Pero, a ver, una se compra una heladera, un cacharro más de cocina contra la voluntad del papá de los cachorritos y, claro, para camelárselo tiene que preparar su helado favorito. Y él es así, le gusta el de vainilla. Es como un niño, aún no ha crecido y sigue con gustos de niños porque, a ver, ¿quién come helados de vainilla? Los cachorritos (el mío mayor no, los helados no le gustan porque están muy fríos) y el papá de mis cachorritos.
Para él, pues, preparé el primer helado con la heladera nueva, un helado cremoso de vainilla al que añadí pedacitos de galleta para darle un toque crujiente. Y elegí para la ocasión unas galletas virginias de chocolate negro para que contrastara con la vainilla.
Las de chocolate blanco son para el cachorrito mayor y el papá de los cachorritos.
La cachorrita pequeña y yo, nos quedamos con el oscuro.
¿Conocéis las galletas virginias? Son una empresa española de galletas y otros productos dulces como chocolate, turrones y caramelos. Me encanta que lo que comenzó siendo una fábrica montada por el abuelo, es hoy fabricante de productos muy especiales y muy especializados: tienen, entre otras, una línea de productos adaptados para celiacos. Productos sin gluten y alguno etiquetado también sin lactosa, perfectos para intolerantes a estos productos.
Podéis ver la amplia variedad que tienen en su página web, pinchando aquí.
Receta del helado de vainilla con trocitos de galleta
2 yemas de huevo
500 ml. de nata (crema de leche) para montar
2 cucharaditas de pasta de vainilla
2 sobres de azúcar avainillado
2 cucharadas soperas de azúcar invertido
50 gr. de azúcar glass
1 paquete de galletas virginias de chocolate con leche.
Con la ayuda de unas varillas eléctricas, mezclamos las yemas con los distintos tipos de azúcar y la pasta de vainilla hasta obtener una crema uniforme, de textura similar a las natillas. Reservamos en el frigorífico.
Montamos la nata (crema de leche). No es necesario que esté montada muy firme, nos bastará con que esté semi montada.
Mezclamos la nata (crema de leche) con la crema de vainilla, con cuidado de que no se baje. Para ello, nos ayudaremos de una espátula y lo haremos con movimientos envolventes. Reservamos en el frigorífico al menos 4 horas para que esté bien frío o 30 minutos en el congelador.
Ya solo nos queda mantecar el helado. Bastará poner la heladera en marcha y, cuando las paletas estén ya dando vueltas, ir volcando la mezcla del helado en ella. Dejamos trabajar hasta que el helado adquiera una textura cremosa y consistente, unos 40 minutos.**
Troceamos las galletas, las mezclamos con el helado con cuidado. Ponemos todo en un cuenco o táper que pueda ir al congelador y reservamos allí hasta el momento de consumir.
** ¿Y si no tenemos heladera? Pues no pasa nada, puedes hacer helados igualmente si te apetece. Mira este de hierbabuena tan rico, ¡lo hice a mano!. Todo el proceso es el mismo que os he contado, pero cuando llegues al punto 4 (mantecar el helado) lo que hay que hacer es poner la mezcla directamente en un cacharro que puedas meter al congelador y lo congelas. Cada 45-50 minutos hay que sacar la mezcla y removerla enérgicamente para romper los cristales de hielo que se forman con la congelación. Esta operación tiene que repetirse varias veces, hasta que veas que el helado ya está formado y es difícil remover. En este momento, echas los trocitos de galleta y vuelves a congelar hasta el momento de consumir.
*** para servir más fácilmente los helados caseros, hay unos truquillos:
Y sacar del congelador 5 minutos antes de servir, para que se ablande un poco y podamos meter la cuchara saca bolas. Si tienes margen, casi es mejor sacarlo 15 minutos antes y dejarlo en el frigorífico.
Y Mojar la cuchara heladera en agua tibia, sacudir para que no quede demasiado liquido que pueda caer al helado, introducir en la mezcla, sacar la bola y servir. Por experiencia os digo que es complicado hacer esto lo suficientemente rápido para que la bola anterior no se derrita, más cuando en las cocinas estos días está haciendo un calor de justicia. Todo es cuestión de práctica y, si no, siempre puedes hacer otra cosa: congelar el helado en cómodos vasitos individuales para luego sacar solo el que te vayas a comer. Para mí, es lo más práctico.
Animaos a preparar vuestros propios helados, ¡os van a sorprender! Y si los acompañáis de unas galletitas tan ricas como estas, tenemos ya la merienda perfecta, ¿quién quiere una bola?
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