De la noche a la mañana nuestras vidas se han visto paralizadas y la mayoría de nosotros estamos recluídos en casa.
Acabo de caer en la cuenta de que hoy se celebra el Día del Padre pero desde el pasado viernes los días se suceden tan sumamente lentos que no tengo claro ni en qué día vivimos.
Cada mañana cuando me levanto me digo que un día más es un día menos. Es mi mantra desde que el domingo el mundo se nos vino encima.
Nosotros no sólo estamos recluídos por el estado de alarma. Estamos haciendo una cuarentena voluntaria porque nos enteramos que el marido de la monitora de Elena era víctima confirmada del Coronavirus y que la monitora estaba en su casa en cuarentena hasta ver si presentaba síntomas o no.
La información no nos vino desde el centro escolar como creo deberían haber puesto en conocimiento de las familias directamente afectadas en cuanto supieron que esta persona no acudía al trabajo por estar en cuarentena sino a través de rumores que cado uno fuimos confirmando como buenamente pudimos hasta que por la noche corrió la noticia del fallecimiento de este hombre por una dolencia agravada por el Coronavirus.
De repente me vi en casa con una niña que podía ser portadora del virus. Sin saber cuando fue el último contacto con la monitora, si otras monitoras del centro podrían ser portadoras... Llamé al teléfono que hay para estos casos en Andalucía, me dijeron que en 24-48 horas se pondría en contacto el epidemiólogo con nosotros para darnos instrucciones pero seguimos esperando esa llamada.
Por precaución no me he incorporado al trabajo en la oficina, pero no puedo (debo) seguir en casa si no nos decretan en cuarentena pero mi conciencia no me permite tirarme a la calle sin que las autoridades sanitarias hayan dado el visto bueno a que salgamos y correr el riesgo de contagiar a nadie.
Ninguno tenemos síntomas, pero igual somos portadores silenciosos, los más peligrosos de todos.
Yo miro a Elena, tan chiquita, con esos moños mal hechos porque no se deja peinar, esos pasos indecisos que lleva dando desde que estamos recluídos, ese balbucear inconexo y no me cabe en la cabeza que pueda ser portadora de tanto mal.
La miro y se me cae el mundo pensando que pueda haber contagiado a mis padres. Cada día lo primero que hago es llamar a mi madre y preguntarles cómo están. Mi padre tiene una dolencia pulmonar. Si me seguís desde hace años igual alguno recordaréis que estuvo ingresado en el hospital hará ya mismo cinco años.
Mi madre es hipertensa. Son el colectivo más vulnerable y han estado en contacto con Elena cada día hasta el viernes que la dejaron en mi casa a media tarde.
Ni en mis peores pesadillas pude imaginar que nuestro riesgo viniera de la guardería.
Hasta el pasado fin de semana el número de contagios en nuestro pueblo era 0, y hasta el momento en el que estoy escribiendo el único infectado por el virus es este hombre.
Es una broma macabra del destino que tantas familias estemos en vilo esperando ver si alguno mostramos síntomas.
Pero la vida sigue al otro lado del cristal, y como bien me dice mi médico el tiempo corre a nuestro favor, por eso cada día que pasa y seguimos bien es una pequeña victoria.
Estoy deseando ir retomando algunas rutinas. Son pequeñas batallas que se le ganan a esta situación que nos hacen estar más cerca de la normalidad. O de toda la normalidad que podamos recobrar cuando esto termine.
Le había dado muchas vueltas. No sabía si publicar o no durante estas semanas y me he dicho a mí misma que el blog es la única ventana que me lleva más allá de las paredes de mi casa y me ancla a una realidad que dentro de tres, cuatro o cinco semanas va a seguir ahí fuera.
Espero que todo esto quede en una pesadilla. Una de esas anécdotas negras que con el paso del tiempo se cuentan muertos de risa aunque ahora mismo no tengan ni puñetera gracia.
Eso sí, seguimos sin hacer acopio de víveres y mucho menos de toneladas de rollos de papel higiénico.
Para poner un poco de color a estos días y habida cuenta que mañana damos la bienvenida a la primavera creo que esta tarta de queso y nubes es la receta ideal para este jueves.
Esta receta la preparé el año pasado por estas fechas. Es curioso ver cómo nos ha cambiado la vida en tan poco tiempo y no tenéis idea de las ganas que tengo de que los días pasen volando y nos lleven al mes de abril.
Para bien o para mal, pero la incertidumbre me mata.
El año pasado por estas fechas estuve aprovechando muchas cosas que tenía en la despensa para hacer recetas, entre ellas dos bolsas de nubes que llevaban ahí ni me acuerdo cuánto, pero seguían tiernas como el primer día.
Con una de ellas preparé esta crema que ya compartí con vosotros y con las que quedaron le llegó el turno a esta tarta de queso.
Partía de esta receta de la tarta de galletas con leche condensada y limón y de mi idea original al final sólo quedó la presentación en vasitos.
Mi idea era darle a la tarta un color azul, al más puro estilo del Monstruo de las Galletas, pero en cuanto ví que tenía nubes rosas, amarillas y naranjas me dije que con esa base me iba a costar la vida que el colorante azul no acabara tomando tintes verdes ¡y no me equivoqué!
Como tampoco era cuestión de gastar toneladas de colorante (ni tampoco las tenía en casa) me dije que el color verde me tenía que valer y me acordé de unas decoraciones de azúcar de animalitos que me tocaron en un sorteo en Instagram ¡y este es el resultado!
Ni qué decir tiene que esta receta es una bomba de calorías, pero ¿acaso no nos merecemos un capricho por un día y dejar de contar calorías?
Habló la que más las cuenta, la que casi a diario se somete al veredicto de la báscula, la que intenta llevar la dieta más equilibrada del mundo y compensar durante una semana cualquier exceso que se permita un día...
Pero no sé si esa persona va a seguir ahí cuando esto termine. No sé cuándo va a terminar esto, ni qué precio vamos a pagar, ni cuántos van a quedar para contarlo, lo que es seguro es que la mayoría ya no van a ser como eran antes.
No sé si evolucionaremos o involucionaremos, lo que es casi seguro es que no vamos a seguir siendo los mismos.
Y mientras ese ansiado momento llega tenemos que estar en casa, entretenernos, mantenernos ocupados y sacar lo mejor de lo peor que no es sino el momento que nos ha tocado vivir.
Los que tenemos niños no tenemos mucho tiempo para leer ni ver películas. Yo os aseguro que ninguno y no os podéis imaginar los ratos que le voy dedicando a la entrada de hoy porque por mucho que queramos mantener la normalidad las niñas acusan este encierro y han cambiado los horarios y por tanto se duermen muy tarde (aunque siguen despertando temprano para disfrutar de más tiempo para rellenar de nada)
A veces, llevármelas a la cocina es una forma de entretenerlas. No tienen mucha edad de meter las manos en harina, sobre todo Elena que mantiene un precario equilibrio, pero se divierten mucho si les dejo boles, cortadores, espátulas, moldes de silicona...Llenan el suelo de chismes, sí, pero se lo pasan bien, que es lo importante.
Esta receta es una alternativa a tener en cuenta para llenar estas horas. Si no tenéis Monsieur Cuisine o Thermomix (los tiempos, temperaturas y velocidades son iguales para ambos robots de cocina) también podéis preparar estos vasitos poniendo todos los ingredientes en una cazuela, a fuego lento y removiendo con mucha paciencia ¡será por tiempo!
Si alguien lo quiere hacer de modo tradicional y tiene alguna duda que me deje un comentario e intentaré resolvérsela encantada.
La textura es cremosa, con el punto justo de dulzor (aunque pueda parecer lo contrario, que a mí las cosas empalagosas no me gustan) porque el limón lo equilibra bastante y le da un toque refrescante tremendamente peligroso porque no sientes el postre pesado y por ende no eres consciente de lo que te estás metiendo entre pecho y espalda.
Si queremos pecar mucho buscamos unos vasitos pequeños y así la ración es menor.
Creo que no me queda nada que contaros, para no perder las buenas costumbres ni en los malos tiempos tengo reservado un vasito para cada uno de vosotros para poner un punto dulce en este día. ¿Quién se anima?
Ingredientes:
* 280 gramos de nubes
* 2 cucharadas soperas de leche
* 200 ml de nata (crema de leche) para montar
* 500 gramos de queso de untar (yo he puesto una tarrina normal y una light)
* Un limón
* Colorante
* Mini galletas y decoraciones de azúcar (opcionales)
Elaboración:
1. Ponemos las nubes y la leche en el vaso de la Monsieur Cuisine, programamos 5 minutos, 90º C velocidad 2
2. Añadimos la nata (crema de leche) y el queso de untar y programamos 30 segundos velocidad 4
3. Exprimimos el limón y añadimos el zumo. Programamos 20 segundos velocidad 4
4. Si queremos darle color añadimos unas gotitas de colorante alimenticio y programamos 20 segundos velocidad 4.
5. Vertemos en los vasitos en los que vayamos a servir, tapamos y dejamos reposar en el frigorífico.
6. Antes de servir decoramos con unas figuritas de azúcar y mini galletas o con cualquier otra cosa que tengamos en casa y nos apetezca.
Una receta sencilla e irresistible ideal para poner color a estos días tan grises (metafóricamente hablando) que nos ha tocado vivir, con la esperanza de ver la luz al final del tunel lo más pronto posible.
Es casi media noche cuando estoy terminando de redactar la entrada para que esta mañana se publique muy pronto.
Si no pasa nada en un rato regresaré a mi puesto de trabajo. Las niñas se quedan con mi marido (impensable dejarlas con mis padres, bastante los hemos expuesto ya) e intentaremos afrontar esta etapa lo mejor posible.
Lo primero es cruzar los dedos para que ninguno tengamos síntomas de nada, con ello podemos darnos por satisfechos. Lo segundo es hacernos a esta nueva rutina porque hasta ahora jamás se han quedado solas con él, pero en la oficina hay mucho trabajo y hago falta ahí.
Regreso con sentimientos encontrados. Por un lado tengo muchas ganas de retomar rutinas (y en realidad sólo llevo tres días sin ir a mi trabajo) pero por el otro me marcho con el corazón encogido pensando que las dejo atrás y que cada vez que salgo a la calle me expongo y nos expongo a esta mierda de virus.
Mi idea es seguir publicando recetas pero si alguna semana no asomo por aquí o no me véis por vuestras cocinas espero sepáis perdonarme.
Gracias por seguir ahí.
Manos a la masa y ¡bon appétit!