¿Qué es poesía?, dices mientras clavas en mi pupila tu pupila azul. ¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas? Poesía eres tú. (Gustavo Adolfo Bécquer)
Aún recuerdo aquel vestido blanco en el que se perfilaban flores de color azul hecho por mi madre; aquel mismo día estrenaba aquellos zapatos, los pepitos azules con suela de tocino que tanto me gustaban. Era verano del 69 y me acababa de cortar por primera vez mis largos cabellos, mi hermosa melena, según marcaba la moda de las chicas ye-yes.
Comenzaban las clases de verano en el Colegio-Academia “particular” del antiguo Camino de Antequera. Acostumbrada a los Colegios e Instituto de Gaona que obligatoriamente eran femeninos, aquella mañana acudía nerviosa e ilusionada con mis dos súper amigas, Conchi y Rosa Maria; compartiríamos clases con Paco y Juan Antonio durante los calurosos días estivales en los que soñábamos con ir a nadar a la piscina del Polideportivo, con montar en bici, pasear por los jardines de la Plaza de la Iglesia o acudir al cine de verano.
Los libros se convirtieron en ésos meses en mis aliados, motivada y animada por ellos, mis amigos, magníficos y buenos estudiantes. También contagiada por el profesorado, jóvenes y a la vez cercanos, pero a los que aún había que hablarle de Vd. y de Don.
Don Francisco, con cuerpo de buen comer, bonachón, amigable, campechano y de sonrisa fácil, era el Director y profesor de matemáticas. Hacer gimnasia a las ocho de la mañana no era un problema para nosotras, aunque los puchos fueran horrorosos, merecía la pena estar con el profesor de deportes, que de guapo nos parecía un artista, pena que olvidé su nombre. También perdí de mi memoria el de la profesora de Historia.
En cambio se grabó en mi mente la figura de D.Antonio Hurtado de Mendoza, parecía serio, incluso distante, pero dejaba atrás ésa imagen, para que sin darnos cuenta, transmitirnos y contagiarnos su pasión por la literatura. Su asignatura: Lengua y Literatura.
En su clase no tenía lugar, ni existía el aburrimiento, los autores clásicos llegaron a mi vida; ¿cómo no enamorarme a mis catorce años del poeta del amor, Gustavo Adolfo Bécquer del que aún puedo recitar muchas de sus rimas? y volver a leer y releer sus leyendas.
Mira Pedro, le digo a mi marido, sintiendo como el espíritu de Laurencia se adueña de mí, bajo la dirección de D. Antonio y comienzo a actuar como entonces, altiva, seria, imponiendo mi voz, mirándolo fijamente y declamo aquel texto que escribió Lopez de Vega en su obra Fuenteovejuna, siendo la propia Laurencia e incluso cambiando la voz y el talante representar al resto de los personajes:
Dejadme entrar, que bien puedo,en consejo de los hombres; que bien puede una mujer,si no a dar voto, a dar voces. ¿Conocéisme?
ESTEBAN: ¡Santo cielo! ¿No es mi hija?
JUAN ROJO: ¿No conoces a Laurencia?
LAURENCIA: Vengo tal, que mi diferencia os pone en contingencia quién soy.
ESTEBAN: ¡Hija mía!
LAURENCIA: No me nombres tu hija.
ESTEBAN: ¿Por qué, mis ojos? ¿Por qué?
LAURENCIA: Por muchas razones, y sean las principales: porque dejas que me roben tiranos sin que me vengues, traidores sin que me cobres. Aún no era yo de Frondoso, para que digas que tome, como marido, venganza; que aquí por tu cuenta corre..
Recitar, leer e incluso escribir con mis amigos fue mi pasatiempo preferido.¿D.Antonio le gusta la poesía que he escrito? Le preguntaba enseñándole aquella libreta donde iba anotando mis pensamientos. No está mal, tienes que perfeccionar las rimas, me decía para no desanimarme y contenta pensando que era verdad ése “no está mal”, yo la repetía una y otra vez para memorizarla.y hoy, cada vez que llega la primavera, la recito:
Paseando una noche de primavera, me encontré en el camino una rosa como una estrella.
Qué dicha, qué alegría encontrarme una rosa tan bella.
Cortarla sería una pena, pero no es mayor la pena dejarla ahí que muriera en las manos de una doncella.
¿Qué hacer, qué dolor? Pero no sería mayor dolor, que paseando una noche de primavera, no encontrara en el camino una rosa como aquella: tan bella.
Y continúo sin perder la esperanza de poder escribir algún día..Mientras, sigo leyendo. Mi biblioteca sigue creciendo, se está convirtiendo con el paso de los años en un verdadero tesoro donde están aquellos grandes poetas y escritores que me ayudan a aprender, a soñar, a veces a recitar, incluso como hoy. recordar mis años de adolescencia, ésos 13 años, estrenando aquel precioso vestido, con mis pepitos de color azul, a mis amigos, aquel verano de estudios de refuerzos, de juegos, de emociones, de aprendizaje y a mis profesores del Colegio El Buen Pastor.
Y vuelvo a la realidad, en la que estoy convencida de que mejor sigo cocinando ¿no creen?
Hoy les animo a probar ésta “aventura gastronómica”, porque en definitiva sin tradición, no existe la innovación. Un clásico, unas gambas blancas al pil-pil como llamamos en Málaga a ésta receta tan tradicional, las he preparado con Gyozas, ésa empanadilla oriental que tan en boga está hoy en día en la restauración.
¿Qué no saben que son las gyozas? Les cuento: Las gyozas japonesas son una fina masa de harina trigo, agua y sal que admite gran variedad de rellenos.
Estas deliciosas empanadillas con forma de media esfera o media luna tienen su origen en las empanadillas chinas llamadas jiaozi pero hoy en día se han convertido en uno de los referentes de la gastronomía nipona.
Yaki-gyoza La manera más tradicional de cocinar las gyozas es mediante esta técnica en la que primero se fríen con un poco de aceite, luego se les añade agua y se cubren con una tapa para que tenga una especie de cocción al vapor y se hagan por dentro. Por último, se destapa para que se acabe de evaporar el agua y se hagan a la plancha tostándose la masa de manera que quedan tiernas por dentro y crujientes por fuera.
¿CÓMO LAS HICE?
INGREDIENTES:
250 grms. de gambas blancas (gambas malagueñas), un trozo pequeño de jengibre fresco, un trozo pequeño de cebolleta (la parte blanca. En su defecto cebolla blanca-dulce), tres dientes de ajo, un huevo pequeño, una cucharada sopera bien colmada de Maicena (harina de maiz), dos cucharadas medianas de pimentón dulce, una cucharada pequeña de aceite de sésamo, una cucharada pequeña de soja, una pizca de sal, un pimiento chile pequeño, medio vaso mediano de agua, aceite de oliva virgen extra y gyozas (las empanadillas las pueden encontrar en grandes superficies o establecimientos especializados, en el apartado de congelados)
LOS PASOS A SEGUIR:
Dejar descongelar previamente la masa de las gyozas; deben estar a temperatura ambiente.
Pelar las gambas reservando su carne. (con las cabezas y la piel pueden hacer un “fumet” dorándolas con un poco de aceite de oliva y cociendo posteriormente con agua durante unos minutos a fin de utilizarlo posteriormente para la cocción de las gyozas. Éste paso en ésta ocasión no lo he realizado)
Pelar los ajos, el jengibre y la cebolla. Trocear la cebolla lo más pequeña posible, rayar el jengibre y reservar..
Cortar los ajos en láminas. Echar medio vaso de aceite de oliva en una sartén y a fuego lento freir los ajos. Cuando comiencen a dorar (cuidado de que no se quemen) incorporar las gambas, añadir un pellizco de sal, dejar hacer unos segundos añadiendo el pimiento molido, remover bien durante medio minuto y apartar del fuego.
Retirar las gambas escurriéndolas bien, colocándolas en un cuenco, reservando el aceite junto con los ajos en la misma sartén.
Cortar las gambas en trocitos pequeños, añadir el jengibre, la cebolla, la soja, el aceite de sésamo, el huevo batido y la maicena, procurando que queden todos los ingredientes bien integrados.
Preparar las gyozas, rellenarlas y darles forma:
Colocar en la mano izquiera una lámina de gyoza, colocar en el centro una porción del relleno escurriéndolo previamente. Mojar cuidadosamente con el caldo del relleno los bordes a fin de que cuando se unan las dos partes de la circunferencia se peguen al cerrarlas.
Llegamos al punto más complicado de la receta (¡Pero no imposible!): cerrar las gyozas.
Hay muchas formas de cerrar las gyozas, la forma más estética consiste en hacer tres pliegues en un lado, empezando desde el centro de la gyoza, y otros tres pliegues desde el centro al lado contrario; personalmente me es más fácil ir haciendo pliegues hacia un solo lado, a la vez que voy presionando para que queden bien unidos.
Una vez hechas las gyozas, volver a poner la sartén en el fuego, colocarlas sobre el aceite entre los ajos, añadir el pimiento chile y dejar freir durante unos dos minutos.
Añadir medio vaso pequeño de agua (o bien el fumet realizado con las cabezas), tapar la sartén con una tapa a fin de generar vapor y dejar cocer durante tres o cuatro minutos, o hasta comprobar que se ha evaporado prácticamente todo el agua
Tapar la sarten con una tapa para generar vapor. Cocinamos así durante 5 minutos o hasta que se evapore prácticamente todo el agua.
Quitar la tapa y dejar un minuto a fin de que se evapore el agua restante si la hubiera.
Ya sólo queda disfrutarlas..les aseguro que les sorprenderán a vds. y a sus comensales, como ocurrió hace unos días en “Mi Cocina”