Y cómo no, ¡feliz puente para aquellos afortunados que mañana tenga festivo!
Mi catador y yo aprovecharemos mañana para hacer una escapadita a algún pueblo.
Mientras, aquí estoy decidiendo el menú de la semana mientras me recupero de casi una hora corriendo, o cómo se dice ahora, de hacer running .
Yo misma no puedo creerme que un domingo temprano me levante para ir a correr. Hace muchísimo tiempo que no lo hacía, porque entre otras cosas, no me gusta .
Soy de las personas que si hace deporte me gusta hacerlo "sin enterarme", por ejemplo, bailando, saliendo con la bici, jugando a páddel... pero nunca podré estar en un gimnasio ni salir a correr a menos que sea con alquien que me anime.
Sí, lo reconozco, soy muy perezosa para el deporte. Es más, admiro muchísimo a toda la gente que aprovecha las mañanas para hacerlo, porque me encantaría tener esa fuerza de voluntad.
Pero bueno, estoy contenta de haber dado el primer paso . Y es que todo tiene una razón.
Hace unas semanas, mi catador me dijo que se iba a apuntar a una carrera solidaria organizada por un compañero de trabajo. Así que me animó a que me apuntara con él y corriéramos juntos, ya que nunca lo habíamos hecho.
Hacía tiempo que quería experimentar lo que era correr en una carrera, así que no lo dudé y dije que sí. La carrera es el domingo que viene, e intentaré hacerlo lo mejor que pueda. No podré correr todo el tiempo, pero si la acabo, para mí será todo un reto .
Bien podría tener una focaccia como ésta preparada para cuando acabe agotada, porque me recuperaba en el momento. La rescato de mis recetas de este verano, cuando estuve en mi casa y mi madre la preparó una mañana entre risas y confidencias.
Aún recuerdo lo rica que estaba y que me llevé en un táper lo que sobró cuando volví a Madrid.
Ahora la comparto con vosotros para que si teneís un hueco este puente y os apetece preparar algo diferente, echéis mano de ella. Sólo hay que verla para ver lo guapa que salió del horno aquella mañana .
Ingredientes:
Medida vaso mediano para:
2 vasos de harina de fuerza
1 vaso de agua
Sal
Aceite de oliva
Tomates cherries
Olivas negras sin hueso
1 cebolla
1 cubito de levadura fresca de panadero
Orégano
Albahaca
Romero
Tomillo
Elaboración:
En un bol echamos el agua, la harina tamizada, un puñado de sal, 3 cucharadas de aceite y deshacemos la levadura. Mezclamos y dejamos reposar la masa tapada con un trapo de cocina mínimo unas dos horas a temperatura ambiente para que suba. Mientras cortamos la cebolla y pochamos en una sartén. Reservamos.
Encendemos el horno a 140º con calor sólo abajo y preparamos una fuente pequeña apta para hornos donde colocaremos 12 tomates cherries partidos por la mitad. Espolvorearemos con orégano, albahaca y un chorrito de aceite de oliva. Horneamos una 1/2 en el horno. Sacamos y reservamos.
Cuando haya pasado el tiempo de la masa y comprobemos que ha subido, ya podremos manejar. En ese momento, subimos a 210º el horno con calor arriba y abajo. En la superficie donde vayamos a manejar la masa, espolvoreamos con harina. Estiramos y amasamos unos 10 minutos hasta que coja la consistencia adecuada. Podemos añadir un poco de aceite o harina, o alternándolos para que nos ayude a manejar mejor la masa.
Una vez la tengamos, extendemos en el molde previamente forrado con papel film. En este caso, el nuestro era rectangular y de tamaño mediano. Extendemos la masa en el molde. Hundimos los dedos en la masa para darle la forma de los huecos. Echamos un chorrito de aceite de oliva y espolvoreamos con romero y tomillo. Colocamos los tomates y las olivas al gusto. Horneamos unos 20-25 minutos hasta que veamos que está doradita por fuera. Sacamos y dejamos enfriar.