Parálisis. Es lo que he tenido durante 7 años sólo con pensar en la idea de irme de viaje y dejar a mis hijas. Pero estoy curada. Me he ido. Y he vuelto. Y no habían muerto, ni había habido un corrimiento de tierras que se haya tragado la casa, ni se les ha borrado la memoria y ya no me reconocen. Nada de eso ha sucedido y mi conclusión sólo puede ser una: soy lerda por no haberme ido antes.
Había hecho una escapada de 2 días tras superar unos niveles de ansiedad de síndrome de shock post-traumático. Pero un viaje a EEUU de 9 días eran palabras más que mayores. Y sin embargo lo he conseguido. No es que me haya hecho mucha ilusión que a mi vuelta hayan aguantado menos de 24h sin decirme que cuándo íbamos a casa de los abuelos (¿no habéis tenido ya suficiente ración de abuelos?), pero me resulta un precio más que razonable por haber podido pasar unos días en un hotel, en silencio. Haber visto en la tele desde la cama un reality de cocina detrás de otro de reformas de hogar, haber podido centrarme durante todos esos días en restaurantes que no tenían en la carta ni espaguetis, ni macarrones, ni salchichas, ni filete, ni pizza. Y eso que tienen un paladar bastante amplio, pero con los niños, siempre algún día acabas yendo a lo fácil. Aquí lo fácil ha sido ir a un japonés. Así: reservar, desplazarse, comer. Así de fácil.
En cuanto a los santos abuelos que han hecho este viaje posible, creo que han tenido su dosis para una temporada. Que por muy jóvenes de espíritu que estén, yo misma acabo los viernes en situación de pre-muerte a las 23h y son unos años menos los que tengo.
El viaje, pues muy bien. Hemos estado en Texas, que es de lo más peliculero americano que se nos ha podido ocurrir. La sensación de estar en un decorado que te invade cuando paseas por Manhattan es igual en Texas, pero estilo country-ranch. En cada esquina me parecía que iba a aparecer el susurrador de caballos con unas pinzas de barbacoa en la mano invitándonos a tomarnos unos chuletones de una de sus cabezas de ganado recién sacrificada en su rancho de nosecuántos acres.
Y hemos ido al rodeo. El rodeo. Todo lo que te imagines, es. Y es a lo grande. Imaginaos el Bernabéu o el Camp Nou lleno de cowboys/girls de todas las edades con "traje regional". Eso son 75.000 cowboys que se dice pronto. Con las cantidades de cerveza que pueden beber 75.000 cowboys (y las girls que no se quedan atrás?).
Y hala, 3 horas de:
- himno con mano en el corazón
- atrapa al ternero echándole el lazo y átale las patas,
- monta a pelo un caballo salvaje,
- monta un toro salvaje,
- atrapa a una vaca con el lazo por la cabeza y con otro lazo por las patas,
- echa una carrera entre 4 carromatos,
- y escucha un concierto country como broche final.
Ah, y para los niños, monta una oveja hasta que te tire, a ver cuánto aguantas. Ganó un niño de 5 años que aguantó casi 10 segundos subido a pelo en la oveja agarrándose a las lanas como si no hubiera un mañana.
Todo lo costumbrista que os lo imaginéis, es como es. Pero os confieso que me gustó mucho. Me pareció un espectáculo muy entretenido porque se ocupan de que continuamente pasen cosas, por lo que no te aburres en ningún momento.
Pero eso sí, no es nada solemne. Aquí en una corrida de toros, lo primero es que cuando empieza ya no puedes entrar. No hay gente subiendo y bajando los pasillos todo el rato. Y hay silencio (menos en el tendido 7), y una sensación como de culto y respeto a lo que sucede en la arena. Allí no, y no es porque se jueguen menos la vida, porque los meneos que pegan los caballos a los que los montan son de riesgo de tetraplejia máximo. Y el mito del Marlboro man macho es eso, un mito, porque el aplastamiento de huevecillos con el asa de las monturas es muy serio también. Se bajaban del caballo como chiquito de la calzada TODOS. Y yo creo que eso merecería una contemplación un poco más solemne, pero ellos no, ellos Yiiijaaaa! y Yeeeeeahh! y aplausos y vítores. Y yo igual claro, que yo me mimetizo mucho.
Ya os contaré más cosas del viaje. De momento, tengo esta receta que está especiada muy al estilo Tex-cajún. Es de las formas más ricas de preparar el pollo que he hecho últimamente. Nos encanta a todos en casa. Está bueno frío también. Os recomiendo probarlo porque no me queda duda ninguna de que os va a gustar mucho.
Ingredientes
Una bandeja de solomillos de pollo o de pechugas enteras
un chorrito de aceite de oliva virgen extra
una cucharadita de cebolla molida
una cucharadita de ajo molido
una cucharadita de sal
media cucharadita de pimienta
dos cucharadita de Pimentón de la Vera
una cucharadita de orégano seco
Preparación
Precalentamos el horno a 180º.
Juntamos todas las especias en un plato hondo grande o un bol y las mezclamos bien
Embadurnar bien todos los trozos de pollo en la mezcla de especias. Si hemos comprado pechugas enteras es mejor cortarlas por la mitad longitudinalmente para que se hagan antes y se embadurnen más.
Calentamos el chorrito de aceite en una sartén a fuego medio-fuerte (yo lo pongo al 8 de 11)
Sellamos el pollo en la sartén. Lo justo para que se quede hecho sólo superficialmente pero que siga crudo por dentro. Hay que tener cuidado porque el pimentón se quema si nos pasamos.
A medida que vamos dorando las piezas de pollo las vamos sacando a una fuente de horno y al acabar con todas añadimos los jugos que hayan quedado en la sartén.
Metemos la fuente al horno con el pollo durante unos 20 min.Comprobamos haciendo un pequeño corte al pollo, que está hecho por dentro y a comer.
Cosas a tener en cuenta:
- se pueden usar otras partes del pollo. A mí me gustan estas porque no tienen hueso y resultan más cómodas para comer. Si compráis partes con hueso como muslitos, el tiempo de horneado será mayor
- varía las proporciones de la mezcla de especias en función de tus gustos: quita la pimienta si no te gusta que pique un poco, o el ajo o pon más o menos sal... lo que no puedes obviar es la cebolla en polvo ni el pimentón!
- esta misma mezcla de especias para embadurnar patatas y hacerlas en el microondas es estupenda.
Para ver aunque sea una vez en la vida