Mi madre era muy dada a contar historias de la familia, de cuando ella era niña y cómo se vivían estos días. Ella vivió parte de su niñez con sus tíos, la tía Carmen y el tío Matías. Mi madre enfermó de unas fiebres y el médico recomendó mucho sol, aire puro, buena alimentación y aunque en su casa no faltaba de nada, a pesar de la época, la enviaron una temporada al campo con sus tíos que allí vivían y no tenían hijos. Ya os podéis imaginar a mi madre, rodeada de todos los mimos posibles y de lo mejor para Elisita, como ellos cariñosamente la llamaban. Mi madre adoraba a sus tíos.
El tío Matías, cultivaba en su huerto las mejores frutas y verduras que había en Huelva. Antes de llegar al mercado, la vecindad lo esperaba para darle el encuentro por el camino y la vendía antes de llegar a su destino. Además, era un hombre bueno, honrado y la mejor persona que nadie ha podido conocer.
Entre otras de sus virtudes y pasiones estaba el "cante jondo". Cantaba como poca gente lo ha hecho, frecuentaba tertulias en Huelva y era admirado por muchos entendidos de la época.
Pero la tía Carmen, no se quedaba atrás. Ella también cantaba y lo hacía muy bonito. Contaba mi madre, que un año , en Semana Santa, los dos salieron a ver las procesiones del Viernes Santo. En Huelva, son cofradías de recogimiento y mucho más serias que las de días anteriores. Una de ellas es "El Silencio ". Hermandad de silencio a la que no se permite cantar, ya sabéis que en Andalucía son frecuentes las saetas dedicadas al Cristo o Virgen en cuestión. Cantadas por los saeteros en las calles ante los pasos, a pie de calle o desde los balcones. Retomando aquella noche, los tíos de madre, empezaron a cantar una saeta, las autoridades quisieron pararlos, pero se escuchó un murmullo del gentío que allí se encontraba, pidiendo que no prohibieran la saeta que aquella pareja cantaba a dúo. Nunca más se ha vuelto a escuchar algo semejante con tanto arte, ni con tanto sentimiento. Nadie hubiera podido superarlo, ni tan siquiera igualarlo.
Estoy hablando de hace muchos años, alrededor de 1.930-40, ha llovido desde entonces. Pero aún lo sigo recordando, tal como mi madre lo narraba en aquellas tardes de Viernes Santo, en la cocina y ...
La receta de hoy no puede ser más sencilla, un buen tortillón de patatas con habas tiernas, las primeras que han llegado a mi casa, directas del huerto, estrenando primavera y recogidas por mi hermano. Así que en cuanto las vi, pensé en las que mi madre hacía, tan ricas y llenas de sabor, recordando las habas del huerto del tío Matías y cocinada a la manera de la tía Carmen.
Esta receta es para mi amiga Concha Cabello y su Club de la Tortilla Perfecta. Fui a revisar sus tortillas y apareció una tortilla de habas y cebolleta que publicó hace mucho tiempo. He añadido a la mía, esa hierbabuena fresca que ella pone, proporcionando un sabor delicioso y especial.
¡ Concha , no tardes en venir por ella pues mi marido ya se lleva su trozo, jajaja !!
INGREDIENTES
1 k. de patatas
250 g, de habas tiernas
1 cebolla blanca dulce
1 ramita de perejil fresco
1 ramita de culantro fresco ( cilantro )
1 ramita de hierbabuena fresca
6-8 huevos ( según tamaño )
sal
1 l. de AOVE
PREPARACIÓN
Pela y corta las patatas en dados como para tortilla, deja escurrir y pon sal. Calienta abundante aceite en una sartén. Echa las patatas cortadas en dados. Añade las habas troceadas. Deja que se hagan a fuego medio bajo, remueve de vez en cuando. Tapa la sartén con una tapadera.
Cuando comiencen a ponerse tiernas las habas y patatas, añade la cebolla picada. Continúa a fuego medio-bajo y la sartén tapada.
Cuando todo esté tierno saca a un bol. Bate los huevos, incorpora las hojas de hierbabuena, el perejil y culantro picados. Añade las patatas y las habas. Quita aceite de la sartén y deja sólo un poco en el fondo. Echa la mezcla anterior, cuaja por un lado y después da la vuelta para que se cuaje por el otro.
Ya sólo queda disfrutar de un buen trozo de tortilla, acompañada por un delicioso pan casero, para "Que no te falte un perejil"