Estaremos de acuerdo en que, si hay un sitio donde se come de lujo, es en Galicia.
Vale, también se come de fábula en el resto de España, que si algo tenemos es gastronomía. De otros países no puedo hablar porque tampoco los conozco tanto como el propio.
Pero maravillada me quedé la primera vez que me dejé caer por Galicia y vi que allí los bichos marinos están de muerte lenta. Recuerdo que era por allá el 2006, que desde entonces ha llovido un rato (allí más que en el Mediterráneo jejeje… lo siento, no he podido evitar la broma fácil) y yo me calcé la bici y me dediqué a hacer el Camino de Santiago. Desde el inicio del Camino nos pasamos pensando en el platazo de pulpo que nos íbamos a comer al llegar. Y el cacho de empanada para acompañar, para que el pulpo no se sintiera sólo.
Nos servía un poco como de zanahoria. Cada vez que decaían los ánimos, que la cuesta arriba era “más para arriba” de lo que esperábamos, que el sol nos achicharraba las pocas neuronas que aún seguían vivas tras todo el día sin encontrar una sombra… en definitiva, cada vez que nos pasaba por la cabeza la idea de tirar la toalla, se nos paseaba por delante un pulpo sexy y una empanada y salían fuerzas de debajo de las piedras.
De alguna manera podríamos decir que el pulpo y la empanada son al bicigrino lo que la poción mágica a Asterix.
¿Queréis saber qué pasó al final?
Que efectivamente, al llegar a Santiago, nos comimos todo el pulpo y toda la empanada que se nos puso por delante. Y antes de volver a Barcelona nos paramos en una tienda de Santiago a comprar unas cuantas empanadas más para la vuelta. ¡¡Imaginad si nos gustan!!
Hoy va de empanada. El pulpo será otro día.
Tendríais que ver la variedad de empanadas que tienen en Galicia. Yo, inocente de mi, no conocía mucho más allá de la de atún, la de carne y la de bacalao. Además de esas, que yo recuerde ahora, vi de sardinas, de mejillones, de berberechos, de verduras (ésta no se exactamente qué llevaba)… y seguro que las hay de muchísimas cosas más.
Para esto soy bastante tradicional y a mi la que me chifla es la de atún. Aquí tendrá mucho que ver que mi madre preparaba empanadillas caseras (¡riquísimas! nada que ver con eso que venden congelado y que son todo aire) y siempre eran de atún. El relleno me lo comía a cucharadas mientras le ayudaba a prepararlas…
Así que toda esa variedad de empanadas me parece fenomenal, y alguna de ellas me gustaría probarla, pero quería que mi primera empanada en el blog fuera la clásica de atún.
Os cuento cómo la hice. Para empezar busqué la receta para preparar la masa porque -ahora os podéis reír abiertamente de mi- no tenía ni idea de con qué tipo de masa está hecha la empanada.
Una búsqueda en Google y, de las primeras entradas que me salieron, una de pequerecetas. Como normalmente las recetas de ese portal salen bien ya no busqué más y me quedé con esa.
El relleno es 100% mío, de lo que he ido comiendo y un poco improvisando sobre la marcha. Creo que lo acerté bastante, tanto de aspecto como de sabor.
Ingredientes (para 4 personas)
Para la masa (con la receta de Pequerecetas, un poco adaptada para no perder las buenas costumbres):
500 grs. de harina de todo uso
25 grs. de levadura fresca
180 ml. de agua
1 cucharada de aceite de oliva
1/2 cdta. de sal
Para el relleno:
1 pimiento rojo
1 cebolla
300 grs. de atún en lata escurrido
pimentón rojo
2 cucharadas de tomate triturado
aceite y sal
Preparación
En Pequerecetas preparan primero el relleno y parte del aceite de éste lo usan para preparar la masa. Además usan en la masa un poco de vino. En mi caso… se me acabó el vino blanco… y el relleno no lo preparé sofrito desde un principio, así que no me servía del todo y cambié cosas.
De entrada empecé por la masa para que tuviera tiempo de hacer su primer reposo.
1. Calentamos un poquito el agua en el microondas. No demasiado, que se puedan meter los dedos dentro sin quemarnos. En este agua calentita deshacemos la levadura.
2. En un cuenco ponemos la harina, la sal y el aceite. Añadimos la levadura disuelta en agua y lo mezclamos bien. Quedará una bola de masa bastante fuerte que tendremos que amasar en una superficie limpia, si lo hacemos a mano. Si tenéis amasadora, seguro que os permite hacer un amasado tipo pan.
Tiene que quedar una masa fina con la que haremos una bola y la dejaremos reposar hasta que doble su volumen (entre 60 y 90 minutos dependiendo de la temperatura del sitio donde repose).
3. Mientras la masa reposa podemos empezar a preparar el relleno. Como os contaba antes, no lo hice en la sartén desde un inicio porque quise ahorrarme algo del aceite y de la grasa que recoge el sofrito en la sartén. Para eso horneé las verduras: lavamos bien el pimiento y pelamos la cebolla. Los envolvemos en papel de aluminio y los horneamos a 220º durante 50 minutos. Quedarán super blanditos, su sabor se verá potenciado y mucho más sano que frito.
4. Más o menos tardará lo mismo la masa en hacer su reposo y las verduras en cocerse. Pasado el tiempo de reposo de la masa la dividimos en dos partes iguales y las estiramos con el rodillo por separado con la misma forma. Veremos que esta masa cuesta mucho de estirar y tiende a encogerse. Cada vez que veamos que la estiramos y recupera su forma anterior, la dejamos que descanse estirada un par de minutos. Poco a poco se irá relajando y se dejará estirar bien. Una de las planchas servirá como base y la otra como cobertura, por eso les damos la misma forma y más o menos el mismo tamaño. Si una queda un poco más grande que la otra, la grande la usaremos de base.
5. Cortamos el pimiento y la cebolla bien pequeñitos.
6. En una sarten con muy poquito aceite ponemos el tomate triturado, el pimentón y el atún escurrido. Le damos un par de vueltas y añadimos las verduras cortadas unos pocos minutos, lo justo para que todo se integre y se caliente. Las verduras ya estaban cocidas, así no nos hace falta dejarlas más tiempo en la sarten y quedan mucho más ligeras de aceite.
7. Cubrimos una bandeja de horno con papel sulfurizado y ponemos encima una plancha de masa. Si tenemos una un poco más grande que la otra, ponemos la grande.
8. Distribuimos por encima el relleno dejando en los bordes un espacio como de 2 dedos (o un poco más) libre, sin relleno. Luego lo cubrimos con la otra masa bien extendida y centrada.
9. Para cerrar bien la empanada y que no se abra pintaremos de huevo con la ayuda de un pincel toda la zona de los bordes, justo por donde se va a juntar una masa con la otra. Levantamos el borde de la masa de abajo y lo doblamos por encima de la otra apretando bien, hay que asegurar que no se abre.
10. Ahora viene cuando hacemos un poquito de decoración para darle ese toque, que se vea que nos hemos tomado la empanada con cariño. Tal como os enseño en la foto a continuación, pondremos dos dedos un poco abiertos en el borde de la masa. Con el índice de la otra mano presionamos en medio de los dos dedos, mientras con estos dos empujamos un poco hacia dentro. Es para hacer una forma de ondas en el reborde, que es muy fácil y queda muy bien. Esto lo repetiremos en todo el borde.
11. Con un palillo le hacemos unos agujeros a la tapa para que no se hinche producto del vapor del relleno. Chimeneas las llaman… y a mi, no se porqué, me hace muchísima gracia que les llamen chimeneas. Igual es por la teoría de la “ch”, ya os la contaré otro día ;)
Pintamos toda la superficie con huevo batido y lo horneamos durante 40 minutos a 200 grados.
La podemos comer caliente, a temperatura ambiente… hasta fría de la nevera está riquísima!
Y para acompañarla… ¡¡un plato de pulpo!! jajaja bueno, no lo decía en broma. Un trozo de esta empanada, ese señor pulpo y una cervecita o un vinito y como unos marqueses.
Ahora a decidir de qué será la próxima :)
º0º