Por muy larga que sea la tormenta, el sol siempre vuelve a brillar entre las nubes (Khalil Gibran)
Las fotos se acumulan en mi teléfono móvil. Muchas recetas esperan en frías carpetas del ordenador ser publicadas, con mi deseo de que sirva de inspiración a quienes visitan mi blog y ver en ellas el resultado del paso a paso, o la presentación final de lo que cocino y comparto con aquellas personas que visitan “Mi Cocina” virtual.
Pasan los días, mejor dicho vuelan mis días. Me sorprende últimamente la fugacidad del tiempo y siento que mi vida se va alejando a velocidad de vértigo de la memoria que conservo de mis 66 años vividos.
Pensar en épocas pasadas me remite siempre al “carpe diem”, animándome en una palabra a aprovechar el momento presente sin esperar el futuro, a vivir con intensidad, a disfrutar de los míos, de quienes quiero y adoro, a trabajar con entusiasmo y a saborear la vida.
Pero hay momentos que me siento como una de ésas estrellas fugaces que cada poco surcan el cielo y que en un momento se pierde para siempre, como algunas estrellas que han pasado por mi existir y me han dejado un brillo especial en mi retina; estrellas que me iluminaron y me sirvieron de inspiración.
Y en éstos días siento que me falta la inspiración para sentarme frente a la pantalla, para poner los dedos en el teclado y escribir; escribir para transmitir que la cocina no es sólo ingredientes físicos, también es emoción, pasión, añoranzas y recuerdos.
He leído que la inspiración, ése fenómeno humano ha permanecido durante siglos envuelto en su propio misterio y que en definitiva no deja de ser como creían en la antigua Grecia, regalo de los dioses Zeus y Mnemósine (diosa de la memoria) que llegaban a los humanos de la mano de sus hijas, las musas.
Musas que ayudan a capturar la esencia de una fuerza maravillosa que han dado luz a las creaciones más importantes de la historia de la humanidad.
Las ideas no surgen de la nada, llegan sin previo aviso, de repente, son detalles, ideas que como decía Mozart hablando de sus procesos creativos, llevan a un estado que encienden el alma, el espíritu. Y hoy, ésas musas me han iluminado, me han ayudado a escribir, a realizar una de éstas largas y reconozco que a veces cansinas introducciones que tanto me gusta redactar, una chispa se ha encendido y me he sentido inspirada.
Porque en definitiva, la inspiración nos sirve a todos y cada uno de nosotros, no tiene que ser necesariamente una idea sublime; se puede estar inspirado igualmente para escribir un libro, para combinar ropa, para crear una empresa, para dar un consejo, y también tanto para pintar un cuadro, para escribir un blog, una introducción de un plato e incluso para elaborar una receta sencilla en cualquier cocina. Inspirada incluso para cocinar un tradicional plato malagueño, una PORRILLA DE ACELGAS.
¿CÓMO LO HICE?
INGREDIENTES:
Una rama de acelgas, dos dientes de ajo grandes, una rebanada de pan, una cucharada mediana de comino molido, azafrán, sal, aceite de oliva virgen extra, dos cucharadas soperas de piñones, diez uvas pasas, 50 grms. de garbanzos pedrosillanos (garbanzos muy pequeños) y un huevo.
LOS PASOS A SEGUIR:
Dejar una noche antes los garbanzos en remojo, en agua con sal.
Escurrir los garbanzos del agua y en una cacerola con agua llevar a ebullición, dejándolos cocer hasta que estén tiernos (al ser tan pequeños con 45 minutos están listos).
Mientras se cuecen:
Lavar bien las acelgas y picar en trozos pequeños tanto las hojas como los troncos.
En una cacerola cocer con abundante agua y un poco de sal las acelgas hasta comprobar que los troncos están tiernos. Colar bien y reservar un vaso del caldo de la cocción.
Pelar los ajos, filetear uno y el otro cortarlo en dos o tres trozos. En una sartén echar aceite de oliva virgen extra de forma que cubra el fondo, incorporar los trozos de ajo y el pan, freir de forma que queden uniformemente dorados, con cuidado de que no se lleguen a quemar.
Sacar los ajos fileteados y reservar. En un mortero echar el pan y los trozos restantes de ajos fritos, el comino molido y la mitad de los piñones machacando de forma que quede una pasta lo más fina posible, añadiendo un poco del caldo de la cocción, removiendo a fin de que se integren bien todos los ingredientes.
Echar la acelga ya cocida nuevamente en la sartén y ponerla a fuego medio (si fuese necesario añadir un poco más de aceite de oliva virgen extra), incorporar los ajos fileteados, las hebras del azafrán y a continuación el majaillo.
Echar el resto del caldo, remover bien, añadiendo las pasas y los piñones, dejando cocer uno o dos minutos hasta conseguir que el caldo se haya evaporado. Probar de sal y rectificar al gusto.
Echar el huevo en el centro y los garbanzos cocidos y escurridos del agua de la cocción alrededor.
Apagar el fuego, tapando la sartén y dejando cuajar con el calor residual.
Destapar y servir caliente.
Nota.-
Para que realmente sea una receta vegana, no añadir el huevo.servir tal cual el resto de la receta.
Se puede realizar con espinacas, pero siguiendo la receta tradicional de mi familia, la he preparado lógicamente con acelgas, ya que las espinacas no era una verdura que mi abuela, ni tan siquiera mi madre conocían.