Debemos estar mal diseñados, por mucho que nos hayan repetido que los seres humanos hemos sido creados a imagen y semejanza divina. Este cuerpo muestro pica, se descama, se rompe, sangra; los dientes se caen, el pelo también, los pies se deforman, las rodillas se resienten, la columna se dobla, las articulaciones se inflaman. Hasta hace poco, las piezas no tenían recambio, y al final, tenemos que abandonarlo por ruina total. Eso, en el mejor de los casos, porque tampoco aguantamos grandes golpes, ni determinadas caídas, y entonces es cuando no nos da ni tiempo a decir adiós con la manita. Un desastre de "hardware". El "software" ya es de traca, todos neuróticos. Así que no sé yo qué pensar de la semejanza celestial.
Los ingredientes
Freír las patatas y la cebolla. Escurrir
Lo único positivo de todo esto es que los que nos hemos roto algún hueso o hemos pasado por el quirófano, podemos predecir el tiempo. Yo, que tengo más cicatrices que un torero, sé que si me pica alguna, va a hacer viento; si me duele, va a llover. Y supongo que, al igual que los toreros que dirán: me duele la cicatriz de la Monumental de Barcelona, o la de Tepatitlán, cuando me duele el codo, el costado o el oído, aguacero seguro.
Hace ya muchos años, preparé a mis niñas con impermeables, botas, paraguas, sombreritos..., y por poco se ahogan los de Bilbao de la que cayó allí. Después de eso, cuando me tira alguna costura corporal, simplemente anuncio que en algún sitio va a cambiar el tiempo. Ya voy a lo seguro en mis predicciones meteorológicas.
Disponer el resto de ingredientes en un cuenco
y verter los huevos batidos
Unir bien
En Málaga atravesamos épocas de sequía, no en vano somos La Costa del Sol. Hace una semana empezó a dolerme una de mis cicatrices como hacía tiempo que no me dolía. Esto va a ser un huracán o un tornado vete tú a saber dónde, me dije. Ayer anunciaron lluvia, me preparé, agarré mi carrito y me fui al super. Nada de importancia, cuatro gotas. Cuando me dispuse a salir del super -el mismo junto al que me atropelló el del carrito de minusválido eléctrico-, me encontré con una tromba de agua, así que esta vez sí que era en Málaga, que cuando llueve, diluvia. No tuve más remedio que ir a refugiarme en una cafetería justo cruzando la calle. Pues estaba llena. Mi carrito y yo nos tuvimos que quedar fuera, medio resguardados bajo el toldo que cubre las mesas en la calle.
Cuajar la tortilla a fuego medio
Dar la vuelta
- Puede sentarse aquí, si quiere -, me ofreció amablemente un caballero hindú que ocupaba la única mesa que estaba en zona seca.
- Ay, se lo agradezco -, contesté yo que sé guardar los modales incluso en esos momentos azarosos. Pedí un café.
- Llueve mucho, ¿eh? -, me dijo. Criatura perspicaz donde las haya, pensé.
- Pues sí.
- Hoy no playa...
- Hombre, playa sí que hay, lo que pasa es que te mojas más fuera que dentro del agua.
- Usted, ¿de aquí?
- Sí. Usted no, claro.
- No. Yo, hindú.
- Ya.
- Así, hasta el jueves -, advirtió con el móvil en la mano, enseñándome el tiempo en la pantalla.
Tengo que estar yo hasta el jueves aquí, dándole conversación a este señor hindú y me da algo malo, cavilaba yo a estas alturas. Por lo menos, había hecho la compra, alimentos no me iban a faltar, y por agua no iba a ser.
Llenar los moldes
Llevar al horno a 200º 15 min.
Llamó a la camarera, y pensé que ya se iba pero pidió otro café. Estaba visto que de allí no se movía nadie. Los de dentro, apalancados y yo, fuera. De animadora sociocultural. Y siguió hablando, ya no recuerdo de qué porque me dediqué a pensar en mis cosas y a asentir de vez en cuando. O sea, que me vino a tocar el único ser masculino del mundo al que le gusta la charla. Y que no dejaba de llover, al final lo de "hasta el jueves" se iba a convertir en realidad. Al cabo de unos cuarenta y cinco interminables minutos, aproveché que amainó un poco el diluvio, pagué, abrí el paraguas, me aferré al carrito, dije adiós y me fui a la aventura, por fin sola y sin nadie que me hablara hasta que llegué a casa. Qué descanso...
Hoy también llueve, así que no he salido, no vaya a ser que tenga que aguantar a un chino-japonés, a un ruso-ucraniano, o a uno de Riogordo, pongamos por caso, que me da a mí que también van a hablar por los codos.
Esta tortilla paisana apareció antes de lo que se ha dado en llamar Cocina de Autor, por eso no se sabe quién le puso nombre. Yo solía hacerla pero cuando las niñas eran pequeñas, se liaban a expurgar con el tenedor los guisantes, los pimientos morrones, el atún... y al final, se quedó en una tortilla de patatas con chorizo, que también está muy buena. He vuelto a hacerla, a mi Manuel le encanta.
Tortilla paisana
Ingredientes. Para una tortilla de tamaño regular y 6 pequeñas. Las cantidades son orientativas, se puede poner más o menos, según el gusto de cada uno.
800 gr de patatas para freír.
6 huevos.
1 cebolla de 300 gr aproximadamente.
1 latita pequeña de pimientos morrones.
1 latita pequeña de guisantes.
1 lata de atún de 112 gr.
150 ó 200 gr de chorizo fresco troceado.
Aceite de oliva.
Sal.
Elaboración.
Pelar y picar las patatas y la cebolla en trocitos pequeños. Freír juntas en aceite de oliva a temperatura media, sacar y escurrir.
Disponer el resto de ingredientes en un cuenco grande, añadir las patatas y la cebolla fritas y verter los huevos batidos. Salar y unir bien.
Colocar una sartén a fuego medio y echar la mezcla. Dejar hacer moviendo la sartén de vez en cuando para comprobar el grado de cocción y de paso, para vigilar que no se está pegando.
Dar la vuelta con un plato y volver al fuego para que se haga por la parte de abajo.
Emplatar.
Servir caliente o fría.
Versión mini
El procedimiento es el mismo, sólo que con el preparado se llenan moldes de magdalenas, no hace falta aceitarlos previamente.
Llevar al horno precalentado a 200º, calor arriba y abajo sin aire, durante 15 minutos aproximadamente. Dependerá de cada horno y de si las queremos más o menos jugosas.
Emplatar y servir calientes o frías.