Llego un poco tarde con esta entrada, ya lo sé. Por una parte, me fue imposible publicarla antes entre viajes, procesiones y visitas a la familia. Por otra, el atrezzo para las fotos era ideal y había que hacerlo en casa de mis padres ya que mi padre sigue cumpliendo con la estación de penitencia de su Hermandad año tras año y tiene a gala tener uno de los números más antiguos en la misma. Y, finalmente, cada vez que hago este potaje, que tan bueno está, me pregunto por qué sólo lo preparo en Cuaresma porque, aunque se llame potaje de vigilia, lo que es una penitencia es el no degustarlo el resto del año, así que os animo a que lo cocinéis, sea la fecha que sea, porque no probarlo debe ser hasta pecado.
En mi casa lo hemos convertido en tradición. Provengo de una familia de "capillitas", como decimos aquí en el sur. Los capillitas, en grandes rasgos, son aquellos amantes de la Semana Santa, esos que en Navidad escuchan en el coche marchas procesionales, esos que se saben itinerarios, horarios y los rinconcitos donde cada Hermandad se luce más... Pues en mi casa son, o somos que al final me toca incluirme, de esta manera de ser. Mi padre pertenece a su Hermandad desde que era adolescente y sigue saliendo año tras año, mi hermano ha sido costalero hasta este año y está buscando las vueltas para volver a "meterse" bajo el paso, mis sobrinos salen desde pequeños como monaguillos y de ahí les auguro un futuro como penitentes o costaleros... Familia de capillitas.
Lo que decía, la Semana Santa en mi casa se disfruta desde semanas antes pero el Miércoles Santo es el día grande de la salida. El jueves se descansa y el viernes nos reunimos todos para comentar "las mejores jugadas" y disfrutamos de este estupendo potaje de vigilia que preparo para todos.
La base de un potaje de vigilia o Viernes Santo son los garbanzos, el bacalao, las espinacas y el pimentón. Luego cada casa tiene su procedimiento. Cada pueblo su especialidad. Pero, claro está, prohibida la carne que estamos en vigilia. Este que os voy a contar sale muy bueno, modestia aparte. En la familia hay quien no prueba las espinacas y, sin embargo, rebaña todos los años el plato ;).
Bueno, pues vamos con los ingredientes:
Como en la mayoría de los guisos con legumbres, el punto del potaje consiste en adecuar en tiempo y sabor los distintos ingredientes ya que todos tienen tiempos de cocción diferentes. Empezamos pues por los garbanzos (puestos en agua la tarde anterior) que yo cocino en olla a presión, sin sal, pero con una hojita de laurel y media cebolla. El tiempo depende de la olla y cada cual le tiene tomado el punto a la suya, la mía en la posición más rápida en veinte minutos los tiene listos. Antes de cerrar la olla, hay que acordarse de espumar los garbanzos cuando hiervan. Si no tenemos olla a presión, el tiempo de los garbanzos son un par de horas o dos horas y media a fuego medio.
En una sartén echamos un chorrito de aceite de oliva y sofreímos tres o cuatro ajos enteros y dos rebanadas de pan. Cuando estén dorados, los sacamos y los majamos junto a un cacito de agua de hervir los garbanzos. Reservamos.
Picamos finamente una cebolla y la sofreímos en la sartén donde acabamos de sacar los ajos y el pan.
Cuando esté comenzando a dorarse, le añadimos una cucharita colmada de pimentón dulce. Removemos un momento y enseguida, para que no se queme el pimentón que da muy mal sabor, añadimos tres o cuatro cazos del agua de cocer los garbanzos e incorporamos las espinacas picadas previamente. Como yo las compré frescas, las dejé hirviendo unos treinta minutos. Si las compráis congeladas, se espera sólo a que el agua vuelva a hervir porque el tiempo que necesitan lo van a echar junto a los garbanzos y el bacalao.
Añadimos los garbanzos y el bacalao junto con el majado de pan y ajo. Removemos bien y dejamos cocer a fuego medio unos diez minutos para que el pescado se haga. Probamos de sal y, si es necesario, sazonamos al gusto. Yo, aunque tuve en agua el bacalao desalándose 24 horas, cambiando periódicamente el agua, no necesité añadir sal.
Para servirlo, a mi me gusta cocer un par de huevos, picarlos mucho y echarlos en cada plato.
Pues este año, de promesa, lo hago más veces, jeje.