Estoy pensando en comprarme unos crocs, esos zapatos de goma, para mis paseos a la orilla del mar, que por ahora voy con unas sandalias veraniegas en la mano para que no se mojen, ya mismo me veo como El Pequeño Saltamontes, con los zapatos al cuello atados con una cuerda mientras camino por la arena.
Esto viene porque estoy a dieta, no por la operación bikini, sino porque he decidido pasarme a la vida sana: slow food, slow way of life - siento decirlo en inglés-, o sea vivir despacio, saboreando cada momento sin ser esclava del reloj ni de las prisas. Volver a la calma, que se disfruta más. Como lo de la plancha a mí me pone de un mal humor espantoso, me he adherido al Método Montignac. Una maravilla, todo un descubrimiento. No se cuentan calorías, no se pesan alimentos, no hay que tomar batidos que, a saber qué llevarán, ni barritas de no-se-sabe-qué, ni los litros y litros de agua entre comidas que te hacen buscar un baño incluso en mitad de la autopista. Nada de nada. Además, Monsieur Montignac te lo explica tan bien, que te preguntas dónde estaba ese hombre 10 kilos antes, que me habría ahorrado la firme determinación de dejarme matar antes que confesar mi peso.
Desalar el bacalao
Secar con cuidado
Pues parece ser que antiguamente no se consumían los productos refinados, todo iba integral: el azúcar no era blanco, la harina se molturaba con el salvado y el germen, con lo que no había tanto estreñimiento. La gente se movía más, sólo los pudientes tenían medios de transporte, el resto iba caminando a todas partes con lo que, una vez más, no había tanto estreñimiento, esa plaga de hoy en día, y sospecho que tampoco habría tantas hemorroides ni gente sufriéndolas en silencio. En resumen, habría menos gordos y menos gimnasios.Te cuenta lo de los hidratos de carbono, las proteínas y las grasas o lípidos, lo del Índice Glucémico y lo de la Carga Glucémica, que da gusto. No hay que buscar un profesor de Química, vas mirando las tablas de índice glucémico en Internet y tienes en cuenta la carga glucémica de cada plato que preparas, por si comes descompensado, y esto no es nada recomendable, ya que puedes engordar y encima, tener carencias de determinados nutrientes, que eso es no-no.
Freír los ajos y la guindilla y reservar
Yo he adelgazado siete kilos en tres meses, y ahí me he plantado. Algo fallaba, y creo que es la actividad física. Por eso nos vamos mi Manuel y yo todas las mañanas temprano a la playa y caminamos por la orilla, hasta llegar a la escollera de Levante. El primer día fue todo estupendo. El segundo, apareció por allí una pareja que empezó a hacerse arrumacos tres rocas más allá. Cuando llegaron al nivel pre-pornográfico, nos volvimos por la misma orilla por la que habíamos llegado. El tercer día, un treintañero había sentado plaza en la escollera con su pastor alemán, que no dejaba de ladrar y escarbar en la arena. Tras suplicarle en vano que hiciera lo posible para que el animal dejara de rompernos los tímpanos y antes de que sacara a la luz el cadáver que, seguro estaba desenterrando, nos fuimos antes de que nos acusaran del asesinato. El cuarto día, cuando llegamos al filo de las ocho de la mañana, había una señora más que madura, con sólo la parte de abajo del bikini metida en el agua hasta la cintura, que se inclinaba, sacaba piedras del fondo del mar y las lanzaba contra nuestras rocas, donde solíamos sentarnos mi Manuel y yo a disfrutar del sol y la brisa.
Hacer el bacalao con la piel hacia arriba
Dar la vuelta, hacerlo y retirar
- Hay muchas piedras ahí abajo, ¿eh?
- Sí, y me molestan mucho, ¿sabe usted?
- Ya, claro.
No dije nada más porque no parecía alguien de fiar, no quería morir de un cantazo salino. Nos tuvimos que ir, una vez más, que esa escollera parecía el meeting point de todos los excéntricos.
A todo esto, al terminar el paseo, íbamos a quitarnos la arena de los pies a una ducha con salida de agua para lavapies, y allí nos encontramos el primer día con una señora que ya había terminado de enjuagarse y nada más ver que poníamos los pies bajo el grifo, volvió a todo correr y abrió la ducha, que está en la misma columna pero más arriba. Nos empapó.
- Perdone, pero ¿usted no había terminado ya?
- Pues no, y además tardo mucho, así que...-, y venga a espurrear agua.
- Si tarda tanto, ahí cerca hay otra ducha,que estará más tranquila.
- Ah, pues váyase usted.
Hacer el pil-pil agitando el aceite templado con un colador
Hasta que emulsione y tome cuerpo
Me dejó con la boca abierta, que cerré enseguida porque se me llenaba del agua que caía a torrentes.
No nos fuimos, aguantamos a pie firme todo el ritual del lavatorio, la otra ducha no tenía grifo para los pies, pero cualquiera decía nada, con semejante hidra marina. Todos los días, lo mismo. Nada más vernos llegar a la ducha, allí se colocaba ella venga a mojarse por aquí, por allí, por delante, por detrás, los pies, el cogote, la espalda..., y vuelta a empezar. Yo aguantaba el tipo, mirando atentamente y mi Manuel descompuestito, acabó por susurrarme al oído:
- Ésta nos pega un día, que tiene pinta de tener muy malas pulgas.
- A lo mejor por eso se moja tanto, para quitárselas; aunque se ve que no...
Hace una semana, después de que por poco nos ahogamos con un levantazo tremendo, Manuel se ha negado a bajar a la playa. Demasiado arriesgado para su gusto. He sacado la bicicleta estática a la terraza, que tampoco está tan mal, me refresca la brisa marina, veo el espectáculo de manera segura y es menos problemático. Sólo espero que las gaviotas no se den cuenta de que estoy ahí.
Bacalao al pil-pil
1 kg de bacalao remojado durante 48 horas, en el frigorífico y cambiando el agua tres veces.
5 ó 6 dientes de ajo pelado y laminado.
1 ó 2 guindillas secas.
150 gr de aceite de oliva virgen extra.
Elaboración.
Disponer el aceite de oliva en una cazuela de barro. Calentar y dorar los ajos procurando que no se quemen, y las guindillas. Retirar y reservar los ajos. Las guindillas se pueden tirar.
Secar las tajadas de bacalao con papel absorbente y colocar en el mismo aceite de la cazuela a fuego medio, con la piel hacia arriba. Dejar hacer unos minutos y dar la vuelta.
A continuación, hacemos el pil-pil: dejamos templar el aceite y mantenemos a fuego bajo. Con un colador pequeño de malla fina, vamos haciendo agitando y a los pocos minutos la salsa empezará a tomar cuerpo. Podemos ir añadiendo el jugo que, seguramente habrá soltado el bacalao reservado; esto agregará más gelatina al guiso, nos conviene.
El resultado final tendrá la textura de una salsa parecida a la mayonesa.
Se puede hacer con antelación, y al momento de servir se calentará a fuego muy lento o en el microondas con cuidado.
Nota: A partir de ahora, y en cuanto averigüe cómo se pone un índice alfabético para las recetas en el blog, habrá una sección dedicada a recetas aptas para el método Montignac. Palabrita.