Se utiliza para tantas recetas que sólo nos atrevemos a mencionar los «piononos», «brazos de gitano», «troncos de navidad», e infinidad más que una falta total y absoluta de memoria no nos permite recordar. ¿Las bases de los pastelitos al peso que venden en las pastelerías? ¡Bizcocho Genovés!. Amigos, estáis ante la receta del 3-en-1 de la repostería, del Súper Glue de la confitería.
Este bizcocho no sólo es tierno y sabroso, además es compacto y flexible. Como no lleva NADA de grasa se convierte en una receta muy sana pero esto mismo lo hace tremendamente ahogadizo. Si se os desborda la lavadora podéis lanzar uno de estos bizcochos al suelo y problema resuelto. De manera que no es el bizcocho más indicado para comer sin más y a "palo seco", a no ser que disfrutes de una experiencia arriesgada que puede dejarte sin una gota de sangre en el cuerpo. Sin embargo empapado en almíbar se convierte en el aliado perfecto al elaborar recetas. Mojado en leche con cacao es simplemente perfecto.
INGREDIENTES
125 gr. de harina
125 gr. de azúcar
4 huevos
1 cucharadita de esencia de vainilla concentrada
Una pizca de sal
PREPARACIÓN
Lo más alucinante de todo no es lo socorrido de este bizcocho, sino que es tan simple y lleva tan pocos ingredientes que ni siquiera necesita levadura.
Lo único que hay que hacer es batir los huevos enteros con el azúcar y la esencia de vainilla en una batidora de varillas a máxima potencia durante unos diez minutos. ¡Velocidad de curvatura Scotty!.
La mezcla comenzará a blanquear y a aumentar de volumen hasta casi triplicarlo. A estas alturas estará tan espumoso que casi podréis oírlo crepitar como los Choco-Crispies™.
Apartamos la batidora y añadimos la harina tamizada. Ya sabéis lo que opinan nuestro ejército de primates voladores sobre los grumos en las masas. ¡Hay que tamizar! No dudaremos en enviarlos a vuestras casas armados con palos con pinchos para recordároslo.
Mezclaremos la harina con una paleta empleando movimientos envolventes hasta que todo el conjunto quede bien integrado y no quede ni un solo grumo. La masa es tan espumosa que aún creyendo que está todo bien mezclado, todavía encontraréis reductos farináceos que se nieguen a integrarse. ¡Duro con ellos! No empleéis la batidora o la mezcla se bajará y en el horno nuestro bizcocho quedará más plano que un ángel de Victoria Secrets.
Precalentamos el horno a 180ºC. Ahora sólo hay que engrasar bien un molde o forrarlo con papel de hornear, y vertemos nuestra masa. En nuestro caso hemos preparado una plancha fina de bizcocho, de forma que hemos utilizado un molde cuadrado no muy profundo. Este tipo de bizcocho no es de los que crecen desmesuradamente y de los que amenazan con desbordarse, precisamente.
Ahora sólo queda hornearlo durante unos 15 minutos hasta que esté dorado, pinchando con un cuchillo o una aguja hasta que comprobemos que este sale limpio, lo que nos indicará que está correctamente cocido y que podremos retirarlo del horno.
Lo dejaremos enfriar en una rejilla, que será entonces cuando podremos desmoldarlo sin miedo a que se rompa.
Ahora que ya tenéis el Santo Grial de los bizcochos caseros que se hacen en diez minutos, sólo tenéis que decidir en qué vais a emplearlo. ¡A las barricadas!