastelería del mundo musulmán, cuyo alto contenido en miel y frutos secos reconstituye el organismo de todas las carencias de hidratos de carbono una vez ha pasado el Ramadán.
Hoy en día, este dulce ha evolucionado y aún manteniendo la esencia de antaño, podemos encontrar recetas de lo más variopintas, unas más acertadas que otras. La de hoy es, podríamos decir, el colmo de la glotonería. Una vez elaboradas de modo tradicional, se bañan en chocolate y se salpican con almendras laminadas y bolitas de cereales, puro placer al mordisco que, una vez traspasada la capa compacta de chocolate, da paso a la jugosidad de la torrija, puro deleite.
No me he podido resistir y a pesar de estar la mayoría machacándonos en parques y gimnasios para la temida operación bikini, aún estamos a tiempo de permitirnos un capricho con este bocado celestial antes de que el calor se instale definitivamente y tengamos que echar mano de tangas o bañadores y dejar al descubierto nuestros cuerpazos.
Os dejo ya con esta súper golosa versión de las torrijas y desearos un feliz fin de semana y que disfrutéis de una fantástica Semana Santa, en casa, de vacaciones o viendo cofradías, incluso todo a la vez.
Ingredientes:
1 paquete de pan especial para torrijas o 1 barra de pan "viejo"
1 litro de leche
150 gr de azúcar
La piel de 1 limón
1 rama de canela
1/2 vaso de vino dulce
3 huevos
Aceite de oliva
Miel
Para decorar:
250 gr de vuestro chocolate preferido
100 gr de almendras laminadas
Bolitas de cereales
Frutos rojos
Elaboración:En una cacerola poner a calentar la leche con el azúcar, la piel del limón, el vino dulce y la canela, remover hasta disolver el azúcar y dejar durante 20 minutos que infusione toda la mezcla.
Una vez pasado el tiempo, dejar enfriar y retirar el limón y la canela.
Se van empapando las rebanadas de pan en la leche, escurriendo el sobrante.
Pasarlas por el huevo batido y freírlas en aceite caliente hasta que estén doradas por ambos lados. Sacarlas y ponerlas sobre papel absorbente para retirar el exceso de aceite.
Templar la miel en un cazo para diluírla. Vamos empapando las torrijas de una en una en la miel tibia. Las pasamos a una fuente y rocíamos con la miel sobrante.
Derretir el chocolate al baño maría o en el microondas. Bañar la base y los laterales de cada torrija en el mismo y decorar con las almendras laminadas y las bolitas de cereales. Dejar que se endurezca el chocolate antes de disfrutarlas.