Es mi segunda contienda en esto de elaborar confituras y esta vez le ha tocado a la mermelada de piña. No es para nada un clásico, pero ha resultado ser una receta muy sorprendente. Ya que no solo es apta para acompañar por las mañanas las tostadas con mantequilla, sino que marida con muchas cosas más.
El consumo de piña en mi casa es muy habitual. Más concretamente aquella que es enlatada de forma natural y en su jugo. Esta fruta es diurética y es muy recomendada para perder peso. Seguro que habéis escuchado más de una vez eso de pollo y piña.
Pues bien, es hora de comerlo de una forma diferente. ¿Qué te aburres de poner el pollo a la plancha acompañado de las rodajas de piña? Te animo entonces a combinarlas con una mermelada de piña caliente, por ejemplo. Te he convencido, ¿eh? No te preocupes, que ya mismo te cuento cómo la hago.
INGREDIENTES:
4 rodajas de piña.
250g de azúcar.
Un chorrito de zumo de limón.
500ml de agua o más.
*Si optáis por piña enlatada en su jugo, aprovechad el agua de la misma a la hora de cocerla.
1º. Cortamos las rodajas de piña en pequeños trozos y lo posamos sobre una olla, que pondremos al fuego con el agua o bien con el jugo de la piña. Lo que buscamos es cocer la piña y que esta se vaya desmenuzando. A medida que se vaya consumiendo el agua, si es necesario, verteremos más.
2º. Durante la cocción verteremos en la olla el azúcar, poco a poco, y el zumo de limón. Con ello conseguiremos que la piña se cueza antes y vaya adquiriendo esa textura típica de la mermelada. Este proceso suele tardar entre unos 35 o 45 minutos.
3º. Una vez se consuma casi todo el agua y comprobemos que la piña tiene la forma de la mermelada, quitaremos del fuego la olla y posaremos la mezcla sobre un recipiente para dejarla enfriar. Si no vamos a consumirla en el momento y deseamos guardarla, os aconsejo guardarla en un tarro de conservas. Aquí os dejo como esterilizarlos.