Su sutil perfume nos traslada directamente a la infancia, a esos momentos en los que la vida transcurría feliz y sin ataduras.
Suelen estar incluidas en los menús del día, siendo capaz de encandilar a los más pequeños, pero también a los mayores. A menudo solemos recurrir a esos insidiosos polvos para elaborarlas, olvidando que se trata de un postre muy sencillo.
Pese a que se desconoce con exactitud el origen de las natillas, es posible, como el de tantos otros dulces humildes, naciera a la luz de un convento europeo. Leche, huevos y azúcar son los únicos ingredientes imprescindibles para llevar a cabo las natillas.
Los franceses, no sabemos si un acto de discreta arrogancia, se suelen atribuir su invención, que señalan en la época del Renacimiento. Disquisiciones aparte, las natillas han ejercido una gran influencia en la repostería.
Su auge y popularidad comienza en el siglo XVII, época que coincide con la mejora tecnológica de los hornos, que ahora permitían cocinar postres mucho más sofisticados.
Un nombre que se repite sin cesar si rastreamos las primeras huellas de las natillas, es el de Elizabeth Lafaldo, que en su libro The Experienced English Housekeepe publicado en 1769, deja constancia de 13 recetas diferentes.
Así, abriría la veda para que otros alumbraran cremas como las natillas de chocolate que hoy vamos a elaborar. Quizá sea una de las variantes más apreciadas, especialmente por los niños.
Cómo hacer natillas de chocolate caseras
A decir verdad, tan solo difieren de las natillas tradicionales en la inclusión de chocolate.En este caso he escogido un chocolate de cobertura delicioso procedente de Bélgica con un precio bastante económico.
Será este el que nos ayude a preparar unas natillas de chocolate caseras exquisitas, dejando su poso en forma de aroma, sabor y textura.
Receta fácil, sencilla, económica y para toda la familia.
Ingredientes:
Chocolate de cobertura 125 g.
Leche entera de vaca 700 ml.
Cacao en polvo desgrasado 10 g.
Yemas de huevo M 3 unidades
Azúcar blanquilla 80 g.
Fécula de maíz (marca comercial Maicena) 10 g.
Elaboración:
En un pequeño bol, disolveremos la maicena en 50 ml. que de leche que restaremos a la cantidad especificada en los ingredientes. Como muchos sabrán, la maicena, antes de agregarse a un medio líquido caliente, debe disolverse previamente en frío para evitar que se formen grumos. Al mismo tiempo calentaremos la leche en un cazo a fuego medio junto al azúcar, el cacao y el chocolate.
Removeremos con una varilla insistentemente y bajaremos el fuego en caso de que el chocolate quiera comenzar a agarrarse. Una vez la cobertura se haya fundido por completo, añadiremos las yemas ligeramente batidas seguidas de la maicena que habíamos disuelto en la leche. Continuaremos cociendo a fuego medio durante unos 10 minutos, mientras notamos como va tomando cuerpo y espesando.
Aquí es preciso hacer un inciso aclaratorio. Hay que lograr una crema lisa, de aspecto aterciopelado brillante, de consistencia espesa. Valiéndonos de una lengua, incidiremos en los bordes del cazo, así como en el fondo, zonas más proclives a pegarse. Sabremos que están perfectas cuando nos permitan dibujar una raya sobre la espátula sin que se vuelva a juntar.
Finalmente, verteremos la mezcla en 4 moldes individuales, dejaremos atemperar y filmaremos al ras, tras lo cual los introduciremos en la nevera al menos 5 horas antes de su consumo. Como habrás podido comprobar, las natillas de chocolate no encierra ningún misterio. Existen algunos trucos que, aunque a priori parezcan anodinos, van sumando enteros al plato.
Antes de nada, aclarar la importancia de utilizar productos frescos. Dado que en este caso someteremos al huevo a un proceso térmico, no resulta necesario sustituirlo por huevina o sucedáneos, no existiendo peligro de contaminación por salmonelosis. La leche, por supuesto, tiene que ser de una calidad notable, a poder ser entera con un alto porcentaje de grasa.
Los que sean amantes del mundo del chocolate, conocerán sobradamente sus simbiosis. Los cítricos, sobre todo la naranja, son capaces de aportar matices y profundidad al cacao. Como alternativa para los que les guste, infusionaremos la piel de una naranja, cuidando de que no traiga adherido el albedo, y la mantendremos dentro hasta que la leche se temple. De este modo destaparemos su encanto.
Algunos estarán pensando que así, sin ninguna floritura o topping, quedan totalmente huérfanas. Como sugerencia de presentación, os propongo acompañarlas de una galleta de vuestra elección, eso sí, colocándola en el último instante antes de servir para conservar su textura crujiente. La ralladura de naranja o una hoja de menta podrían poner la guinda definitiva al pastel.
¡Qué aproveche!
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