Entre una cosa y otra este año no me dio lugar y no preparé mis tradicionales torrijas en Semana Santa. Por una parte la falta de tiempo, por otra no tentar a los diabéticos de la familia… pero cuando pasó la Pascua hubo quién las reclamó. Ya no me apetecía hacer unas torrijas de las de toda la vida y pensé en darles una vuelta, preparar algo nuevo, así que enseguida surgió la idea del helado de vainilla y más con la calor que ha caído estos días atrás.
Me puse a investigar y entre mis libros encontré el de "Pesadilla en la cocina" de Chicote que recomiendo 100% por sus exquisitas recetas y las que no haces como tal inspiran para otras. Genial el libro ya digo. En este caso, a sus torrijas con helado no podía ponerles ningún pero. Algo he añadido pero la receta es suya y hay que reconocer el mérito porque ¡que merienda! No dudéis que vale la pena. Luego he visto por las redes que no soy la única que las recomienda así que me animo a enseñar mi versión desde la más absoluta humildad de quien imita a los maestros.
Ahí van ¿tenéis todo en la despensa?
Manos a la masa que la elaboración no puede ser más fácil. Ponemos a calentar la leche con el azúcar, la canela, un chorrito de esencia de vainilla y las pieles de naranja y lima que le darán ese sabor cítrico.
Dejamos que hierva y una vez que lo haga apartamos del fuego y dejamos atemperar.
Toca freír las torrijas. Esto es una cadena de producción en serie o a mi me lo parece. Yo preparo dos fuentes una con el preparado de leche, otra con huevo batido y el aceite caliente en el fogón. Pasamos la torrija primero por la leche sin dejar que se desmigue mucho que luego es ingobernable. Un vuelta y vuelta.
Lo mismo por el huevo.
Y ¡a freírlas!
¿Y el brandy? Pues es el secreto que te cuenta el libro. Preparamos un sirope hirviendo unos minutos el agua, el azúcar moreno y el brandy.
Y ¡ya está! Toca emplatar el helado la torrija con un chorrito del sirope por encima. En serio ¡deliciosas!