Crema de guisantes con vieira y huevas de salmón

Los guisantes son una de esas legumbres socorridas que pueden perfectamente protagonizar un plato por sí solos o secundar con éxito cualquier guiso, arroz o ensalada. En esta ocasión vamos a preparar una receta en miniatura de lo más gourmet, que nos servirá para lucirnos en fiestas, celebraciones, invitaciones, ágapes... Dejareis al personal boquiabierto. Promesa hitchcookiana...

El proceso es sencillo pero requiere mimo, hay que ir probando, catando, midiendo las cantidades de todos los ingredientes secundarios para dar con el toque perfecto. Yo en esta ocasión he usado guisantes congelados, pero por supuesto que sirven frescos (pronto empezará la época). Y la vieira puede ser sustituida por unas zamburiñas, unas almejas, mejillones... No hay límites para este viaje cine-culinario al País de Nunca Jamás. Próxima parada: tu cocina. ¡Mandiles arriba!


INGREDIENTES (10 vasitos)

250 grs de guisantes congelados

1 chalota

1 diente de ajo

Hierbabuena fresca picada

100 ml de caldo de verduras

2 cdas de leche evaporada

1/2 limón exprimido

10 vieiras

Huevas de salmón

1 nuez de mantequilla

1 lima y su ralladura

Sal, pimienta negra y Aceite de Oliva
Tiempo

20 minutos
Película comparada (Tras receta)

"Peter Pan" (Clyde Geromini, Hamilton Luske y Wilfred Jackson, 1953)
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En una cacerola calentamos 1-2 cdas de aceite de oliva y añadimos la chalota y el ajo bien picados. Sofreímos hasta que queden tiernos.



Incorporamos los guisantes. NOTA: Yo he usado congelados pero también nos valdrían frescos. Los salteamos 1 minuto y añadimos el caldo de pollo (mejor si está caliente) y la hierbabuena fresca picada. Llevamos a ebullición y cuando rompa a hervir, bajamos el fuego y cocinamos los guisantes hasta que se cuezan totalmente.



Los pasamos por la Thermomix o por la batidora hasta licuarlos por completo. Añadimos la leche evaporada y el zumo de limón. Mezclamos y salpimentamos al gusto. Reservamos.



Colocamos la carne de las vieiras en un bol y añadimos 1 cda de aceite de oliva, sal y pimienta. Las empapamos bien y las vamos a pasar por la sartén. Para ello, echamos otra cucharada de aceite y calentamos. Freímos las vieiras 30 segundos por cada lado. Al final de la cocción incorporamos la mantequilla para caramelizar ligeramente las vieiras.



NOTA: No os paséis cocinando las vieiras porque pueden deshacerse.
Para emplatar usamos unos vasitos, que le dan un punto elegante y sofisticado a la receta. Rellenamos cada uno con un poco de la crema de guisantes. Colocamos encima la vieira y terminamos con una cucharadita de huevas de salmón, unas gotitas de lima y un poco de ralladura. ¡Que aproveche, hitchcookian@s!




Película ideal para degustar este plato

PETER PAN

("Peter Pan" de Clyde Geromini, Hamilton Luske y Wilfred Jackson, 1953)




Estaba empezando a caer demasiado por terrenos sombríos y películas "poco optimistas" (aunque de indudable calidad, que una cosa no está reñida con la otra, faltaría más) y me estaba pasando factura. Así que he decidido echar la vista atrás y rejuvenecer, aunque sólo sea en texto...

Todo el esplendor verde de este mini-entrante, combinado con una sucesión de pequeños ingredientes y un viaje que fusiona a todos los personajes en un mismo espacio, me ha hecho retroceder a la infancia. A esos maravillosos años 80 (que es cuando vi la película) donde todo era más fácil y la inocencia y la ingenuidad eran nuestro estandarte. Y entre tanta sensación nostálgica me ha sacudido de lleno a la delicia adaptación de Disney: "Peter Pan"

En 1953, el todopoderoso Walt Disney ya había consagrado su visión animada en todo el planeta. La década de los 40 habían llenado de colorismo e iconos del cine las pantallas en blanco y negro. En la estela quedaban obras inmortales como "Bambi", "Dumbo", "Fantasía" o "Pinocho". Emblemas históricos, hitos del celuloide, que pasaron automáticamente a formar parte de nuestra memoria cinéfila. Sea infantil o adulta. "Peter Pan" fue el largometraje número 14 de la factoría (en principio iba a ser la segunda apuesta de Disney tras la rompedora "Blancanieves y los siete enanitos") y ya se nota la madurez del trazo, la implacable búsqueda de la acción, del entretenimiento, de dotar de enjundia la narración y de trazar mundos fantásticos. "El país de Nunca Jamás" se convertía así en un escenario fabuloso para dejarse llevar, para evadirse, para disfrutar de la época feliz y despreocupada. Éramos "niños perdidos" que encontraron su hueco en el mundo.

Los textos de J.M. Barrie sirvieron de base para la consecución de la película. Una historia de niños británicos, soñadores y fantasiosos, que se verán inmersos en una aventura única de mano de su héroe literario, Peter Pan. A través de escenarios imaginarios, recorrerán mil y una odiseas con el pizpireto, socarrón y eternamente joven personaje volador, su fiel y retorcida hada Campanilla y la banda de los niños perdidos. Y ahí surge la presencia del villano, uno de los más emblemáticos que ha dado Disney, el Capitán Garfio. Antagonista, enemigo y protagonista de todos los sketches cómicos de la cinta, dosificando la melaza propia de la factoría (sin ella no se entendería Disney) con buenas dosis de acción, de humor físico y gags visuales.
Nuestra receta tiene ese aspecto aniñado, de una crema que se niega a crecer, que mantiene su forma infantil con el aspecto de un vasito. En "Peter Pan" la apariencia importa. Importa no volverse adulto, importa mantener viva la imaginación, las ganas de vivir, de adentrarse en lo desconocido, de descubrir lo desconocido, de volar de la habitación. Ese es un poco el espíritu de nuestro emplatado: en un recipiente mínimo, condensando todos los sabores y las aventuras en un frasco pequeño.

Por supuesto que el verdor final de la crema se nos asemeja al uniforme del héroe. O al de Campanilla. O incluso a la piel del cocodrilo, ese maravilloso y divertido acosador de Garfio. Pero vayamos un poco más allá, como siempre. Inicialmente nos encontramos con un grupo de hermanos bajo el gélido invierno británico (gélido o congelado...) Seres soñadores pero con una vida hierática, sin emoción. Algo así como nuestros guisantes: que viven helados, sin ver más mundo del que les permite la bolsa en la que están conservados.

Poco a poco sufrirán una repentina odisea que les llevará por "la segunda estrella a la derecha" o por "la primera olla de la placa". Empezarán a cobrar vida gracias al calor aventurero que les irá dotando su ídolo literario y sus variopintos acompañantes (niños perdidos, hadas, sirenas...). Chalotas, ajo, hierbabuena, caldo, son algunos de los personajes-ingredientes que se van arremolinando en torno a ellos, dotando a sus grises experiencias de una nueva dimensión. Los guisantes rompen su coraza helada y van ablandando y dejándose llevar por ese país soñado donde volar no es más que un acto cotidiano de transporte.

Todo el proceso se van fusionando en una crema suave y ligera, así como Wendy y sus hermanos empatizan con la causa común de derrotar al temible Garfio (siempre por encima de todos como esa vieira chapoteando en el lago verde). Se funden en un elenco inseparable, lleno de matices, de vida, de diversión y de sabores aptos para todos los públicos. Y se quedan en ese paraíso del vasito, como una metáfora culinaria sobre la negación de crecer, de madurar, de olvidar la inocencia...

Disney siempre ha tenido un trasfondo más "adulto" en sus obras. En el caso de "Peter Pan" se entiende un miedo atroz por evolucionar en la vida, unas ansias tremendas por mantenerse en la época de la diversión sin responsabilidades. Wendy crece. Pan no. La mezcla de ambas decisiones (por muy fantásticas que sean) nos da como resultado la sensación que tuvimos (y tenemos) al ver estas obras animadas: con los ojos de un niño y el cuerpo de un adulto.

Dejaos llevar por este viaje cine-culinario y disfrutar su creación con entusiasmo, con inocencia y con esa sonrisa que en algún momento consiguió arrancarnos ese ser congelado (a modo de guisante) llamado Walt Disney.

Fuente: este post proviene de The hitchcook, donde puedes consultar el contenido original.
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