Con tus mañanas fresquitas y tus tardes calurosas.
Con tus colores.
Con tus frutos.
Con tus alfombras de hojas crujientes.
Con tus lluvias silenciosas y los aires que te sorprenden a la vuelta de la esquina.
Con tu luz tan inspiradora.
Bienvenido siempre.
No se nota que el otoño me encanta ¿verdad?
Esta época es como una catarsis para mí. Llega el otoño y me entran ganas de todo.
De salir, de cocinar, de crear, de ordenar...
El otoño recarga mis pilas, despeja mi mente, me inspira, me atrapa, saca lo mejor de mí.
Y siempre me sabe a poco.
En mi anterior entrada despedía el verano con estos muffins de calabacín y limón y esta semana le doy la bienvenida al otoño con esta maravillosa tarta de higos.
La semana pasada comentaba en el blog de Lola y en el blog de Natalia que este final de verano estaba regalándome una abundante cosecha de higos, pero muy al contrario que otros años, en lugar de ponerme a repostear para darles una salida aún más dulce si cabe me siento a la mesa, con un frutero bien repleto, y voy devorándolos uno tras otro.
Sin prisas.
Sin verme nunca saciada.
Y con pánico a volver a subirme a la báscula.
Porque un atracón de higos un día tras otro, por mucha fruta que sean, no acaba de ser del todo saludable.
Pero los disfruto.
Y en unas semanas, cuando no quede ninguno, ya lo compensaré.
No es del todo cierto que no haya preparado ningún postre con ellos, porque la tarta que os traigo hoy la preparé en el mes de agosto.
Lo que ocurre es que otros años me hubiera puesto como loca a hornear cosas y este año no he hecho nada más con ellos. Los estoy disfrutando de otra manera, mucho más egoísta por cierto, porque así los reservo solo para mí (y para Elena que siempre está dispuesta a pedir a aquel al que vea comiendo)
A mediados de agosto nos vimos un poco desbordados por la cantidad de higos que se maduraron a la vez y rápidamente se me encendió una bombillita al ver un paquete de masa filo en la nevera.
Me acordé de la Gibanica que preparé el último día que nuestras vidas fueron normales y me dije que podría adaptarla a lo que tenía en casa y hacer una versión con higos.
Que igual esto está inventado y tiene un nombre, no voy a decir que no, y si alguien lo conoce que me lo cuente.
¡Menuda ocurrencia!
Mi marido dice que es una de las mejores tartas que he hecho hasta ahora. Y han caído unas cuantas.
Súper cremosa. En su punto justo de dulzor. Con una combinación de texturas increíble...
Es de esas recetas que haces un poco improvisadas y el resultado es tan espectacular que no lo crees.
Luego lo piensas friamente y te dices que partiendo de una fruta de temporada, recién recogida en el campo y en su punto justo muy mal te tienen que ir las cosas para no sacar un buen postre.
Confesaré que cada vez me gusta más usar este tipo de masa para los postres. No es excesivamente complicada de manejar y aunque se resquebraje estéticamente siempre queda bien porque en esos remolinos que acaban envolviendo la masa tiene todo cabida.
Cuando digo que con los higos nunca veo el límite lo digo de verdad.
Me puse a pelar y partir higos para este postre y no dejé ninguno en el frutero. No fui capaz de ver que debería haber reservado alguno para las fotos, y aunque mis padres viven a cinco minutos tampoco tenía ganas de salir a buscar más para ello.
Soy consciente de que muchos de vosotros tenéis complicado comprar higos. No se venden en todos los mercados y si los encuentras es a precio de oro el higo en muchos otros.
Los que disfrutamos de ellos de cosecha propia somos unos grandes privilegiados. Lo sé.
Pero no me resisto a enseñaros postres con higos a pesar de esto porque seguramente alguno de vosotros podáis prepararlos y disfrutarlos en casa cuando no sepáis que hacer con tanta fruta.
Cada vez más me gustan estos postres con diversas capas de fruta y crema y con la textura crujiente de la masa filo.
Son fáciles de preparar, quedan resultones y no requieren de mucho tiempo ni de mucha destreza entre fogones.
Igual no son las que tienen los cortes más bonitos, pero su sabor lo compensa todo.
Como he dicho antes, partiendo de una buena materia prima, lo tenemos casi todo hecho.
Espero que os animéis con este postre si tenéis higos al alcance. Y si lo preparáis en casa que me contéis.
Por mi parte os invito a un trozo mientras os cuento cómo hacerla en casa.
Ingredientes:
* 5 láminas de masa filo
* 400 gramos de queso para untar (tipo Philadelphia)
* 100 gramos de azúcar
* 3 huevos
* 250 gramos de yogur natural sin azúcar
* 1 cucharadita de esencia de vainilla
* Higos
* Mantequilla para pincelar el molde y las láminas de masa filo
Elaboración:
1. Pelamos y partimos los higos en cuartos (o en trozos más pequeños si son muy grandes. Reservamos.
2. En un bol ponemos el queso, el yogur, el azúcar, la esencia de vainilla y los huevos y batimos hasta obtener una mezcla cremosa (se puede hacer con la batidora)
3. Derretimos la mantequilla, pincelamos el molde que vayamos a usar y vamos pintando las hojas de masa filo.
4. Ponemos dos en la base. Ponemos una capa de higos, los suficientes para cubrir la base y vertemos encima la mitad de la masa de queso.
5. Cubrimos con dos hojas de masa filo. Ponemos una nueva capa de higos y vertemos el resto de la crema de queso.
6. Ponemos la última hoja de masa filo, formando ondas por encima así como los picos que cuelgan de las hojas que hemos utilizado.
7. Introducimos en el horno precalentado a 180º C y horneamos durante 50 minutos. Apagamos y dejamos en el interior con la puerta cerrada 30 minutos más.
8. Sacamos del horno y dejamos enfriar por completo sobre una rejilla. Tapamos con film transparente y dejamos reposar en el frigorífico. Mejor de un día para otro.
Es una tarta que admite mucha improvisación. La cantidad de fruta la podéis ajustar a lo que tengáis en casa.
Y la forma del molde a utilizar es completamente opcional. Siempre hay que adaptarse a lo que buenamente tenemos a mano. Y a buen seguro quedará preciosa porque se presta a todo.
Por cuarta semana consecutiva esta receta va para el reto 1+/-100, desperdicio 0 de mi amiga Marisa.
No os hacéis una idea de las ganas que tenía de volver a la cocina de aprovechamiento que tanto me gusta y tantísimo me define.
Regreso de un pequeño puente de cuatro días (no trabajé ni el pasado viernes ni el lunes de esta semana) con las pilas a medio recargar ya que con las niñas en casa es imposible sacar tiempo para descansar, pero se disfruta de su compañía aunque estemos a la riña la mayor parte del tiempo.
Elena aún no ha ido a la guardería. Nunca veo el momento propicio. Me supongo que será la semana próxima si las cosas continúan medio bien.
Nos leemos la semana próxima. Sed felices y disfrutad de este bonito tiempo que nos acompaña.
Manos a la masa y ¡bon appétit!